Es indispensable buscar en Dios la ayuda para afrontar las circunstancias difíciles que sobrevendrán, especialmente no dejarse dominar por el temor.
“Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar”.—Jesucristo (S. Juan 14:3, versión Dios habla hoy, DHH).
El testimonio de las Sagradas Escrituras es claro y preciso; la historia humana concluirá próximamente con un acontecimiento portentoso y sublime: la Segunda Venida de Jesucristo a la Tierra. Las profecías apocalípticas retumban anunciando ese evento, el mismo Jesús lo prometió y los escritores bíblicos lo revelaron. ¿Qué piensa usted al respecto? ¿Le parece una broma o algo terrorífico? ¿Qué actitud adoptar ante un mensaje de esta naturaleza excepcional?
La actitud bromista. Relata la historia bíblica que un ángel fue enviado por Dios para anunciar la destrucción de Sodoma y Gomorra al patriarca Lot. Esas ciudades habían llegado a un grado extremo de inmoralidad, y se hacía imperioso detener el mal. Entonces, el patriarca comunicó la noticia a su familia e inició los preparativos para la huida salvadora. También les dijo a los novios de sus hijas que huyeran con ellos para evitar la catástrofe inminente. “Pero sus yernos Cprecisa la narraciónC le tomaron a broma” (Génesis 19:14; Biblia de Jerusalén). Otras versiones refieren que a ellos les Apareció... que (el suegro) se burlaba” (versión Reina Valera, 1960) o “no tomaron en serio lo que Lot les decía” (DHH). Esa interpretación bromista o descalificadora fue nefasta para los prometidos; perecieron carbonizados cuando el fuego del cielo cayó sobre ambas ciudades.
La actitud temerosa. Cuando los juicios de Dios amenazan caer sobre los hombres y la tierra, la actitud natural y espontánea es tener temor y aun pánico. Así le ocurrió, por ejemplo, al rey Belsasar de Babilonia en aquella noche que celebraba un pomposo banquete, regalándose generosamente todo tipo de placeres, en una clara expresión de rebeldía contra Dios. El anuncio de la destrucción apareció de manera misteriosa, como un presagio inminente. La historia relata que el rey palideció, fue presa del terror, estremeciéndose de pies a cabeza, temblando las rodillas en total descontrol (Daniel, capítulo 5). Cuando se escucha el mensaje del fin apocalíptico, mucha gente no puede reprimir una brutal sensación de miedo que le sacude las entrañas.
Una actitud sabia. Ciertamente, la mejor actitud es asumir la disposición esperanzada y anhelante del cambio, que lleve a una acción de compromiso y aceptación del mensaje. Es indispensable buscar en Dios la ayuda para afrontar las circunstancias difíciles que sobrevendrán, especialmente no dejarse dominar por el temor ni por la reacción descalificadora que desacredita el valor de la Palabra de Dios. Las profecías bíblicas también se refieren a la actitud que sostendrán, en aquel día supremo, quienes anhelan el cambio radical de este mundo y buscan el encuentro con Dios: “Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isaías 25:9).
Hoy es el tiempo de la preparación y de velar. Si confiamos en Cristo, no nos espera la angustia, sino “un cielo y una tierra nueva”.