El alcoholismo es una enfermedad muy costosa para la sociedad. Cada año cobra 22.000 vidas en los Estados Unidos, y causa dos millones de traumas físicos, destruye 4,6 millones de vehículos y tiene un costo para la economía de 71 mil millones de dólares.
Es motivo de preocupación que los jovencitos se hacen adictos al alcohol desde la etapa escolar. Cada mes, el ocho por ciento de los niños de octavo grado, el 22 por ciento de los alumnos del décimo grado y el 33 por ciento del doceavo grado se intoxican con alcohol. Más del 40 por ciento de los estudiantes reporta cuando menos un síntoma de abuso o dependencia.
Uno de cada cinco tomadores episódicos son clasificados como dependientes del licor.
Definición de alcoholismo
El adicto al alcohol comienza como un bebedor ocasional, y persiste hasta llegar a utilizarlo en situaciones de peligro, a faltar por esa causa a sus obligaciones y a tener problemas legales. Utiliza el licor a pesar de ser éste la causa de sus problemas. El 60 por ciento de las personas alcohólicas llega a sufrir la adaptación fisiológica al licor que las hace dependientes.
La dependencia – Adaptación fisiológica
Se le llama dependencia del licor cuando la persona demuestra tolerancia y manifiesta el cuadro del síndrome de abstinencia, utiliza el licor para evitar los síntomas de la falta del licor, tolera cada vez cantidades más grandes, y puede beber por un período de tiempo mayor. La persona es incapaz de controlarse y manifiesta un deseo persistente de continuar bebiendo; luego requiere un tiempo mayor para recuperarse de la intoxicación. Una característica de la dependencia del licor es que el adicto llega a suspender o reducir las actividades importantes con tal de beber, y utiliza el licor a pesar de los problemas ya ocasionados o empeorados por su uso.
La adicción
El elemento más importante en la adicción es la pérdida del control. Esto implica un cambio en el cerebro. La sustancia intoxicante tiene como blanco afectar el cerebro. El adicto continúa bebiendo licor en forma crónica, lo que se torna en un mal de naturaleza progresiva de por vida. En ocasiones, el adicto esconde la botella de licor detrás de las puertas o del armario para tener acceso casi continuo a la bebida.
Se sabe que el diez por ciento de los hijos de personas no alcohólicas puede llegar a ser alcohólico, pero el 20 por ciento de los hijos de alcohólicos llega a ser alcohólico también.
Daños cerebrales causados por el alcohol
El licor es una droga que actúa sobre el cerebro. Actúa como un depresivo del sistema nervioso y tiene propiedades relajantes. Puede causar depresión afectiva, y cuando la persona está deprimida de antemano, multiplica la acción depresiva y la persona empeora al extremo que puede tornarse suicida.
El alcohol (etanol) es la única droga que contiene calorías, que es soluble en agua y soluble en grasa. Al poseer estas características atraviesa la membrana celular, la debilita y altera sus propiedades fisiológicas. Produce psicosis, depresión, ansiedad, delirio y síntomas de abstinencia. La intoxicación aguda eleva el potencial convulsivo y causa temblores, y cuando la persona deja de tomar, produce convulsiones (delirium tremens).
Además, el alcohol causa un desequilibrio neuronal, alterando los niveles de los neurotransmisores (sustancias que mantienen la comunicación entre las neuronas), y afecta los niveles del ácido aminobutírico (GABA), la serotonina, la dopamina y el glutamato. Éste último es un estimulante neuroquímico que en niveles alterados produce convulsiones.
La intoxicación aguda aumenta la fluidez o permeabilidad de la membrana celular, pero la intoxicación repetitiva y crónica destruye la membrana y produce alteraciones neurológicas y cambios permanentes con envejecimiento neuronal prematuro, lo que causa demencia en varios grados.
Pronóstico de salud en el alcoholismo
El licor quita la vida y deteriora la personalidad. La persona que tiene tendencia a la depresión, al consumir licor empeora. El suicidio es frecuente en estas personas. Generalmente, el proceso usual de la dependencia al licor empieza con “un trago”. La persona que toma su primera copa a los trece años va a tener su primera borrachera a los quince, y su primer problema legal a los 18. Manifestará la dependencia del licor entre los 25 y los 40 años, y para los 60 habrá muerto. Sin alcohol habría vivido unos 15 a 20 años más. Además, el alcohólico puede morir prematuramente por complicaciones médicas mucho antes de los 60 años. El alcohólico también sufre prematuramente de alta presión sanguínea; los lípidos sanguíneos se alteran y tiene una tendencia trombótica (hace coágulos). Fácilmente desarrolla ataques al corazón, ataques cerebrales, sufre de cánceres del recto y de otros órganos en el aparato digestivo. Es más vulnerable a la tuberculosis, a la neumonía, a la atrofia testicular y desarrolla impotencia. Con frecuencia sufre de ginecomastia y de diabetes, úlceras y sangrados gástricos, cirrosis, insomnio, neuropatía periférica, síndrome de Wernicke-Korsakov, y psicosis con demencia cerebral permanente (no reversible).
El curso del alcoholismo
El alcoholismo tiene un curso fluctuante. Inicialmente la persona siente que todo está bajo control, sin embargo, de repente pierde las riendas y lo que inicialmente era una copa social se transforma en alcoholismo.
Una vez que la persona se vuelve alcohólica y pierde el control, llega a sufrir los síntomas de la abstinencia con malestar causado por la deshidratación y el nerviosismo, y siente que esto se corrige tomando más. Pronto aparece una crisis en su vida (con su familia, el trabajo, las autoridades, etc.) y la persona recapacita, y en un 20 por ciento hay una remisión espontánea. La persona deja el licor completamente al advertir que sólo le causa problemas. Pero en el 80 por ciento de los casos hay recaídas y tiende a asociarse con otros vicios y otras drogas, tales como la nicotina, la cocaína, las anfetaminas y los opioides.
Por ello, es básico hacer un esfuerzo por educar a los jóvenes, enseñándoles a no probar jamás el licor, y si ya lo han probado, a atajar el vicio desde el comienzo y no permitir que destruya su futuro.
Si ya pasó la primera etapa y la persona siente que el licor la está dominando, y que no puede continuar así, es imperativo pedir ayuda médica.
Existen medicinas que ayudan a evitar el licor. Hay algunas que le quitan el deseo intenso de tomar y otras que causan disminución del interés por el licor. Este es el momento de pedir la ayuda del médico para que evalúe su condición y le permita escapar del peligro.
Recuerde: “El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no será sabio” (Proverbios 20:1).
El Dr. Leonardo Ortiz cursó sus estudios de Medicina en la Universidad Autónoma de Guadalajara, México, y en la Universidad de Loma Linda, California, Estados Unidos. Está especializado en Medicina Familiar y Geriatría, y además tiene larga experiencia en Psiquiatría Clínica. Hace varios años ejerce su profesión en el sur de California y pertenece a numerosas sociedades profesionales.