Crecí en un hogar típico de una serie televisiva americana de los años 50. Tenía un padre sabio y trabajador; una madre hermosa, ama de casa; una hermanita chiflada y sabelotodo; y un perro psicótico que le aullaba a la luna. Vivíamos en una casa de clase media en un barrio sencillo de clase media, rodeados de otras familias promedias como la nuestra.

La casa de los Mills era una comedia cristiana en la que el culto vespertino y la asistencia a la iglesia eran algo normal, pero me di cuenta de que no todos disfrutaban del mismo estilo de vida. Algunos compañeritos venían de hogares monoparentales. Oía que se susurraba la palabra “divorcio” y me preguntaba por qué algunos de mis amigos preferían quedarse en la escuela luego de las clases en lugar de volver a casa.

Para mí, ser una familia significaba ver el amor y el respeto reflejados constantemente en los ojos de mis padres, y que me recordaran que me amaban.

Hoy es diferente. Los niños tienen un 50 por ciento de posibilidades de crecer en un hogar monoparental. Cada año, miles de ellos nacen fuera del matrimonio y son criados por una madre que no es mucho mayor que ellos. Los abuelos, los tíos, las tías y los hermanos están convirtiéndose en cuidadores sustitutos mientras las madres y los padres luchan por ganarse la vida.

La religión es cosa del pasado. ¿Asistir a una escuela religiosa? Hoy en día, la gente se enfoca en la supervivencia, no en la familia.

Muchos podemos pensar en el pasado y añorarlo, pero vivimos en el presente. Debemos aprender a ser una familia a pesar de los cambios.

Una nueva comprensión de la familia

Al formar a la familia en el principio, Dios creó a un hombre y a una mujer, Adán y Eva, y les dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” (Génesis 1:28). En otras palabras, establezcan familias con mamás, papás e hijos. Dios quería que esto se repitiera vez tras vez.

Cuando Jesús vino al mundo, ahondó en el significado de la familia. Mientras él viajaba contando historias, su madre y sus hermanos lo visitaron. Jesús estaba rodeado de tantas personas que ellos no podían acercársele. Entonces alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte” (S. Lucas 8:20). Jesús respondió: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen” (vers. 21). De esta manera dio a la familia un significado mucho más amplio: personas que ponen en práctica las palabras de Dios, aun cuando eso significa separarse de la familia biológica. Si no somos parte de una familia tradicional, las personas que hacen todo lo posible por vivir vidas cristianas son nuestra familia.

Amor

Un elemento básico de la familia es el amor. Cantar de los Cantares trata del amor romántico, que encuentra su plenitud en el matrimonio. Hay un segundo tipo de amor que identifica el ideal de Dios para una familia; este fluye del corazón del Ser que trajo nuestro mundo a la existencia. Jesús dijo: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado” (S. Juan 15:9). Y agregó: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado” (vers. 12).

Para ser miembros de la familia de Dios necesitamos dos cosas: (1) hacer lo mejor que podamos para vivir una vida como la de Cristo, y (2) amar a los demás como Dios nos ama.

Esto significa que formar parte de una familia está al alcance de todos, sin importar la condición de su familia terrenal, o si no tienen una. ¡La familia de Dios está al alcance de todos!

Una nueva estructura

Nuestros intentos por crear familias terrenales están plagados de divorcios, hijos descuidados, egocentrismo y pecado. Pertenecer a la familia de Dios nos da herramientas para construir relaciones sanas que fortalecen el amor divino y romántico, y brindan caminos claros para que nuestros hijos los sigan.

Aun si en nuestras familias tradicionales hay muertes, divorcios o infidelidades, la familia de Dios permanece, y ofrece apoyo y aliento en momentos de frustración y depresión. ¿Por qué? Porque los miembros de la familia de Dios están aprendiendo a amar como Dios ama.

En este marco, los padres, ya sean solos, abuelos o tíos, que intentan dirigir sus hogares como Dios dirige el suyo, aprenden a hacerse cargo de su familia y tomar decisiones difíciles. Los hogares se convierten en campos de entrenamiento para los niños, enseñándoles a enfrentar la vida en lugar de acobardarse y perderse en los mundos de fantasía de Hollywood, las redes sociales sin protección o las ilusiones.

Los padres como modelo de Dios

Los niños ven al padre o a la madre como modelo de un Dios amoroso, fiel y perdonador. Son testigos de cómo sus padres se inclinan ante el Creador del universo, implorando comprensión. Estos niños aprenden a respetar a los demás porque ven que sus padres han aprendido, mediante el estudio de la Palabra de Dios, a valorar a todas las personas.

Con el mandamiento, “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”, en mente, los padres aprenden a confiar, a ser flexibles, incluso a perdonar y a soltar las riendas cuando es necesario, a medida que sus hijos crecen y maduran.

Cuando los niños ven que sus padres están totalmente comprometidos con su fe, que lo que creen hoy, lo seguirán creyendo mañana y al día siguiente, les da a los hijos adultos un fundamento: hogares seguros formados de recuerdos felices que no cambian a medida que el mundo cambia.

La escritora cristiana Elena G. de White lo expresa de esta manera:

El hogar hermoseado por el amor, la simpatía y la ternura es un lugar que los ángeles visitan con agrado, y donde se glorifica a Dios. La influencia de un hogar cristiano cuidadosamente custodiado en los años de la infancia y la juventud, es la salvaguardia más segura contra las corrupciones del mundo. En la atmósfera de un hogar tal, los niños aprenderán a amar a sus padres terrenales y a su Padre celestial (El hogar cristiano, p. 15).

¿Cómo ser una familia?

  1. Siéntete en casa en la familia global de Dios. Sin importar las circunstancias de tu familia terrenal, eres hijo de Dios, él es tu Padre. Tienes hermanos y hermanas en Cristo en todo el mundo.
  2. Pregúntate: ¿cómo quiere mi Padre que trate a mis hermanos en Cristo? Para saber qué papel debes desempeñar en sus vidas.
  3. Sigue las pautas celestiales para vivir exitosamente en el mundo. La tolerancia, la flexibilidad y el perdón te ayudarán a superar los momentos tumultuosos en la interacción con otros.
  4. Entonces, y solo entonces, enamórate. Ríanse juntos, mírense de reojo, hazte el ridículo por la persona que amas. Escribe poemas y canciones de amor.
  5. Cásense, tengan hijos y disfruten de la satisfacción de saber que tu familia terrenal está basada en el marco eterno de la familia global de Dios. ¡Ahora puedes protagonizar tu propia novela de amor familiar!

Charles Mills es un prolífico autor, productor de videos, y presentador radiofónico. Este artículo fue traducido y adaptado de la revista Signs of the Times, septiembre de 2012.

Cómo ser una familia

por Charles Mills
  
Tomado de El Centinela®
de Mayo 2025