La humanidad en general, y la ciencia en particular, se enorgullecen de los numerosos adelantos científicos de esta era. Sin embargo, el ego, el orgullo propio que esto suele alimentar, pronto queda frustrado a causa de desafíos siempre crecientes. Por ejemplo, a pesar de los progresos en el conocimiento y en las destrezas en beneficio de la procreación/concepción, cuidado prenatal y neonatal, siguen muriendo miles de fetos y bebitos en todos los países del mundo, incluyendo los llamados países más desarrollados.
Recientemente sufrimos la tristeza de perder un nuevo miembro de nuestra familia. Nació prematuramente y sus pulmones no estaban lo suficientemente desarrollados como para hacer frente a la vida fuera del benigno vientre materno. Moisés Muñiz Pagán falleció unas pocas horas después de nacer. Pensar en lo que esta amada y esperada criatura pudo haber sido si hubiese tenido la oportunidad de seguir viviendo, es pura especulación.
Nadie parece indispensable
Si los hermanos Wright no hubiesen nacido, de todas maneras tendríamos innumerables aviones surcando los cielos. Otros hombres y mujeres, en diversas partes del mundo, estaban buscando maneras en que los seres humanos pudiésemos usar el aire como vía para la transportación. Lo mismo pudiéramos decir de aquellos a quienes se les acredita el comienzo de la comunicación inalámbrica, de la tecnología digital, etc. Si no hubiesen sido ellos, otros hubiesen recibido el crédito.
De paso, si yo no estuviese escribiendo este artículo, otro lo estaría haciendo o podría haberlo hecho ya. Bien dijo Salomón, el rey sabio: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después” (Eclesiatés 1:9-11).
Un caso único
Para lo que acabamos de postular, sólo hay una excepción: Jesús. Piense, ¿qué hubiese pasado si Jesús no hubiese nacido?
El caso de Jesús es una excepción, porque él no era un simple ser humano. Su nacimiento fue predicho, pero esto no lo hace una excepción. El nacimiento de Josías, rey de Judá, también fue predicho, tres siglos antes de que ocurriese (ver 1 Reyes 13:2).
El caso de Jesús es excepcional porque es el único ser que existía antes de nacer (Hebreos 10:5, 7). Su nacimiento no marcó, como en todos los demás casos, el inicio de su existencia; sólo marcó el inicio de su existencia como ser humano. Él mismo indicó que era anterior a Abraham (Juan 8:57,58). Declaró ser uno con el Padre Celestial (Juan 10:30-33; 17:10, 11). Señaló su unidad con el Padre metafóricamente como algo que existía a todo lo largo del pasado (Proverbios 8:22-30).
Un evento ansiosamente esperado por cuatro mil años
La venida de Jesús en carne humana fue anunciada a Satanás en el Edén, en presencia de nuestros primeros padres: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). Eso ocurrió cuatro mil años antes del nacimiento de Jesús. A lo largo de ese período, se dieron otros claros detalles.
A través del profeta Miqueas, se anticipó que Jesús nacería en Belén: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Esa aldea había cobrado renombre entre los israelitas por ser el lugar en donde murió y fue enterrada Raquel, esposa de Israel (Génesis 35:19; 48:7); y por ser el lugar en donde nació Obed, el abuelo del rey David, de una moabita convertida al Dios de Israel (Rut 4:11-17).
A través del profeta Isaías se dio como un hecho el nacimiento de un niño destinado a ser rey: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. 7Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6, 7).
No sólo estaba destinado a ser rey (“el gobierno estará sobre su hombro”); también sería reconocido y llamado “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”, todos estos, títulos de la Divinidad. El que iba a nacer en Belén de Judá era Dios: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel [Dios con nosotros]” (Isaías 7:14).
Si Jesús no hubiese nacido
¿Si Jesús no hubiese nacido?... Si Jesús no hubiese nacido, los pastores no hubiesen escuchado el canto de las huestes angelicales sobre las colinas de Belén, el canto más glorioso jamás escuchado por oídos mortales: “Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (S. Lucas 2:13, 14).
Si Jesús no hubiese nacido, el justo y piadoso Simeón, un hombre de quien se dice que “el Espíritu Santo estaba sobre él” (S. Lucas 2:25), hubiese muerto sin consuelo, porque “le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (vers. 26). Pero Jesús nació y Simeón lo vio y lo reconoció y, profundamente emocionado, tomándolo en sus brazos, alabó a Dios y, después de los pastores de Belén, fue el primer ser humano que honró al recién nacido: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel” (vers. 29-32).
Si Jesús no hubiese nacido, la raza humana no tendría Salvador, ni salvación, porque sólo había uno, en todo el vasto universo, que podía satisfacer las demandas de la ley de Dios, rechazada por los pecadores: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Si Jesús no hubiese nacido, tampoco hubiese muerto y resucitado y todos los que han muerto estarían perdidos para siempre: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe... Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:14-19).
¡Jesús nació!
¿Si Cristo no hubiese nacido?... ¡Dése palmadas en las mejillas, felicítese usted mismo! ¡Cristo nació! ¡Cristo nació! ¡Cristo nació! ¡Diga conmigo y con los ángeles: “Al mundo paz, nació Jesús”! Repose tranquilo, mientras entona el himno: “Noche de paz, noche de amor...” ¡Y tenga usted una feliz Navidad cristiana!
El autor es pastor y tiene un doctorado en Ministerio. Actualmente desempeña la función de secretario de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Puerto Rico.