Número actual
 

Las palabras: guerras, crímenes, enfermedades, virus, pandemias, hambre, muerte, temor, terremotos, huracanes, inundaciones, son de las más usadas en los medios de comunicación y en nuestras conversaciones hoy en día. Los expertos hablan de depresión, ansiedad, tristeza, muerte por sobredosis, suicidio, inflación e incertidumbre en los mercados financieros.

Las grandes potencias mundiales desarrollan armas cada vez más letales y de destrucción masiva, mientras sus ejércitos entrenan para lo que parece inevitable, un conflicto bélico de dimensiones apocalípticas. Más de 1,420 millones de personas sufren una gran escasez de agua. Millones de niños son reclutados como soldados. Mujeres, hombres, niños y jóvenes son sometidos a violaciones y a la esclavitud sexual.

Aunque muchos creen que el futuro de la humanidad está en el progreso de la ciencia, la realidad es que, aunque vivimos en la era del conocimiento, y los avances científicos han alcanzado niveles inimaginables, al mismo tiempo se retrocede en los valores morales, sociales y espirituales. Es una época de asombrosa comunicación virtual, pero con una comunicación cada vez más fragmentada en la familia.

Es como si una oscura nube de incertidumbre y pesimismo cubriese nuestro planeta, y la inmensa energía de todos los volcanes del mundo se agitasen de forma frenética en su interior, amenazando con erupcionar en cualquier momento, dejando a la humanidad en ruina total.

Esperanza en medio de caos

La gran pregunta es: ¿Existe esperanza, o todo terminará en la aniquilación del planeta Tierra y el exterminio de la raza humana?

El escritor argentino Ernesto Sábato señaló: “Siempre tuve miedo al futuro, porque en el futuro, entre otras cosas, está la muerte”. La percepción que tenemos del futuro produce un impacto en la forma en que vivimos el presente. Mirando a través de la Palabra profética, encontramos un futuro escrito con letras doradas: la gloriosa promesa de la segunda venida de Cristo a la tierra.

Confucio, el gran pensador chino, dijo una vez: “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”. Al estudiar el pasado, vemos que los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento vivieron llenos de esperanza. En sus mentes y corazones había una verdad gloriosa. Su mensaje era: ¡Alégrate, el Rey viene!

  • El patriarca Enoc vivió y habló inspirado en esa promesa (Judas 1:14).
  • El profeta Isaías escribió: “Este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; este es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación (Isaías 25:9).
  • Zacarías y Daniel profetizaron ese día glorioso (Zacarías 14:9; Daniel 12:1).
  • Dios, y no el hombre con su corazón cargado de maldad, tendrá la última palabra (Daniel 2:36-45).

La promesa gloriosa que se le hizo a la iglesia

El amor de un Dios santo que busca a sus hijos perdidos y la promesa de la segunda venida de Cristo forman el eje transversal que une toda la Biblia desde Genesis hasta el Apocalipsis. La Biblia menciona la segunda venida de Cristo 1,500 veces; y uno de cada 25 versículos del Nuevo Testamento la proclama. El mismo Jesús prometió que volvería a buscar a su iglesia: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (S. Juan 14:2, 3).

La promesa de nuestro Señor no pudo haber sido más enfática: “Vendré otra vez”. Aunque en su contexto el verbo expresa una acción futura, la construcción griega que Jesús usó está en tiempo presente por una razón especifica. A este tiempo se le llama presente futurista, y enfatiza la certeza de la acción del verbo. Jesús estaba absolutamente seguro de que volverá por segunda vez, y se lo garantiza a su iglesia.

Los ángeles consolaron a los discípulos con esta promesa gloriosa: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Los cuatro evangelios hablan de ese día glorioso. Pablo enfatiza esa promesa en sus cartas. Pedro, Juan, y los demás discípulos enseñaron y vivieron a la luz de esa gran verdad.

Cómo será la segunda venida

  • Será personal. Jesús regresará en persona (S. Juan 14:3), coronado como “Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:16), “y todos los santos ángeles con él” (S. Mateo 25:31)
  • Visible y llena de gloria. Jesús vendrá con gloria y la visibilidad de los relámpagos (S. Mateo 24:27; 1 Pedro 4:13; Tito 2:13, 14)
  • Todos lo verán. Todos los que estén vivos, buenos y malos, e incluso los que le traspasaron, lo verán (Apocalipsis 1:7; S. Mateo 26:64).
  • Será audible. “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo” (1 Tesalonicenses 4:16; 1 Corintios 15:52; S. Mateo 24:31).
  • Toda la creación sentirá el impacto de su regreso (Apocalipsis 6:12-14).

Más allá de los sufrimientos del presente hay un futuro glorioso: ¡la segunda venida de Cristo! Este mar de lágrimas y sufrimiento que vemos por doquier, y la condición moral de la humanidad son las señales inequívocas que anuncian el regreso de Jesús a la tierra (S. Mateo 24:3-28; 2 Timoteo 3:2-8).

El propósito de la segunda venida de Jesús

Cuando Jesús venga, los justos muertos resucitarán y los justos vivos serán arrebatados (1 Tesalonicenses 4:13-18; S. Juan 6: 40; S. Mateo 24:30, 31). Al igual que Marta, ante la tumba de su hermano Lázaro, podemos decir confiadamente acerca de nuestros seres amados que pasaron al descanso creyendo en el Señor: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (S. Juan 11:24-26).

La segunda venida será un día de horror y espanto para aquellos que rechazaron a Jesús. (Mateo 16:27). Entonces Dios hará la transición entre lo temporal y la eternidad, iniciando su reino de gloria y liberando a sus hijos del dolor, la muerte y la separación. (Apocalipsis 21 y 22).

Amado lector, puesto que la promesa de la segunda venida de Cristo se menciona por lo menos 1,500 veces en la Biblia, y fue afirmada por el mismo Jesús, tiene el sello de garantía del Cielo. Debemos aceptarla, vivirla y proclamarla con toda confianza, pues será el acontecimiento más trascendental de todos los tiempos, que pondrá fin al sufrimiento y el dolor causado por el pecado.

¡Alégrate, el rey viene! Juntos hagamos esta oración: “Querido Padre celestial, ayúdame a prepararme para que cuando tú regreses, mi familia y yo podamos verte para salvación y vida eterna. En el nombre de Jesús. Amén”.

Mateo 24:30, 31

“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.

El autor es Máster en Teología y escribe desde Clinton, Massachussets.

¡Alégrate, el Rey viene!

por Víctor Pérez
  
Tomado de El Centinela®
de Agosto 2023