La mente del ser humano del siglo XXI es inquieta e inquisidora. Hoy, el hombre tiene a su alcance tantas vías de acceso al conocimiento como nunca antes en la historia. No hay área de la vida que no pueda estar bajo la mirada interrogadora del ser humano. ¿Podremos saber cuál es la condición de los muertos? ¿Podremos saber adónde van?
Significado de la palabra muerte
En primer lugar, veamos cuál es el significado de la palabra “muerte” y qué le sucede a una persona cuando muere. El diccionario de la lengua española define la palabra “muerte” como “la cesación de la vida”. En otras palabras, el verbo morir y el sustantivo muerte denotan cesación de la vida en el cuerpo humano.
Desde el mismo momento en que el ser humano muere, sabemos que la vida se ha extinguido del cuerpo y que éste ha quedado solo. Si el cuerpo no es embalsamado o congelado, se descompone y se torna polvo. Y así se cumple la Palabra de Dios que fue dicha a nuestro padre Adán en el huerto de Edén: “Pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). Este mismo pensamiento se presenta en Eclesiastés 12:7: “Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”.
Significado de la palabra alma y espíritu.
La Biblia en la versión Reina Valera de 1960 presenta el relato de la creación del ser humano como sigue: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7, la letra cursiva es nuestra). La expresión “ser viviente”, del versículo anterior, aparece en la versión Reina Valera de 1909 como “alma viviente”. Allí dice: “Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente” (la cursiva es nuestra).
De acuerdo a este relato bíblico, el ser viviente o alma viviente fue el resultado de la unión del polvo de la tierra y el aliento de vida. En otras palabras, la formula bíblica de la creación del ser humano es: polvo de la tierra, más aliento de vida, es igual a alma viviente o ser humano.
Además, notamos que la palabra “aliento” es una traducción de la palabra hebrea neshâmâh, y que la palabra “alma” es una traducción de la palabra hebrea nefesh. La palabra “espíritu”, que es una traducción de la palabra hebrea rûaj, no aparece en el relato de Génesis 2:7. Sin embargo, la palabra “espíritu” (rûaj) y la palabra “aliento” (neshâmâh), en el hebreo bíblico son palabras sinónimas. De ahí que ambas palabras, en algunos textos bíblicos, tienen el mismo significado.
En el Antiguo Testamento la palabra “alma”, que es una traducción de la palabra hebrea nefesh,se refiere mayormente a un “ser humano” o “persona”, y de ninguna manera se refiere a un elemento particular independiente de las otras partes de la naturaleza humana. Sin embargo, actualmente, la mayoría de las personas aceptan o creen que el “alma” es un “espíritu” o una “esencia” que existe en la naturaleza del ser humano, y que en el momento de la muerte sale del cuerpo y asciende a la “morada de Dios” o va al “infierno”. Este concepto no es bíblico ni verdadero, sino filosófico, pagano y falso. Los que creen esta idea asumen también que el “alma es inmortal”. Sin embargo, la Biblia asevera que “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Además, el Señor Jesús añadió: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (S. Mateo 10:28).
La condición del ser humano durante la muerte
La enseñanza de las Sagradas Escrituras es clara en este asunto. Ellas declaran que el ser humano en su estado de muerte no siente nada, no piensa nada ni puede hacer nada. En Eclesiastés 9:5, 6, dice: “Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol”.
En otras palabras, los muertos están inconscientes y son incapaces de sentir, pensar y actuar. Este concepto se presenta también en otros lugares de la Biblia, por ejemplo en Salmos 6:5; 30:9; 88:10; 115:17 e Isaías 38:18, 19.
Entonces, ¿adónde van los muertos?
La Santa Biblia también es clara en decirnos dónde van los muertos. En Eclesiastés 12:7, dice: “Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu (rûaj) vuelva a Dios que lo dio”.
El “espíritu” que vuelve a Dios no es una “entidad consciente” que pueda ver, oír y pensar, sino que es el don de la vida que Dios da, y que unida al cuerpo constituye un ser humano. En otras palabras, ese “espíritu” o “soplo” de vida, separado del cuerpo humano, no tiene ninguna capacidad de sentir, pensar, oír, ver o actuar. La vida regresa a Dios porque él es el Creador. Por otro lado, el cuerpo vuelve a la tierra, porque de ella fue formado.
¿Volverá a vivir el hombre después de la muerte?
La promesa de Dios y la esperanza del cristiano es que el ser humano puede retornar a la vida. Esto será posible gracias a la muerte del Señor Jesús en la cruz del Calvario y a su resurrección. La Biblia presenta claramente que Jesús vino a este mundo de dolor y sufrimiento para pagar, primeramente, la deuda del pecador, y redimirlo de la muerte eterna. Cristo destruirá el pecado, al autor del pecado y a todos los pecadores que no se arrepientan de su vida pecaminosa.
La esperanza del cristiano de la vida eterna está fundamentada en la resurrección (S. Juan 6:39, 40; S. Lucas 20:37). Job declaró: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25). Además, el salmista David dijo: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmos 17:15).
El apóstol Pablo también tenía su esperanza anclada en el evento culminante de la resurrección. Él expresó su gran deseo a los Filipenses de la siguiente manera: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:10, 11).
Dicha resurrección será una realidad en la segunda venida del Señor Jesús. Así lo expresó el apóstol Pablo: “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1Tesalonicenses 4:14-17).
Conclusión
Estimados lectores, la Santa Biblia, como se ha visto, presenta claramente cuál es la condición de los muertos y adónde van. La condición de ellos es un estado inconsciente e inactivo en el lugar donde fueron depositados o en el sepulcro. Puedo decir con seguridad que no hay ningún lugar en la Biblia donde se indique que el “espíritu” o “alma” del ser humano es una “entidad” o “elemento” independiente del cuerpo, que pueda sentir, pensar, actuar e ir al cielo o al infierno. Al contrario, la Biblia indica que los muertos van al polvo de la tierra o sepulcro. Luego, en la segunda venida del Señor Jesús todos los que creyeron en é1 y lo aceptaron como su Salvador, resucitarán y vivirán eternamente en su reino. Finalmente, los incrédulos que no aceptaron al Señor Jesús resucitarán para ver la gloria del Señor y morir eternamente. Si el ser humano pudiera ir al cielo o al infierno en el momento de su muerte, entonces no habría necesidad de la resurrección. Pero como la Biblia asegura que hay resurrección, esta realidad contradice el concepto de que el “alma” o “espíritu” pueda ir al cielo a gozar o al infierno a sufrir.
Estimado lector/a, lo invito a que crea y acepte al Señor Jesús como su Salvador para que viva en su reino para siempre. Hoy tiene esa oportunidad, mañana podrá ser demasiado tarde. Acepte hoy al Señor Jesús, si no lo ha hecho aún, y vivirá eternamente.
El autor tiene un doctorado en Teología y escribe desde Portland, Oregón. Colabora frecuentemente con EL CENTINELA.