La Real Academia Española define la amistad como el “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Es un vínculo afectivo entre dos o más personas, que se rige por valores imprescindibles: la confianza, la lealtad, el amor, la generosidad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso. La amistad es un valor espiritual y ético en sí mismo.
Solemos escuchar que “el mejor amigo del hombre es el perro”, pero lo cierto es que ya está demostrado que algunos perros han matado aun a sus propios amos. El dicho tiene más bien un sentido de desprecio hacia el hombre más que la valoración de un animal, aunque un perro, en general, sí es un buen “compañero”.
Veamos qué nos dice la Palabra de Dios acerca de la amistad.
La amistad en el Antiguo Testamento:
Desde el mismo comienzo, Dios manifestó amistad hacia nuestros primeros padres cuando les proveyó todo lo necesario para que fueran felices (Genesis 1:28). Y por supuesto que Adán y Eva eran amigos y se ayudaban mutuamente (Genesis 2:18). ¡Eran “ayuda idónea” mutua! Cuando Adán y Eva cayeron en pecado y se escondieron, entonces el gran Amigo, Jehová Dios, los buscó, los encontró escondidos y desnudos, y los vistió con pieles de cordero (Genesis 3:8-10, 21).
Enoc es uno de los amigos de Dios que sobresalen en el Antiguo Testamento. El patriarca cultivó una amistad tan grande con su Dios, que un día el gran Amigo se lo llevó al cielo (Genesis 5:21-24). Otra historia de amistad que resulta muy valiosa es la de David y Jonatan en 1 Samuel 18:1-4. Un verdadero amigo es aquel que está dispuesto a morir por su amigo, y se goza en que su amigo tenga éxito en lo que emprenda.
En Proverbios 18:24 se nos dice: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano”. Aquí, la amistad está por encima del vínculo de hermanos. Y es que a tus hermanos tú no los escoges, pero a tus amigos sí, y eso hace la diferencia.
La amistad en el Nuevo Testamento:
La máxima expresión de la amistad la encontramos manifestada en el acto de Dios al dar a su Hijo para salvar al mundo, y del Hijo al morir por nosotros (S. Juan 3:16). El mismo Jesús dijo: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos” (S. Juan 15:15).
El compositor brasileño Roberto Carlos escribió un poema y un canto que dice: “Yo quiero tener un millón de amigos, y así más fuerte poder cantar”. Es que, para quienes tienen muchos amigos, la vida resulta más llevadera y placentera. La psicología moderna confirma que la amistad es una buena medicina; quienes no tienen amigos corren un riesgo de convertirse en psicópatas. Por eso es recomendable tener amigos; y si no podemos alcanzar el millón de amigos que deseó Roberto Carlos, deberíamos tener por lo menos 25 amigos, según aconsejan los especialistas en salud mental.
Hoy puede ser un buen momento para revisar tu lista de amigos, no para sentirte culpable si no tienes más de 25 amigos, sino para llamar a tus amigos y decirles cuánto los valoras. Obviamente, Jesús debe ser nuestro primer y gran Amigo, porque en él descansa el secreto de nuestra felicidad y de nuestra capacidad para hacer amigos. No olvidemos que está en nosotros la iniciativa de hacer amigos, así como Dios tomó la iniciativa de amarnos y venir a buscarnos para salvarnos.
Los amigos de Dios gozan de paz y prosperidad, aunque tengan tribulaciones: “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien” (Job 22:21). Cuando estemos en peligro y en valles de sombra y de muerte, no temeremos mal alguno, porque nuestro Amigo Jesús estará con nosotros (Salmo 23:1-6).
¡Qué hermoso será aquel día cuando nuestro amigo Jesús nos dé la bienvenida al hogar celestial y nos diga: “Venid benditos [amigos] de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”! (S. Mateo 25:34). Jesús no vendrá a llevar a desconocidos, sino a sus amigos que han hecho su voluntad. A los falsos amigos les dirá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (S. Mateo 7:23).
¡Manos a la obra! ¡Hagamos amigos! Y sobre todo, ¡amistémonos con Dios!
Las diez cualidades de un buen amigo
1. Te motiva a aceptarte a ti mismo
Los seres humanos tendemos a ser autocríticos, y eso puede llevarnos a pensamientos autodestructivos. Un verdadero amigo nos anima cuando estamos siendo demasiado negativos con nosotros mismos.
2. Te muestra con sinceridad tus errores
Tienen la confianza suficiente, y quieren lo mejor para nosotros, por lo tanto nos lo hacen saber cuándo estamos cometiendo un error.
3. Te protege en todo momento
Una de las increíbles cualidades de un buen amigo es su protección y apoyo incondicional en todo momento.
4. Te respeta
Un buen amigo no te critica gratuitamente, no habla mal de ti a tus espaldas, no insulta ni exige nada que no se exigiría a sí mismo.
5. Te acompaña siempre
Ya dijimos que un verdadero amigo siempre está disponible para ayudarte en los momentos más difíciles, pero él hace algo más: te acompaña cuando percibe que más lo necesitas.
6. Te da cariño
Un buen amigo sabe que hay que vivir y disfrutar las emociones positivas. Las normas sociales de represión emocional no son válidas en la amistad, y de una forma u otra siempre se las arregla para expresarte el cariño que siente por ti.
7. Te escucha con el corazón
Nadie puede evitar hablar de sí mismo. Pero el buen amigo sabe callar en el momento oportuno, y muestra interés en lo que dices. En el momento preciso, cuando lo necesitas, el amigo escucha más de lo que habla.
8. Te busca para que lo ayudes
Un buen amigo sabe que tú también te preocupas por él, y nunca te esconderá aquello que le hace mal. De hecho, buscará tu apoyo.
9. Te inspira con su ejemplo
La buena amistad nos hace crecer como personas. El buen amigo se avergüenza de inducirte al mal, más bien te inspira con su ejemplo con su ejemplo a ser mejor.
10. Te ayudará a vivir saludablemente durante más años
Las buenas amistades “engordan los huesos”. Está comprobado científicamente que las relaciones sociales sanas dan calidad de vida, especialmente en los años de la vejez. El buen amigo da vida a los años, y años a la vida.
El autor es doctor en Ministerio y escribe desde Houston, Texas.