El Centinela dedica este número a dos temas importantes: la presencia de Cristo entre su pueblo, y la pandemia del COVID 19 que ha estremecido al mundo.
La presencia de Cristo era plena antes del pecado. Después, el hombre perdió la capacidad de estar en la presencia gloriosa de Dios, y él se manifestó de forma velada. Abraham lo eligió como su Dios en vez de las deidades de Mesopotamia, Egipto y Canaán, y Dios formó a sus hijos como nación en el desierto de Sinaí. Mediante una nube de día y una columna de fuego de noche, les manifestó su presencia. Además, ilustró su plan de salvación centrado en Cristo mediante un Santuario. Todos los elementos del Santuario, incluido el sacerdocio, ilustraban y apuntaban a la encarnación de Cristo, su sacrificio y su intercesión. Este Santuario era copia del Santuario celestial, el palacio de Dios en las alturas.
Mediante el estudio del Santuario terrenal, varios artículos exponen vislumbres del Cristo representado en símbolos y ceremonias en el Antiguo Testamento (pp. 16, 24 y 30), y dirigen la atención al sufriente y glorioso Hijo de Dios cuya sangre nos redime. Ofrecemos también una reflexión sobre la primera promesa y la primera profecía bíblica de la historia (p. 12).
Respecto a la pandemia causada por el COVID-19, El Centinela ofrece información autorizada. Mediante la pluma de profesionales experimentados, aborda el aspecto médico de la crisis (p. 6), el aspecto emocional (p. 36) y el aspecto social y espiritual (p. 40).
Con el anhelo de estimular la certidumbre en medio de la crisis, y la esperanza entre las brumas del desaliento, El Centinela vuelve a exaltar a Cristo, confiado en que “no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”, porque “Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha” (Salmo 121:4, 5).
El autor es redactor de El Centinela.