Actualmente hay mucha gente obsesionada con los ángeles. Esto se aplica particularmente al movimiento de la Nueva Era. Para algunas personas involucradas en este fenómeno religioso, los ángeles son sus guías espirituales y la fuente de sus revelaciones. Han desarrollado una conexión mística con sus ángeles que llega a sustituir la relación del cristiano con el Salvador resucitado.
A menudo se asocia a los ángeles con la astrología, la reencarnación y el espiritismo. En esos contextos, se dice poco acerca del papel que desempeñaron la noche de la primera Navidad.
Esa noche sucedió algo maravilloso a un grupo de pastores. El Evangelio describe así el incidente: “Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor… Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios” (S. Lucas 2:9-11, 13).
La primera Navidad fue una noche cuando los ángeles aparecieron en el esplendor de la gloria de Dios para anunciarles a los seres humanos que había nacido un Niño especial, que era Cristo el Señor; el Salvador del mundo. La narración nos dice algunas cosas importantes sobre los ángeles.
Mensajeros de Dios
Sabemos lo que son por su función. Los ángeles son esencialmente mensajeros. De hecho, la palabra “ángel” proviene de la palabra griega angelos, que significa “mensajero, alguien que es enviado”. Como mensajeros, los ángeles cumplen las órdenes del Señor y siguen su voluntad. Este detalle importante nos dice no solo quiénes son, sino la razón de su existencia. Los ángeles viven una vida de servicio a Dios. Sirven a Dios y a Jesús y no actúan independientemente de ellos. Fueron creados por Dios por medio de Cristo (ver Colosenses 1:16). Hay legiones de ellos (S. Mateo 26:53; Daniel 7:10), que sirven constantemente al Señor.
Dios no solo creó a los ángeles sino que también enriqueció su existencia al usarlos en la administración del universo y asignarles tareas específicas. Son poderosos y tienen mucho conocimiento, pero no son omniscientes (S. Mateo 24:36). Su disposición natural interna de servir a Dios surge de su amor y gratitud hacia él por ser quien los creó. Por lo tanto, nunca se ufanan de su conocimiento, sino que alaban a Dios constantemente (ver Salmo 148:2). Durante la primera noche de Navidad, ellos alabaron al Señor. No buscaron su propia gloria.
Seres gloriosos
Los pastores miraron a los ángeles y los vieron rodeados de una luz poderosa y brillante. El pasaje dice: “la gloria del Señor los rodeó de resplandor” (S. Lucas 2:9). Los ángeles pertenecen al mundo celestial, no a la esfera de la existencia humana. Están tan cerca de Dios que la luz de la gloria de Dios los posee. No son gloriosos por sí mismos pero se les permite reflejar la gloria de Dios. Esta expresión de lo divino llena de temor a los seres humanos que viven en un mundo caracterizado por la ausencia de la gloria de Dios. Por eso es que los ángeles a menudo aparecen en forma humana sin la luz de la gloria de Dios (ver Jueces 6:12-13). Lo que les interesa no es impresionar a otros con la gloria de Dios, sino compartir el mensaje que les ha sido confiado. Podemos concluir que los ángeles son seres humildes.
En cuanto a los ángeles que aparecieron sobre las colinas de Belén, su despliegue de la gloria de Dios fue importante. Destacó la dimensión sobrenatural de la experiencia para aclararle bien a los pastores que ellos eran ángeles, mensajeros divinos de Dios. Su mensaje era demasiado importante para ignorarlo o pasarlo por alto por discusiones acerca de su identidad.
Desde el mismo comienzo de la narración se establece que eran mensajeros del Señor. Esto le sumaba un elemento de urgencia a su misión a favor de la raza humana. Es curioso que los ángeles manifestaron la gloria de Dios cuando el Hijo de Dios voluntariamente ponía a un lado su propia gloria para hacerse humano. En el nacimiento del Niño presenciamos una teofanía en la que Dios se apareció en la persona del Niño y acompañado por sus gloriosos ángeles, pero su propia majestad y gloria fueron ocultadas de la vista humana. En Jesús, Dios nos mostró su propia humildad y su amor dispuesto al sacrificio. Él podía hacer por nosotros lo que los ángeles no podían hacer. Ellos siguieron siendo ángeles, pero él se hizo humano.
