El ejército filisteo se dirigió a Sunem, estableció su campamento y se preparó para atacar a Israel, cuyo ejército esperaba la batalla cerca del monte de Gilboa. El rey Saúl dudaba de la victoria, y en su desesperación quiso comunicarse con el Señor para afianzar su fe. Pero ya era tarde: Dios se rehusaba a hablar con el rey apóstata. El temor al futuro incierto y sombrío pesaba grandemente sobre Saúl. Si tan sólo Samuel estuviera allí! Pero el profeta había muerto y ya no podía contar más con él. ¨O quizá podría?
Buscó a una médium para preguntarle qué pasaría. Se disfrazó, para que nadie lo acusara de perseguir y matar a los brujos primero, para terminar consultándolos. Le pidió a la adivina de Endor que llamara a Samuel. Durante el trance, el rey fue descubierto debajo de su disfraz; pero la bruja continuó su obra y trajo al “profeta” ante la presencia del rey. El vaticinio de “Samuel” fue devastador: Israel perdería la batalla y Saúl y sus hijos morirían al día siguiente (ver 1 Samuel 28).
La predicción se cumplió. Pero, ¨era realmente el espíritu de Samuel el que hizo la predicción? ¨Cómo podría una médium, condenada por Dios, tener poder sobre Samuel, el profeta del Señor? ¨De dónde vino Samuel? Si no fue su espíritu el que habló a Saúl, ¨quién fue ese personaje?
El Antiguo Testamento llama seol (hebreo) al lugar adonde van los muertos, y el Nuevo Testamento lo llama hades (griego). En la Escritura, seol y hades significan a menudo simplemente sepulcro. Todos los muertos van a este lugar (Salmos 89:48); tanto buenos como malos. Jacob dijo: “Descenderé… hasta el Seol [sepulcro]” (Génesis 37:35). Cuando Cristo murió, fue a la tumba (hades, Hechos 2:27, 31, o seol, Salmos 16:10) y allí descansó hasta su resurrección.
En el sepulcro hay una absoluta inconsciencia. Jesús comparó la muerte con el sueño de la noche (S. Juan 11). Todas las veces que la Biblia habla del seol (60 veces en el Antiguo Testamento) o del hades, nunca se refiere a ellos como un lugar de sufrimiento o como el infierno. Pero por cuanto la muerte es un sueño, los muertos quedan en estado de inconsciencia en el sepulcro hasta la resurrección, cuando el sepulcro (hades) entregue a los muertos (Apocalipsis 20:13).
Ahora bien, si los muertos “nada saben” (Eclesiastés 9:5), ¨con qué o quién se comunican los médiums espiritistas?
Creer que los muertos están conscientes ha predispuesto a muchos cristianos a aceptar el espiritismo. Si los muertos están vivos y en la presencia de Dios, ¨por qué no pueden volver a la tierra como espíritus activos? Y si pueden, ¨por qué no tratar de comunicarse con ellos y recibir su consejo e instrucción, para evitar el infortunio o recibir consuelo en la tristeza?
Al promover esta línea de razonamiento, Satanás y sus ángeles (Apocalipsis 12:4, 9) han encontrado el modo de entrampar y engañar a los seres humanos. En las sesiones espiritistas se disfrazan de seres queridos que ya han fallecido, y dan supuestamente consuelo y seguridad a los deudos. A veces incluso predicen hechos que, cuando se cumplen, fortalecen la dependencia del ser humano y así profundizan el gran engaño.
La Escritura dice: “Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas” (1 Samuel 28:6). Entonces, Dios no tuvo nada que ver con lo que sucedió en Endor. Saúl fue engañado por un demonio que se disfrazó de Samuel. Saúl nunca vio al verdadero Samuel. La bruja vio la forma de un anciano, mientras Saúl solo “entendió” o concluyó que se trataba de Samuel (vers. 14).
Esta sesión no le produjo ninguna esperanza a Saúl, sino profunda depresión. Al día siguiente se suicidó.