Durante una gran parte de mi vida tuve miedo de volar en avión. Era tan grave mi fobia que tenía que tomar medicamentos solo para volar. Fue entonces cuando descubrí la declaración de Jesús en la que promete darnos su paz (S. Juan 14:27). Recuerdo cuando subrayaba este texto y llevaba mi Biblia en el avión, para leerlo vez tras vez. Recitaba este versículo cuando se presentaban turbulencias, y pedía a Dios que cumpliera su promesa y me concediera su paz. Cuando advertí que debería volar constantemente como parte de mi vocación ministerial, tuve que resolver este asunto con Dios. Le prometí que iría adonde él quisiera, pero que él tenía que darme su paz para que yo pudiera hacerlo. Ahora, a menudo ya estoy dormida cuando el avión despega.
Quizá tu vida se parece a un avión enfrentando turbulencias, y estás buscando de dónde aferrarte, porque parece que se va a estrellar. Los discípulos de Jesús estaban pasando por algo así. Estaban turbados porque Jesús les decía que se iba y no lo verían más durante un tiempo. Ahora Jesús está consolando sus corazones ansiosos: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. . . Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (S. Juan 14:1-3). Además, los discípulos no quedarían huérfanos, pues el Consolador, el Espíritu Santo, estaría con ellos (vers. 16-26). Es entonces cuando Jesús hace el anuncio más asombroso: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (vers. 27; énfasis agregado).
La palabra paz se repite dos veces en este versículo. Este era un saludo común y una expresión judía de despedida, Shalom, pero Jesús lo califica con el pronombre posesivo: “mi”. Jesús estaba dejando su paz con ellos; este era su regalo especial, una herencia que permanecería con ellos para siempre. Su paz es mucho mayor que la falsa paz que el mundo ofrece, ¡porque la Fuente de esta paz es Jesús mismo!
Si eres algo parecido a mí, sabes que cada mañana muchos pensamientos compiten por absorber nuestra atención. Es fácil perder la paz interior y gastar energía tratando de controlar lo que está fuera de nuestro control. Jesús nos ofrece su paz, que excede todo entendimiento, porque es más grande que nuestra limitada comprensión de las circunstancias por las que estamos pasando. El apóstol Pablo escribió de esta paz cuando estaba en la cárcel donde lo arrojaron los enemigos del evangelio de Jesús: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7; énfasis agregado). ¿Puedes creer que San Pablo escribió esto desde la prisión? ¡En verdad, esta paz sobrepasa el entendimiento!
Jesús versus el mundo
Sigamos leyendo las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en las últimas horas que estuvo con ellos, y también a sus discípulos de todos los tiempos. Veremos que Jesús contrastó dos realidades: él mismo versus el mundo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (S. Juan 16:33; énfasis agregado). él nos anunció dos realidades: en él podemos tener paz, aunque en el mundo tendremos aflicción. Todos los días nos enfrentamos a la elección de qué realidad empoderar y hacer el foco de nuestra existencia: el mundo y sus aflicciones, que seguramente vendrán; o el amor y la paz interior para nuestras almas que podemos encontrar en Jesús, centrándonos en su victoria ya alcanzada en la cruz. Cuando nos enfrentemos a las realidades de este mundo, como la enfermedad, la muerte, y tantos problemas más, recordemos que el mal es un enemigo ya vencido. Jesús venció al mundo con su sacrificio en la cruz, y pronto viene a buscarnos para llevarnos a vivir con él en un mundo de infinita paz. ¡El amor y el sacrificio victorioso de Jesús son la base de nuestra fe! ¡Y Jesús mismo es la Fuente de nuestra paz interior mientras esperamos su regreso!
La paz de Cristo y la vida cotidiana
Quizá te preguntes qué diferencia hace esto en nuestra vida cotidiana. Buena pregunta. Quiero ofrecerte cuatro respuestas de las muchas que encontrarás en la paz que solo Jesús nos puede dar.
1Al aceptar el sacrificio de Jesús en tu favor, vives en paz con Dios. No llevas la carga de todos tus pecados y los desvíos que has tenido en la vida. Sabes que la vida eterna está asegurada para ti, pues Jesús tomó tu lugar en la cruz. O sea que vives en paz con Dios y contigo mismo.
2Como estás en paz con Dios y contigo mismo, puedes vivir en paz con otros, ya que no tienes nada que aparentar. Eres hijo de Dios, y esa es tu identidad principal.
3Cuando experimentes el sufrimiento, la enfermedad o perplejidades, te aferras a esa paz que Dios te da, en la que te rindes a su voluntad porque sabes que te ama y que tiene el control de tu vida, pues te entregaste a él. Confías en él, aunque no entiendas la situación, y vives en la paz que él te otorga, la cual sobrepasa tu entendimiento.
4Y cuando te enfrentas al mal, Dios te da la paz de saber que este mundo es temporal y que pronto él va a intervenir, de una vez y para siempre. En su segundo advenimiento a este mundo terminará con todo sufrimiento y nos llevará a vivir con él en un mundo de paz eterna. ¡Sí, mi amigo! ¡La paz de Jesús hace toda la diferencia!
¿A quién estás escuchando?
Max se encontraba en un avión cuando comenzó la turbulencia. Todos estaban tensos en el vuelo por la situación que estaban pasando, excepto una persona que estaba sentada detrás de Max y que se reía a carcajadas. Nadie más se reía, solo él. Finalmente, el autor Max Lucado giró su cabeza para ver qué era eso tan gracioso que hacía reír al viajero. Vio que el hombre tenía audífonos y, aparentemente, estaba escuchando a un comediante que le causaba mucha risa.
Max Lucado comenta: “A causa de que él podía escuchar lo que yo no podía, actuó en forma diferente a como yo estaba actuando”. Ambos estaban en el mismo avión, pasando por la misma turbulencia; sin embargo, uno estaba conectado a otra realidad que superaba la tensión que otros sentían. La fe es aferrarse a Jesús en medio de la tormenta, y el resultado es una paz divina que experimentas en medio de la aflicción que sobrepasa la “turbulencia”. Jesús te dice hoy lo que dijo a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy. . . No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (S. Juan 14:27; énfasis agregado). La verdadera paz no es la ausencia de problemas sino la presencia de Cristo. Te invito a aceptar este regalo. ¡Jesús pagó un alto precio para darnos esta paz! Pues, “el castigo de nuestra paz fue sobre él” (Isaías 53:5).
* Max Lucado, Just Like Jesus (Nashville, Tennessee: Thomas Nelson, 2003).
La autora es directora y oradora del Instituto Bíblico JESUS 101. Escribe desde California. Para más información visita www.Jesus101.tv.