Georg Friedrich Handel, el gran compositor, nació en Halle, Alemania en 1685. Desde muy temprana edad sabía lo que le gustaba. Quería estudiar música. Su padre le dijo que olvidara eso. Él era médico y pensaba que nadie podía ganarse la vida siendo un músico. Le recomendó al niño que estudiara algo que lo hiciera rico, como la carrera de leyes. No sabemos cómo un niño pudo subir un clavicordio* al ático de su casa sin que su padre lo supiera, pero Georg lo hizo. Tarde en la noche se ponía a tocarlo.
Georg tenía un hermano mayor que trabajaba en un castillo distante que pertenecía a un gran duque. Un día, Georg acompañó a su hermano al castillo y comenzó a tocar el órgano en la capilla. La música era hermosa, llena de energía y gracia, y el duque le preguntó a su sirviente: “¿Quién está tocando el órgano tan hermosamente?” El sirviente le contestó: “Es mi pequeño hermano”. El duque decidió que el pequeño Handel debía ser entrenado como músico. Cuando el padre de Georg se enteró de la oferta, se enojó y dijo que él no lo iba a permitir. Pero el duque lo convenció y entonces dejó que el niño estudiara música y leyes.
Handel estudió primeramente en su ciudad natal de Halle y más tarde, cuando tenía 18 años, en la ciudad de Hamburgo, un floreciente centro de ópera. A los 21 años de edad, atraído por la música operática, viajó a Italia, donde estuvo varios años. Allí estudió música y composición y conoció a los mejores músicos de esos días. En Italia se dio a conocer por su talento para componer.
Viajó por Florencia, luego Venecia, ciudad de canales y palacios, y fue a vivir a Roma. Escribió en esa ciudad pequeños dramas y óperas para sus amigos. Las óperas eran representaciones teatrales en que la historia era cantada en lugar de hablada.
En 1711, después de vivir algunos años en Italia, decidió viajar a Inglaterra. Tocó música para la reina de Inglaterra, la cual lo elogió efusivamente. Esto lo emocionó y le dio valor para seguir su carrera. En realidad, fue en Inglaterra donde su vida de compositor comenzó. Le gustaba tanto Inglaterra que decidió quedarse en ese país y a los 42 años se hizo ciudadano inglés.
Georg hacía sus presentaciones en un salón de música y el público asistía para escucharlo, pero otra compañía de ópera comenzó a ganar popularidad y pronto el salón de ópera de Handel estaba vacío. Él había introducido el estilo musical de la ópera a los ingleses pero sentía que había fracasado. Su compañía operática no tenía dinero y tuvo que cerrar. Handel se enfermó y deseaba regresar a Alemania. En un último esfuerzo, decidió ir a Dublín, Irlanda y dar una serie de conciertos; la ganancia iría a ayudar en parte a los orfanatorios y centros caritativos de la ciudad.
En 1741, un grupo de agencias de caridad de Dublín le pidió que escribiera una obra musical. Se esperaba que fuese una obra sencilla, ya que esta sociedad caritativa deseaba organizar una actuación de beneficencia para recoger fondos. Handel aceptó el desafío y se puso a trabajar sin descanso en su obra musical. En solo 24 días compuso su bien conocida obra maestra, “El Mesías”, que incluía el famoso “Coro de Aleluyas”.
Durante esos 24 días no salió de su casa. Los sirvientes le traían alimentos en una bandeja; horas más tarde regresaban para llevarse la bandeja, pero los alimentos no habían sido tocados. En más de una ocasión su sirviente lo encontró llorando sobre los papeles donde escribía las notas musicales.
Al recordar esta experiencia años más tarde, Handel escribió: “Si yo estaba en mi cuerpo o fuera de mi cuerpo mientras escribía las notas, no lo sé. Solo Dios lo sabe”. Después de eso comentó: “Creo que vi todo el cielo ante mí y la gran majestad de Dios”.
La fama de Handel se esparció con “El Mesías”. Este oratorio, escrito cuando Georg Friedrich Handel tenía 56 años de edad, trata acerca de la vida de Cristo y se lo representa comúnmente en la época de Navidad. Se estrenó en Dublín, Irlanda, el 13 de abril de 1742 con orquesta y coro. Desde el comienzo fue un éxito, con setecientas personas apretujadas en un salón de música con capacidad para seiscientas. Se les pidió a las damas que no vistieran faldas con aros y a los hombres que dejaran sus espadas en las casas, para tener más espacio al sentarse.
