En un mundo marcado por el escepticismo, la duda ha sido adoptada como el método por excelencia en la búsqueda de la verdad. La duda metódica mueve supuestos marcos vitales para la existencia y constituye un gran desafío para quien se rige por valores universales. Todo es relativo en nuestro mundo actual. Si añadimos la actividad de las redes sociales, podríamos pensar que la duda es ya un estilo de vida, algo con lo que lidiamos a diario. Y así, en esta atmósfera de relativismo, cada uno se afana por encontrar su propia verdad, abandonando comportamientos éticos y morales, tildándolos de obsoletos por su “carencia de sentido”.
Por ello, constantemente estamos expuestos a redefinir nuestra forma de vida, nuestro credo, nuestros principios, y a quedar a merced de impredecibles consecuencias. Vivir sin un marco filosófico definido equivale a estar en el aire, entre turbulencias, sin la seguridad de un aterrizaje seguro.
En medio de la incertidumbre del relativismo rampante, y frente a la candidez de esta generación dispuesta a aceptar las demandas humanistas temporales, nos hallamos los que a través de los años hemos vivido esperanzados en el retorno de Cristo, aferrados a un “así dice Jehová”
La fe de José
José, el hijo de Jacob y gobernador de Egipto, pronunció estas palabras en el ocaso de su vida: “Dios ciertamente os visitará” (Génesis 50:24). A pesar de la congoja de la esclavitud y de las tentaciones de la abundancia y el poder, José reconoció el valor de la promesa divina, la importancia de la Palabra de Dios. La convicción de José es un precioso testimonio de que, a pesar de los traumas de un pasado de odio y rechazo por parte de sus hermanos, del desamparo sufrido en un país extraño, de su vulnerabilidad por su condición de extranjero y esclavo, inmerso en un contexto social plagado por el vicio y la idolatría, “el Dios de sus padres sería su Dios”* y su Libertador. “Dios ciertamente os visitará” era el eco de la verdad atesorada por el visionario gobernador.
¿Será que hoy, con más elementos a nuestro alcance, la Palabra de Dios tiene lugar en nuestras vidas?
Las firmes convicciones de José
- La prosperidad y el poder de José no modificaron su creencia en la promesa divina de conceder a su pueblo la tierra de Canaán.
- Al pedirles a sus hermanos “llévense mis huesos”, José reconocía que Dios es fiel a su Palabra. Tal era su postrer mensaje a sus hermanos.
- La certeza de la aparición futura de Jehová minimizaba los obstáculos que pudieran surgir en el futuro. Todo lo demás se reducía a la insignificancia.
“Dios nos visitará”
Hoy, mientras el mundo sucumbe ante la enfermedad y el temor, y enfrenta escasez sin precedentes, mientras busca desesperadamente la paz, el valor de la Palabra de Dios cobra sentido: “Dios nos visitará”. El apóstol Juan recoge de manera más explícita las palabras de Jesús a sus discípulos en vistas a su ascensión a los cielos: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (S. Juan 14:1-3).
Recuerda lo que dijo Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (S. Mateo 24:35). ¡Aférrate a estas palabras!
3 realidades que nos ayudan a creer en el valor de la Palabra de Dios
1. La Palabra de Dios no está sujeta a la temporalidad humana. Las promesas de Dios y su cumplimiento no están circunscritas a nuestros cortos días de vida. Su veracidad ha trascendido la historia humana y mantiene el rumbo del seguro cumplimiento en el futuro (Isaías 40:8).
2. La Palabra de Dios nos conecta con lo mejor que vendrá. En ella encontramos expectativas que trascienden este oscuro y triste mundo. Nos ubica en el tiempo, nos asegura una vida mejor, y nos muestra el control de Dios sobre la historia humana. Si por amor a su pueblo, Dios fue capaz de enmendar la ley de Egipto para permitirle administrar el imperio a José, un extranjero que no se postraba ni reconocía a las deidades egipcias, ¿no estará también dispuesto a cambiar el curso de nuestra situación actual?
3. La Palabra de Dios nos incluye a todos; aun a quienes no vivimos en los tiempos en que fue escrita. Hay obras literarias que encajan solo en contextos exclusivos, conforme a la intención del autor. En cambio, la Biblia posee un alcance progresivo, continuo y sin filtros. Es capaz de impactar y transformar al rico, al pobre, al simple, al intelectual, a todo ser humano. Sus estilos literarios recorren nuestra existencia, como si los escritores, inspirados por Dios, hubieran vivido de antemano lo que estamos viviendo. Aferrémonos cada día a la Palabra de Dios, y encontremos en ella el mayor de sus tesoros: Cristo y su don de vida eterna.
* Elena G. de White, Patriarcas y profetas (Asociación Publicadora Interamericana, 2008), p. 192.
El autor es doctor en Teología y escribe desde Nueva Jersey.