Dedicamos las páginas centrales de este número al testimonio de una persona cuya vida fue rescatada de la muerte por un acto de amor de alguien más.
La donación de órganos es un acto profundamente humano y, desde una perspectiva cristiana, también profundamente espiritual. Implica entregar parte de uno mismo para dar vida a otro, reflejando el amor sacrificial que Jesucristo nos enseñó. En un mundo donde miles esperan un trasplante que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte, los cristianos somos llamados a considerar seriamente este acto de generosidad y compasión.
Cierta vez un fariseo preguntó a Jesús cuál es el mayor mandamiento; el Maestro respondió que la fe se demuestra en obras de amor. Dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. . . [y] amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (S. Mateo 22:37-40).
El apóstol Juan nos recuerda: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (Juan 3:16). Aunque no todos hemos sido llamados a morir por otros, sí hemos sido llamados a dar, a compartir, a sacrificarnos por el bienestar ajeno. La donación de órganos, ya sea en vida o después de fallecer, es un ejemplo tangible de esta entrega.
El apóstol Pablo también habla del cuerpo humano como un instrumento de servicio: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). Incluso en la muerte, nuestros cuerpos pueden seguir sirviendo a Dios si ayudan a otros a vivir.
Nuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19, 20). Mientras que cuidamos nuestro cuerpo, también podemos reconocer que la vida de otros puede ser restaurada a través de lo que ofrecemos. Tomar conciencia sobre la donación de órganos no solo es un acto de humanidad, sino también una respuesta fiel al mandato cristiano de amar y cuidar a los demás.
El autor es el editor de El Centinela.