Notice: Undefined offset: -1 in E:\Webs\elcentinela\index.php on line 104 el Centinela

Número actual
 

Mi esposo piensa que yo soy hermosa. He respondido a sus piropos de muchísimas maneras, la mayoría no en forma positiva. Algunas de mis respuestas han sido reproches y miradas tristes.

Pero estoy tratando de aceptar los cumplidos de mi esposo Tim, creer lo que él piensa. Estoy empezando a aceptar la idea de que realmente hay algo bello en mí, que mi esposo no está totalmente loco. Ahora, sus palabras comienzan a hacerme sonreír, sentarme más derecha y esforzarme más.

Yo nunca he pensado que era linda, menos aún bella. Tengo demasiadas pecas, estoy un poco pasada de kilos, y las arrugas están comenzando a marcarse alrededor de mis ojos. La lista de quejas que tengo de mi cuerpo crece día a día. Si pudiera, hay más cosas que cambiaría en mi cuerpo que las que conservaría.

Pero estoy tratando de hacer ejercicio físico diariamente, de comer mejor y recordarme a mí misma que la belleza real brilla desde adentro hacia fuera. (Esto es lo que mi madre siempre me dijo.) También estoy tratando de portarme con más confianza.

Y Tim me anima en cada paso del camino. Él camina conmigo temprano en la mañana o los sábados de tarde. Me dice cuánto aprecia mi esfuerzo por cuidarme a mí misma. Y se mantiene diciéndome que soy hermosa. Cuando él me piropea, se disipan mis pensamientos negativos, sonrío, y simplemente digo: “Gracias”. Estoy aprendiendo a vivir con la idea de que quizás hay algo bello en mí.

El amor de Dios por mí

Una noche cuando le agradecí a Dios por tener un esposo que ve belleza donde yo no puedo ver nada, fui asombrada por el pensamiento de que el amor de Tim es un reflejo del amor del Señor por mí. Si puedo aprender a aceptar el amor de Tim y gozar en él, entonces quizá yo pueda hacer lo mismo con Dios. Él me ve como un ser perfecto, una mujer capaz y dotada. Estoy tratando de entender que el simple hecho de pensar en mí hace que Dios irrumpa en cantos (Sofonías 3:17).

Todo lo que veo en mi vida es pecado y egoísmo. Mi voluntad es demasiado débil; me falta valor. Yo me siento incapaz de lograr algo importante. Siento como que no tengo talentos. En resumen, soy una persona con muchos problemas.

Pero el amor de Dios me hace perfecta. No es nada que yo haya hecho. No hay razón para que me siga sintiendo culpable, no tiene sentido que siga remarcando mi pecaminosidad. Más bien, Dios quiere que me concentre en él, quien me hace perfecta.

Su anhelo es que yo sepa que él ve mi capacidad. Y cuando me da una oportunidad, no debería rogarle que busque a alguien con más capacidad o más espiritualidad. Yo debo creer que él sabe lo que se necesita hacer, y que me dará la habilidad para realizar lo que él me pide.

Es difícil aprender a vivir lo que Dios cree de mí. Lo que he creído acerca de mí durante tanto tiempo está muy impreso en mi mente, pero siempre recuerdo sus palabras de amor y encanto para mí que se encuentran en la Biblia. Las memorizo, las repito y ejercito mi fe, saliendo de mi zona de comodidad y aprovechando cada oportunidad que Dios me brinda. Al creer que el Señor logrará a través de mí lo que me ha llamado a hacer, se hace efectiva la promesa.

Dios también piensa que tú eres bella. Él te ve capaz, dotada y perfecta. Sabe que a su lado, tú podrás realizar todo lo que él te llame a hacer. Tú eres su placer, su tesoro, “la niña de sus ojos” (Salmo 17:8).

¿Estás viviendo bajo el amparo de esta creencia?

Muchas realmente no creemos en nosotras mismas. Dudamos en lo secreto de nuestra alma de que haya algo amable y hermoso en nosotros. Vemos con demasiada facilidad las faltas, los errores y las debilidades. Estamos preocupadas por el exceso de kilos y por las arrugas. Deseamos ser más altas, más bajas, más delgadas. Apreciamos más las habilidades de las otras personas que las nuestras, aun cuando creamos que tenemos alguna. Simplemente no gustamos de nosotras mismas.

