Todavía estamos en pandemia! ¡Pareciera que la oscuridad no terminará nunca! Es depresiva y larga como esas noches polares del invierno.
Muchas pueden ser las causas de tu aflicción: ¿Estás enfermo/a? ¿Has perdido un ser querido en estos meses? ¿Has perdido tu trabajo? ¿Te acabas de divorciar? ¿Todo parece, en estos días inciertos, empujarte secretamente al abismo de la desesperación?
Cuando todo parezca ir en contra de ti, recuerda que el avión despega contra el viento. Tu fuerza no viene de tu cuerpo, sino de tu Dios. Allí descansa tu verdadero poder
Encerrado por candados de desesperanza, la única solución de David fue presentarle al Señor su situación. Y desafiarlo: “Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación” (Salmo 3:2). Como si le dijera a Dios: “Demuéstrales por medio de mí que eres poderoso para salvar”.
David no se desesperó ante la aflicción, porque había experimentado el poder de Dios: “Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo” (vers. 4). ¡Qué bella seguridad! Si clamamos a Dios, él responderá desde las alturas a nuestra desesperación.
David continúa: “Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba” (vers. 5). Cuando descansamos en Dios, huyen los fantasmas nocturnos que se disfrazan de ansiedad y recuerdos insoportables. No hay seguridad de este lado de la tumba; por eso, nada es más bello que la seguridad de que Dios nos concede su compañía de día y de noche.
La desesperación te dice: “Corre. Haz algo, No sé qué, pero haz algo. Y pronto”. La angustia te dice: “No hagas nada. No puedes hacer nada”. La fe te dice: “Confía en Dios. él hará en su momento lo que tú no puedes hacer”.
¡La oración es tu arma más poderosa! Te da visión cuando el camino se oscurece. Es más poderosa que el motor de los aviones, que ascienden a los cielos contra la fuerza del viento. Por eso, confía en el Señor y volarás como las águilas más allá de la tormenta (ver Isaías 40:31).
El autor es editor de la revista El Centinela.
