El Maestro de Nazaret nos enseña que cuando le dedicamos tiempo, llegamos a ser personas más productivas. En el principio el Creador decidió que la semana tendría siete días, y al séptimo día lo llamó sábado. Los autores de los cuatro evangelios nos ofrecen siete relatos de los milagros que el Redentor realizó precisamente en sábado.
En San Mateo 8:14 y 15, el Señor sanó a la suegra de Pedro. Ella se encontraba en su casa, en la ciudad de Capernaúm, acostada con fiebre. Es también Mateo quien nos cuenta de un hombre con una mano atrofiada a quien el Maestro de Galilea sanó en un lugar público, una sinagoga (S. Mateo 12:9-13).
Marcos, por su parte, deja constancia del caso de un hombre que padecía de una enfermedad espiritual, a quien el Señor decidió dar libertad. Jesucristo sanó a un endemoniado y después de eso su fama se difundió por todas partes (S. Marcos 1:21-28).
El caso de una mujer que había sufrido mucho durante dieciocho largos años por una enfermedad terrible, lo cuenta Lucas, y también relata cómo el Señor rompió el protocolo, interrumpió la liturgia, y, como quien dice, provocó un escándalo; todo para darle sanidad a la mujer (S. Lucas13:10-17). Lucas también nos permite conocer un milagro que se realizó en la casa de uno de los principales fariseos, donde Jesús sanó a un enfermo de hidropesía (S. Lucas 14:1-6).
El cuarto evangelista, Juan, presenta en su maravilloso libro cómo el Maestro se acercó a un pobre y solitario hombre que, por causa de una parálisis, tenía treinta y ocho años de estar abandonado en la vía pública a la espera de un remedio de posibilidades remotas (S. Juan 5:1-9). Jesús sanó a aquel necesitado y le ordenó llevarse con él la camilla en donde había yacido durante tanto tiempo. Otro caso dramático que registra Juan es el de un hombre ciego de nacimiento (S. Juan 9:1-7). Se sentaba a pedir limosna, pero un bendito día sábado Jesús lo vio, interactuó con él, y finalmente le restauró su capacidad visual.
¿Qué nos enseña el Maestro al obrar estos milagros precisamente en sábado? A excepción de uno, el de la señora con fiebre, todos los demás casos hubieran podido esperar unas horas más. ¿Qué es un día más para alguien que lleva 18, 38 años o toda una vida enferma? Jesús tenía una intención.
Veamos dos lecciones. No solo el hecho de hacer milagros en sábado, sino además hacerlos de tal manera que desafiara las reglas establecidas por seres humanos sobre la manera de cómo observar el día de reposo, nos deja ver que el Redentor deseaba corregir un desequilibrio fatal. El sábado no se debe ignorar, no es un día cualquiera, es el “día del Señor” que fue bendito y santificado (Génesis 2:1-3); pero tampoco se debe guardar de manera legalista, con reglas de invención humana, despojado de la misericordia. Las obras de misericordia están en armonía con el propósito de Dios para el sábado.
Tan equivocado es desobedecer el mandamiento que nos dice: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo para el Señor tu Dios”, como lo es guardarlo de forma humana, legalista y fría (Éxodo 20:8-11). Las discusiones de Jesús con los religiosos judíos nunca fueron acerca de si el sábado debe ser guardado o no; el conflicto giraba en torno a cómo debía ser guardado ese día especial.
Otra lección importante es cuán inclusiva es la bendición que el Señor quiere otorgar en este día de delicia (Isaías 58:13). Cristo llevó sanidad, libertad, alegría, dignidad, la posibilidad de una vida restaurada tanto a hombres como a mujeres, a enfermos físicos y también a enfermos espirituales, a un poderoso y principal fariseo como a un mendigo que estaba en la calle. Él sanó al que podía asistir a la sinagoga y también a aquel que no podía moverse de su zona de miseria. ¡Hay misericordia para todos! El sábado tiene un mensaje de bendición universal mediante Jesucristo.
Para el Señor, el mandamiento que nos indica observar el séptimo día de la semana como día de reposo fue tan importante que lo llenó de un mensaje hermoso y práctico, que es muy necesario en nuestro tiempo: la adoración a Dios viene antes que cualquier actividad; el descanso es fundamental para enfrentar el estrés; y la familia es el lugar de la paz. Adoración, descanso y familia son las herramientas que Dios nos da con el sábado para enfrentar el tráfago de una vida consumida por la ansiedad y el secularismo.
Por eso guardar el sábado nos hace más productivos en los otros seis días de la semana. El Señor nos invita a depender de él cada día, a adorarlo cada día de nuestra vida, pero hay seis días cada semana en los que se ha de trabajar (Éxodo 20:9). Durante el sábado, alejados del trabajo habitual, compartimos la vida con el que nos la da y la quiere llenar de bendición. Los beneficios de guardar el sábado son innumerables para nuestra salud física, mental y espiritual.
Lo primero que Dios declaró sagrado fue el tiempo, el sábado. Cuando se dedica un tiempo para que sea una cita renovadora con el Todopoderoso, el tiempo rinde más y la vida se torna cada vez más plena.
Dios es el Dios del tiempo. Lo mejor que puedes darle a alguien es tu presencia, tu tiempo. Y Dios, aunque tiene una agenda universal llena, toma tiempo para estar contigo, ¡a fin de que puedas estar con él de manera especial!
El autor tiene una Maestría en Teología, y escribe desde Murfreesboro, Tennessee.