Cuando leo que cuatro de cada cinco mujeres norteamericanas están insatisfechas con su apariencia, no me sorprendo. Cada mujer que conozco cambiaría algo de sí misma. Pero me sorprendió grandemente que sólo el dos por ciento de las norteamericanas encuestadas se describieran a sí mismas como hermosas. Y el 33 por ciento de las mujeres dijo que su mayor meta, más que cualquier otra, sería perder de 15 a 25 kilogramos.

¡Más que cualquier otra meta!

Ésta es una actitud que les estamos pasando a nuestras hijas. Según las investigaciones, mientras sólo una de cada diez chicas estudiantes de la escuela secundaria tiene sobrepeso, nueve de cada diez hacen dietas, y el 81 por ciento de las niñas de 10 años temen estar gordas. Dos tercios de las jovencitas de entre 18 y 20 años dijeron que preferirían ser consideradas malas o estúpidas antes que gordas.

Pero Dios quiere que gustemos de nosotras mismas. Él gusta de nosotras. Él nos ama. Y desea que nos valoremos por el precio que pagó por nosotros. Él pagó el máximo precio: Su Hijo. ¡Qué valor tenemos para Dios! Para aceptar el valor que nos da, para creer que realmente tenemos la belleza que él ve en nosotros, debemos aprender de nuevo: deshacer todo lo que hemos dicho de nosotros mismos durante años, y recordarnos que Dios nos ama y nos valora.

¿Cómo hacer esto?

Cómo cambiar nuestro pensamiento

He descubierto siete cosas que puedo hacer para ayudarme a ser más realista respecto de mí misma, y me gustaría compartirlas contigo.

Sé realista. Todos tenemos formas y tallas diferentes. Las modelos que vemos en las revistas pesan entre un 20 y un 30 por ciento debajo del peso normal, y tienen un equipo de entrenadores, de maquilladores, de diseñadores de moda, de fotógrafos y expertos en peluquería que trabajan para que luzcan bien. La mayoría de nosotras jamás vamos a lucir como ellas.

Recuerda que eres mucho más que sólo tu apariencia. No permitas que tu apariencia o tu talla sea tu identidad. Las mujeres encuestadas mencionaron la felicidad, la bondad, la confianza, la dignidad, el humor, la sabiduría, la inteligencia y la fe como más importantes que la apariencia física. Vive esto.

No te compares con otras. La comparación crea competencia. No podemos aceptar a otros, ni preocuparnos por los demás, si estamos comparándonos y compitiendo con ellos.

Cuida de ti misma. Haz cosas que te hagan sentir bien contigo misma. Haz ejercicio físico. Toma un baño con burbujas. Usa ropa linda. Cambia tu corte de cabello. Perfúmate con la fragancia que amas. Cuida mucho de ti misma. Tener cuidado de uno mismo manifiesta cuánto te importas a ti misma.

Aprende algo nuevo. Busca un desafío. Toma el curso o la clase que siempre quisiste tomar y que no pudiste. Haz una lista de las cosas que te gustaría hacer y comiénzalas a hacer.

Cuida tu lenguaje. A Dios no le agrada que la gente hable mal de sí misma. No te desprecies. Acepta agradecida los cumplidos.

Di la verdad. El diablo está constantemente engañándonos acerca de quienes somos. Él quiere hacernos creer que no valemos nada ni que somos hermosos, para convertirnos en inútiles. Asumamos la verdad de Dios. Ten a mano unos cuantos versículos bíblicos que declaren lo que Dios piensa de ti. Escribe tu nombre en ellos. Personalízalos. Hazlos tuyos y cree en ellos. Dios declara en Jeremías 31:20: “¿No es niño [tú o yo] en quien me deleito? pues desde que hablé de él, me he acordado de él constantemente. Por eso mis entrañas se conmovieron por él; ciertamente tendré de él misericordia”.

Es hora de que vivamos lo que creemos.

¿Hermosa yo?

por Tamyra Horst
  
Tomado de El Centinela®
de Noviembre 2007