Cicerón, filósofo romano antiguo, resaltó el valor de la amistad cuando dijo: “La amistad mejora la felicidad y mitiga la miseria al duplicar nuestro gozo y dividir nuestro dolor”. La amistad ha tomado entonces una relevancia sin precedentes. Se ha convertido en un parámetro de felicidad que nos invita a evaluar cuidadosamente la manera en que somos amigos y la selección apropiada de los amigos que son parte de nuestra vida. Una amistad verdadera nos aportará bienestar, pero una amistad falsa nos podría llevar a la infelicidad.
En su momento, Helen Keller compartió con el mundo la importancia de la amistad cuando dijo: “Prefiero caminar con un amigo en la oscuridad, que sola en la luz”. Una amistad verdadera llenará de luz nuestra vida, aunque estemos en oscuridad; pero una falsa amistad solo nos aportará oscuridad, aunque haya luz a nuestro alrededor.
Ahora, la pregunta clave es: ¿Cómo podemos identificar quién es un amigo verdadero y quién no? El autor de las Sagradas Escrituras no pasó por alto este importante tema; nos compartió características sólidas, que con seguridad nos ayudarán a ser amigos verdaderos y a identificar a los buenos amigos que necesitamos en nuestra vida.
1. La amistad verdadera no es circunstancial. No cambia ni se adapta solo a los buenos momentos; es leal como la brújula al polo. Somos amigos verdaderos cuando estamos presentes en todo tiempo, pero especialmente cuando llega la adversidad. Es fácil ser amigo cuando todo está bien, cuando solo hay buenos momentos, pero en los momentos de oscuridad de la vida es cuando los verdaderos amigos iluminan el camino. Los amigos que desaparecen en la adversidad nunca fueron amigos de verdad. Ya lo dijo el sabio Salomón: “En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano” (Proverbios 17:17, NVI).*
2. La amistad pasa al nivel de hermandad en los momentos oscuros. En la adversidad está el amigo-hermano para corregir en amor, para llorar, para reflexionar, para aprender y para crecer juntos. Es fácil tener amigos, pero es de afortunados tener amigos-hermanos en quienes podemos descansar y confiar transparentemente. Salomón ratifica este pensamiento al decir: “Hay amigos que llevan a la ruina y hay amigos más fieles que un hermano” (Proverbios 18:24).
3. La amistad verdadera aporta felicidad a la vida. El mismo Salomón nos comparte esta tercera característica del amigo verdadero: “Más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en secreto. Más confiable es el amigo que hiere que los abundantes besos del enemigo” (Proverbios 27:5, 6). Las amistades que nos hacen felices son aquellas que no nos dicen solamente lo que nos gusta escuchar, sino que nos aman tanto que nos ayudan a ver nuestros errores, inclusive sabiendo que nos puede doler. El verdadero amigo nos anima a ser cada día mejores y, con respeto sincero, ayuda a identificar lo que está mal para poder corregirlo.
4. La amistad verdadera vive la regla de oro. Esta característica aparece en el corazón de una de las historias de amistad más conocidas de las Sagradas Escrituras, la de David y Jonatán. 1 Samuel 18:1 dice que “Jonatán entabló con David una amistad entrañable y llegó a quererlo como a sí mismo”. La amistad verdadera busca el bienestar para el amigo así como la busca para sí mismo. Cuando el amigo no es feliz, ninguno es feliz; por lo tanto, el bienestar del amigo deja de ser opcional, así como el bienestar propio tampoco lo es.
5. La verdadera amistad está dispuesta a sacrificarlo todo. Encontramos este concepto en la sabiduría práctica de Cristo Jesús: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (S. Juan 15:13). Lo que Jesús nos está diciendo es que la verdadera amistad nace como resultado de vivir una relación transparente con él, quien estuvo dispuesto a entregar su vida, no solo por sus amigos, sino hasta por sus enemigos.
El cristianismo bien vivido y practicado es una escuela de amistad que nos permite tener sabiduría para identificar la amistad verdadera, aferrarnos a ella como un tesoro y, al mismo tiempo, convertirnos en una fuente de amistad verdadera para nuestra familia, iglesia y comunidad.
En lo personal, gozo el privilegio de contar con un selecto grupo de “amigos–hermanos”, quienes durante los años han demostrado su amistad verdadera y me han dado la confianza de ser tal como soy frente a ellos, sin disfraces ni temores de juicio o de patrocinio de lo incorrecto. Cada momento compartido con ellos oxigena mi vida y me anima a seguir adelante en medio de los múltiples desafíos cotidianos y del estrés de las responsabilidades de la vida.
El principal miembro de ese grupo es mi amigo Jesús, quien cumple a cabalidad con las características de una amistad verdadera. Él es un Amigo que está conmigo en todo momento y bajo toda circunstancia, tanto en los tiempos buenos y felices, como en los adversos y tristes. Es un Amigo que me muestra con amor mis errores y, sin juzgar, me motiva a ser mejor cada día. Es un Amigo que vive en amor, porque el amor es el motor de su existencia, al punto que dio su vida para que la mía tuviera sentido.
Hoy quiero recordarte que será muy difícil ser amigo verdadero, e identificar al amigo verdadero, sin relacionarte sincera y constantemente con tu amigo-hermano Cristo Jesús. ¿No te parece que hoy es el día ideal para comenzar (o retomar) esa amistad verdadera?
Lo que dice la ciencia
Ser amigo y tener amigos se ha puesto de moda, especialmente después de que la Universidad de Harvard compartiera con el mundo los resultados de la investigación más larga de la historia sobre la felicidad. El estudio comenzó en el año 1938 e involucró a 268 estudiantes universitarios en Harvard y a 456 niños con un promedio de edad de 14 años y originarios de Boston, Massachusetts. Mientras la mayoría de las personas esperaba que las conclusiones de la investigación, de más de 80 años continuos, ratificaran el concepto, casi universal, de que para ser felices hay que tener dinero y éxito, sorprendió a muchos la conclusión de que el secreto de la felicidad radica específicamente en la calidad de las relaciones humanas.
Robert Waldinger, profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de Harvard, y Director del Centro de Terapia Psicodinámica e Investigación del Hospital General de Massachusetts, publicó los resultados de este estudio en los cuales resaltó que esas relaciones humanas incluían no solo a los amigos, sino también a la familia, a la pareja, a la comunidad e inclusive la interacción con desconocidos.
En otro estudio, esta vez en la Universidad de Oxford, Katerina Johnson llegó a la conclusión de que las personas que tienen más amigos también tienen mayor tolerancia al dolor, ya que tener amistades cercanas con las que compartimos genera una mayor cantidad de endorfinas. Las endorfinas son un neurotransmisor cuyo efecto funciona de manera similar a un analgésico. Así, la amistad tiene consecuencias positivas para la salud y para soportar momentos difíciles.
El autor tiene una maestría en Teología. Escribe desde Orlando, Florida.