En su tiempo, “El Mesías” fue criticado por ser una mezcla de lo sagrado y lo profano. Relataba la vida de Cristo, pero se cobraba la entrada donde se lo presentaba. El caso es que las ganancias ayudaron grandemente al hospital local de Dublín.
Handel estaba preocupado con la presentación en Londres, debido al contenido religioso. El título “El Mesías” no fue usado durante las primeras actuaciones en Londres en 1743, y se lo dio a conocer simplemente como “un nuevo oratorio sagrado”. Muchos aconsejaron a Handel que le hiciera cambios al contenido, pero el compositor se negó rotundamente.
Era una obra muy particular en contraste con otros oratorios, incluyendo los del propio Handel. No incluye actuación, no hay disfraces ni decorados. Las palabras fueron tomadas de la Biblia. Es una presentación de la historia sagrada con música. Habla de antiguas profecías sobre la llegada de un rey. Sugiere que esas profecías se habían cumplido en el nacimiento y la crucifixión de Cristo.
“El Mesías” cita mucho de los profetas del Antiguo Testamento y casi omite la parte sobre la resurrección de Cristo. Lo increíble es que todo termina en una resolución hermosa, sublime. Es un mensaje de esperanza en una forma que retiene su mensaje.
Un periódico de la época publicó en su diario, refiriéndose a “El Mesías”: “Las palabras son difíciles de expresar. Una exquisita delicia envuelve a la admirada audiencia. Lo sublime, lo grande y lo tierno, lo más elevado, majestuoso y las palabras más hermosas se unen para cautivar el corazón y el oído”. Nobles y ricos venían de diferentes partes para escuchar el oratorio y daban dinero para sostener los conciertos y ayudar a los orfanatorios. Muchos decían que nunca habían oído algo similar.
Parte de la tradición del “El Mesías” es que la audiencia se ponga de pie al escuchar el “Coro de Aleluyas”. El rey de Inglaterra Jorge II se puso de pie durante la actuación cuando lo oyó por primera vez, y cuando el rey se ponía de pie, todo el mundo tenía que hacerlo.
Handel decidió no regresar a Alemania y quedarse a vivir en Inglaterra. Compuso otros oratorios cantados en inglés. Sus famosos oratorios se tocaban para recaudar fondos para obras de caridad y otras causas.
En los últimos años de su vida, Handel disfrutó de una considerable fortuna. Así demostró que su padre estaba equivocado. En 1750 hizo presentaciones anuales para ayudar económicamente al hospital y para la educación de los niños desamparados de Londres. Se decía que el oratorio, “El Mesías,” “había alimentado al hambriento, vestido al desnudo y amparado a los huérfanos”. Ese mismo año, y teniendo ya 65 años de edad, Handel comenzó a perder la salud y la vista en particular. Una operación de cataratas fue un fracaso. Los siguientes cinco años se excusaba de asistir a los conciertos debido a su ceguera que avanzaba cada vez más. En 1759 murió, ya completamente ciego.
Después de su muerte, su fama continuó extendiéndose. “El Mesías” se cantaba cada año en Semana Santa y en Navidad en Inglaterra, así como en Alemania y en un nuevo país llamado Estados Unidos. Los coros que interpretaban la obra fueron haciéndose cada vez más grandes. En una ocasión lo interpretó una orquesta de quinientas personas y con un coro de cuatro mil voces. La parte más famosa, “el Coro de Aleluyas” es una pieza tan hermosa, solemne e inspiradora, que sin lugar a dudas los ángeles del cielo se unen a los coristas para juntos proclamar que “Cristo reinará por siempre y siempre. ¡Aleluya!; ¡Aleluya!”
En Navidad lo oímos en las iglesias, lo vemos y oímos en la televisión presentado por grupos corales famosos, lo escuchamos en nuestras casas o en el auto. Nos conmueve su magnificencia. Nos anima a abrir nuestros corazones con fe y adoración al Mesías prometido en el libro de Isaías (9:1-7). Él ha venido a nosotros en la persona de Jesucristo para ser nuestro Salvador, Señor de naciones, Hijo de Dios e Hijo del hombre. Gloria y honor, alabanza y adoración ahora y para siempre sean para él.
El autor escribe desde Moorpark, California.