Ministros a los seres humanos
Los ángeles son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación”(Hebreos 1:14). Son seres espirituales porque pertenecen al ámbito celestial, pero vienen a la Tierra a ministrarnos. Nos traen el Cielo a la Tierra y nos muestran el interés personal de Dios en nosotros. La idea de un ángel guardián es bíblica (S. Mateo 18:10). Los ángeles participan en un conflicto cósmico (ver Apocalipsis 19:14), y Dios los emplea para preservar el orden y la vida en nuestro planeta por medio de su interacción con los seres humanos. No sucede lo mismo con los ángeles caídos (Apocalipsis 12:7-9). A éstos les gusta pretender que son ángeles de luz (ver 2 Corintios 11:14) y solo podemos distinguir entre los dos grupos a través del estudio de la Biblia. A veces las fuerzas del mal parecen ganar, pero se nos ha dado la promesa de que Dios exterminará el mal del universo (Hebreos 2:14; Apocalipsis 20:10). Mientras tanto, los ángeles nos ayudan en nuestras pruebas y conflictos personales, nos protejen de muchas maneras misteriosas (Salmo 91:11), y castigan a los malos (Salmo 35:5, 6).
En las colinas de Belén, ministraron a los pastores y los animaron a no temer porque les había llegado la salvación por medio del Niño. Dios había llegado en forma humana al campo de batalla para confrontar y vencer las fuerzas del mal y ciertamente eran buenas nuevas. Los ángeles trajeron esperanza a los pastores por medio del mensaje que Dios les había confiado y que les anunciaba que el Mesías prometido había llegado.
Los ángeles y Jesús
El Niño quedó al cuidado de los ángeles. En su encarnación y a lo largo de su ministerio terrenal, Jesús se hizo “poco menor que los ángeles” (Hebreo 2:9). El General de las huestes celestiales se colocó al cuidado de los ángeles. ¨Qué le parece? De hecho, éstos estuvieron involucrados directamente durante todo el proceso de la encarnación. Fue un ángel llamado Gabriel quien le anunció a María que ella tendría un hijo que sería el Salvador del mundo (S. Lucas 1:26-33). Este mismo ángel le informó a José acerca de este misterio inescrutable que estaba ocurriendo en el vientre de María y lo animó a tomarla como esposa (S. Mateo 1:20-23). Cuando la vida del Niño estuvo en peligro, un ángel le informó a José al respecto y le dijo qué hacer (S. Mateo 2:13, 19-23). Durante su tentación en el desierto, Jesús quedó débil y a punto de morir, pero los ángeles vinieron y sirvieron a Aquel que es la Fuente misma de la vida (S. Mateo 4:11). Lo mismo ocurrió en el Getsemaní (S. Lucas 22:43). El domingo de mañana, los ángeles se encontraban junto a la tumba de Jesús para anunciarles a las mujeres y a los discípulos que él había resucitado (S. Mateo 28:2, 5-7; S. Lucas 24:4-7). En la ascensión de Jesús ministraron a los discípulos y les recordaron que ese mismo Jesús regresará (Hechos 1:10, 11). Después de la ascensión de nuestro Señor, le apareció a los ángeles del cielo en el esplendor de su gloria (1 Timoteo 3:16). Al momento de la segunda venida de Cristo, los ángeles lo acompañarán (S. Mateo 16:27). Separarán a los impíos de los justos y reunirán al pueblo de Dios para el encuentro con él (S. Mateo 13:39-42; 24:31). En ese momento, la salvación proclamada sobre las colinas de Belén será consumada.
El ministerio de los ángeles en favor nuestro depende de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. La obra de salvación de Jesús los habilitó para ministrarnos a nosotros. No podemos verlos pero se mueven entre nosotros. Podemos pedirle a Dios que nos asista por medio de sus ángeles y él lo hará. De hecho, él lo hace antes de que se lo pidamos. Esta Navidad debiéramos colocarnos al servicio de Dios y unirnos al coro angelical para proclamarle al mundo: “Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (S. Lucas 2:14).
El autor tiene un doctorado en Teología y dirige el Instituto de Investigaciones Bíblicas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día a nivel mundial. Escribe desde Maryland, Estados Unidos.