Cuando me voy a la cama, cierro la puerta de mi hogar con llave. Los expertos en informática me dicen que no debo escribir mi información personal, como mis contraseñas, en ningún lugar, para evitar que alguien las robe. Tengo la creencia de que si algo que alguien me ofrece parece demasiado increíble, debe ser sospechoso. De varias maneras, intentamos proteger nuestra propiedad, nuestra reputación, nuestro bienestar y nuestras emociones de los peligros, así como de nuestras percepciones de peligro en el entorno que nos rodea.
Sin embargo, mientras buscamos protegernos, estas mismas medidas pueden obstaculizar el desarrollo de lo más importante de nuestras vidas: nuestra familia, nuestros amigos y compañeros. Ellos son quienes protagonizan las experiencias más valiosas. Amar y ser amado, interactuar de una manera saludable con los demás, es lo que genera mayor alegría en el día a día. No obstante, las relaciones con nuestros seres queridos, amigos, compañeros del trabajo y nuestra comunidad solo pueden existir si hay un nivel de confianza mutua. Además, si decidimos creer en Dios, se requiere confiar aun más en un Ser invisible, cuya presencia limita nuestro acceso directo.
Si uno desconfía de todos los que entran en su vida, es probable que termine sintiéndose solo y aislado. Conocí a un hombre que siempre sospechaba de todos. Estaba convencido que todos los funcionarios del gobierno mentían, los periodistas engañaban y los empresarios estafaban a la gente. Él procuraba hablar con todo el mundo a fin de convencerlos de sus creencias. Al final, lo único que consiguió fue que todos lo consideraran sospechoso y lo evitaran para no escuchar más de sus teorías.
Ahora bien, reconocemos que hay personas de las cuales debemos ser cautelosos. Hay quienes roban, mienten, se aprovechan de los demás para su propio beneficio. Son estas personas las que nos hacen desconfiar. Seguramente, cada lector de este artículo puede recordar a alguien en quien confió y perdió algo valioso en el encuentro. O quizá pueda relatar el caso de algún político o gobierno cuyos engaños fueron descubiertos. Es cierto que en la vida hay personas de las cuales es prudente desconfiar. Sin embargo, esto no debe impedirnos tomar medidas para proteger lo que es valioso, mientras mantenemos la disposición de establecer relaciones saludables basadas en la confianza.
La clave es que, para tener buenas relaciones y confiar en las personas que realmente lo merecen, uno mismo debe ser alguien en quien los demás puedan confiar. Todo empieza con nuestra propia voluntad. En general, tendemos a tratar a los demás desde la expectativa de que nos tratarán como nosotros los tratamos. Si, en ocasiones, engañamos a otros cuando nos conviene y creemos que obtendremos alguna ventaja, entonces tendemos a pensar que los demás harán lo mismo.
Esta manera de pensar puede llevar a las personas a practicar lo que se conoce como “la regla de hierro”, que dice: “Haz a los demás antes de que ellos te lo hagan a ti”. En lugar de vivir de esta manera, podemos poner en práctica “la regla de oro” enseñada por Jesús: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (S. Mateo 7:12). Aunque es prudente tomar medidas para protegernos del peligro, también debemos ser más intencionales en ser personas en las que los demás puedan confiar, y a la vez, confiar más, en lugar de vivir en constante sospecha.
Cómo desarrollar más la confianza y ser fiable
Ser una persona de confianza. En la Biblia, en el libro de Proverbios, dice: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo” (Proverbios 18:24). Para ser amistoso, uno debe decir la verdad y evitar mentir. El principal factor que destruye la confianza es cuando los demás perciben, o tienen la certeza, de que alguien no dice la verdad. Es fácil decir la verdad cuando nos conviene, pero la prueba llega cuando decir la verdad no nos beneficia o incluso perjudica nuestra reputación o intereses (1 Corintios 6:7). En esos momentos, decir la verdad es aun más importante para mantener la confianza.
Buscar reconciliación cuando las relaciones están tensas. La falta de buena comunicación ocurre con frecuencia. Hay malentendidos y situaciones que pueden hacer que dudemos de cuánta confianza podemos depositar en alguien. Especialmente si se trata de un familiar, un amigo de muchos años o un compañero de trabajo, debemos hacer todo lo posible por reconciliarnos. La reconciliación no solo reduce el estrés, sino que también mejora el bienestar físico y mental.
Confiar con sabiduría. Este artículo no promueve la idea de confiar ciegamente. La realidad es que hay personas de las cuales debemos desconfiar. La enseñanza bíblica se aplica siempre: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).
Confiar en Dios. Hay Alguien en quien siempre podemos confiar. Él siempre obra para nuestro bien y para cumplir su voluntad (Romanos 8:28). Dios no miente nunca, y actúa a nuestro alrededor cumpliendo lo que está fuera de nuestro control e influencia. Si ponemos nuestra confianza en él, aunque algunas personas nos fallen, él nunca nos fallará.
Daniel Royo es editor de libros en la Pacific Press® Publishing Association.