El mensaje de la cruz es hoy tan relevante como lo fue para los cristianos del primer siglo. Al principio no fue fácil hablar del mensaje de la cruz. El apóstol Pablo admitió: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (1 Corintios 1:23).
El desafío que enfrentaron los creyentes del primer siglo al aceptar la fe cristiana y defenderla fue enorme, ya que la crucifixión estaba reservada para los peores criminales, y se pensaba que, por consiguiente, Cristo no tenía méritos ni había razón para recordarlo. Esta era una razón por la que los opositores al cristianismo, tantos judíos como griegos, avergonzaban a los cristianos. Eso cambiaría. La cruz se convertiría en símbolo de victoria, digna de ser recordada.
Un mensaje novedoso
“Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:3). El mensaje de la cruz llegó a ser un mensaje novedoso. Nunca antes en ninguna literatura o mitología antigua se habló de un dios salvador que padeciera una muerte tan vergonzosa y humillante. De hecho, muchos, tanto griegos como judíos, lo consideraban un mensaje ofensivo.
Para los gentiles locura
El mensaje de la cruz que predicaba Pablo era para los gentiles evidencia de locura. ¿Cómo podría una persona en su sano juicio adorar a un hombre que había sido condenado como si fuera un criminal, y sometido a la más humillante forma de ejecución? Esta combinación de crimen, vergüenza y muerte lo excluía de toda posibilidad de merecer respeto, mucho menos adoración, pues la crucifixión como acto era extremadamente sanguinaria y horrenda. Lo que se procuraba era humillar, escarnecer y producir dolor a los criminales hasta el punto de que desearan morir.1
Ensalzar como Salvador de la humanidad a uno que había muerto en la cruz provocaba ridículo y oposición. El hecho de que el Ungido de Dios y Salvador de la humanidad había terminado sobre una cruz era una idea absurda para aquellos que no eran judíos.
Tropezadero para los judíos
Los judíos también contemplaban la crucifixión con horror, aunque por una razón diferente. Ellos no hacían diferencia entre un árbol y una cruz, tampoco entre el ahorcamiento y la crucifixión. Por lo tanto, aplicaban a los criminales crucificados la temible declaración de la ley: “Maldito por Dios es el colgado” (Deuteronomio 21:23). Por tanto, para los judíos era inaceptable que el mesías de Dios pudiera morir sometido a esa maldición: colgado de un árbol.
Las expectativas de los judíos acerca del mesías eran muy diferentes. Esperaban que destruiría a los romanos y establecería a Israel como un imperio que dominaría el mundo para siempre. Bajo su reinado se cumplirían todas las promesas de Dios para su nación favorecida.
Por eso, para el judío la idea del humilde y apacible Jesús como mesías era inaceptable. Su confianza en la teología de la realeza les impidió ver que las Escrituras predecían los sufrimientos de la crucifixión, así como la resurrección, para asegurar la redención de la humanidad.
Un ejemplo del pensamiento judío respecto al mesías es el de dos discípulos que iban a Emaús el día de la resurrección. Decepcionados, ellos dijeron, sin saber que hablaban con su Maestro: “Nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. . . Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?”. No les dijo que él era el Mesías crucificado y resucitado, vencedor del diablo, el pecado y la muerte, lo demostró con las Escrituras: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (S. Lucas 24:21; 25-27).
Bajo el engaño satánico que visualizaba al mesías como general y emperador, los judíos tropezaron con el Mesías-Siervo y Víctima, “Cordero de Dios” (S. Juan 1:29).
La cruz en la actualidad
La actitud de muchos hacia el mensaje de la cruz revela su ignorancia. La falta de una verdadera comprensión y reflexión convierte la cruz en fetiche.
El mensaje de la cruz parece nuevo, pero viene desde la caída del hombre. Fue ejemplificado en los sacrificios de animales después del Edén, y a través de la era de los patriarcas, los profetas y los reyes israelitas. Los símbolos y sacrificios del Santuario apuntaban hacia la obra redentora de Jesús en favor de la humanidad, de la cual habló a sus discípulos. Quizá su declaración más clara sobre el tema de su muerte como ofrenda sacrificial fue durante la última Cena. “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (S. Mateo 26:28). Estos dos aspectos: el sacrificio y la remisión de pecados, se destacan sobre cualquier creencia antigua o mitológica. El mensaje de la cruz es un mensaje cargado de sabiduría. San Pablo reconoció: “Para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:24).
Un acto que trasciende el tiempo
El hecho de que el mensaje de la cruz había sido prefigurado en las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento y en las ceremonias y sacrificios, nos muestra que la crucifixión involucra más que una simple atrocidad romana. La crucifixión de Jesús implica un conflicto de índole trascendental: la lucha entre el bien y el mal. Es la respuesta de Dios al problema del pecado y de la muerte. Es el Dios encarnado dando su vida para que los que estaban muertos puedan vivir; es la más grandiosa manifestación de amor de un Dios perdonador que se dio a sí mismo para redimir a la humanidad; la más grande historia de amor que alguna vez se haya contado, y que será estudiada por la eternidad.
“El maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el cual desean mirar los ángeles, y será su estudio a través de los siglos sin fin. Tanto los redimidos como los seres que nunca cayeron hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su canción.2
Contemplemos a Jesús en la cruz y aceptemos su mensaje de salvación.
“Los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”—San Pablo, 1 Corintios
El autor es máster en Teología y escribe desde Texas.