Cuando yo era pequeño, mi padre trabajaba en las minas y solo venía a casa cada quince días. Antes de partir, nos dejaba tareas para cada día, pero mis hermanos y yo dejábamos todo para el último día. Entonces, corríamos de un lado al otro y atendíamos todos los detalles. Cuando mi padre llegaba, encontraba todo hecho, y pensaba que tenía unos hijos maravillosos. Pero un día él llegó temprano, y conoció la realidad. Esa noche nos reunió a todos, y mientras sus ojos brillaban de emoción, nos dijo: “Hijos, yo pensé que lo hacían por amor, pero descubrí que lo hacen por miedo, y eso me pone muy triste”.
La pregunta es: ¿Debemos prepararnos para el retorno de Cristo porque las señales se están cumpliendo, o debemos vivir permanentemente preparados porque amamos al Señor? Prepararse por miedo lleva a “prepararse” solo cuando creemos que la fecha se aproxima. Después, todo queda en el olvido. Pero quien ama a Jesús vive cada día una experiencia de amor espiritual con él, y el resultado es una vida de “preparación” continua.
Desde el momento en que Jesús se despidió de sus discípulos en el monte de la ascensión, han pasado muchos siglos, y el Maestro aún no ha regresado. Por eso, muchas personas creen que la promesa es falsa. Otros creen que Jesús ya vino, que está presente en la tierra, pero que solo es posible reconocerlo con los “ojos de la fe”. Pero San Juan escribió que la venida de Cristo será vista aun por los adversarios que “le traspasaron” (Apocalipsis 1:7), es decir, por los enemigos del cristianismo, y estos carecen de fe.
Un día, tal vez a medianoche, la humanidad dormirá tranquila. En los centros nocturnos algunos intentarán llenar el vacío de sus corazones. Habrá gente en la calle, en las esquinas y en los bares. Otros estarán planeando delitos. Las prisiones seguirán abarrotadas. Y de repente la tierra será sacudida. Se oirán las agudas voces de millares de trompetas, y el sol comenzará a brillar. Todo el mundo levantará los ojos hacia el cielo, pues Jesús estará viniendo en medio de las nubes para poner punto final a la historia del pecado, que degradó, atormentó y ensangrentó a la humanidad.
La última vez que me despedí de mi padre, tenía la certeza de que no volvería a verlo con vida antes del regreso de Jesús. Tuve ganas de llorar, pero él, a pesar de que sus ojos brillaban de emoción, dijo sereno: “Ve en paz, hijo mío. Si cuando estés lejos me sucede algo, no te preocupes; nos encontraremos cuando Jesús regrese”.
Por eso me emociono cada vez que pienso en el regreso de Cristo. Sé que todas las esperanzas humanas se concretarán finalmente en la más grande: la venida gloriosa de Jesús. ¿Quieres prepararte para el encuentro final con Cristo?
¿Debemos prepararnos para el retorno de
Cristo porque las señales se están cumpliendo,
o debemos vivir permanentemente
preparados porque amamos al Señor?
Acerca de la esperanza
“La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:11-13).
El autor ha escrito decenas de libros y artículos, y ha presentado series de conferencias cristianas en los cinco continentes. Escribe desde Brasilia, Brasil.