Algunas veces al principio de la semana y otras veces al final de ella, hay quienes experimentan momentos en los cuales les parece que trabajar es una pesada carga, un castigo o hasta una maldición. Una antigua canción popular decía: “El trabajo lo hizo Dios como castigo”. Pero, después de todo, ¿qué es el trabajo y qué función cumple en la vida?
El trabajo como bendición
Desde la perspectiva cristiana, el trabajo es una bendición. El primer libro de la Biblia, Génesis, es el fundamento de la teología del trabajo. La creación fue la obra bien planeada y hermosamente realizada de Dios; así pues, Dios trabaja. En el mundo ideal, recién creado, a Adán se le encomendaron dos trabajos: uno relacionado con la agricultura (cultivar y cuidar el huerto, en Génesis 2:15) y el otro con la taxonomía (poner nombre a los animales, en Génesis 2:19).
Después de la caída en pecado de la humanidad, el trabajo siguió siendo la manera noble de suplir las necesidades legítimas. “Comerás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3:19).1
Cuando estuvo en esta tierra, Jesús honró el trabajo al ser él mismo un trabajador y ser llamado por el nombre de su oficio: “¿Acaso no es este el carpintero?” (S. Marcos 6:3).
Además, el Maestro de Nazaret dijo que Dios el Padre hasta ahora trabaja, y él también trabaja (S. Juan 5:17).
El ser humano, como imagen y semejanza de Dios, tiene el privilegio y la vocación de trabajar, de manera que cuando no tiene la oportunidad de desempeñarse en una profesión u oficio, experimenta angustia. Tal era el caso de unos jornaleros a quienes se les preguntó: “¿Por qué se han pasado todo el día aquí, sin hacer nada?” Y ellos respondieron: “Es que nadie nos ha contratado” (S. Mateo 20:6, 7).
El trabajo es una bendición por cuanto permite satisfacer tanto las necesidades propias como las de otros. “El que antes robaba, que no vuelva a robar; al contrario, que trabaje y use sus manos para el bien, a fin de que pueda compartir algo con quien tenga alguna necesidad” (Efesios 4:28).
El trabajo como deber
De manera categórica, la Sagrada Escritura dice: “Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). Sin embargo, un ritmo de trabajo y de descanso es esencial para la vida, y la sabiduría divina fue muy explícita cuando incluyó en los Diez Mandamientos uno destinado a regular el ritmo de actividad y enfoque para la vida. “Acuérdate del sábado, para consagrarlo al Señor. Trabaja seis días y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el séptimo día es de reposo consagrado al Señor tu Dios. No hagas ningún trabajo en ese día, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que viva contigo” (Éxodo 20:8-10, DHH).2
Finalmente, las Sagradas Escrituras insisten en que el empleado no debe ser explotado. “Pues la Escritura dice: ‘No le pongas bozal al buey que trilla’. Y también: El trabajador tiene derecho a su paga’” (1 Timoteo 5:18, DHH).
Tanto empleados como empleadores tienen derechos y deberes. Y en la medida en que los practiquen, honrarán el nombre de Dios y marcarán una diferencia en una sociedad en la que lo común es ver personas queriendo aprovecharse con egoísmo cruel de sus semejantes.
¡A trabajar se ha dicho!
Derechos laborales en la Biblia
Hay principios que hoy siguen tan vigentes como en la antigüedad. Una exhortación bíblica para los empleadores expresa:
“No oprimas al jornalero pobre y menesteroso, ya sea este uno de tus compatriotas o algún extranjero de los que habitan en tu tierra y dentro de tus ciudades. Le pagarás su jornal el mismo día, antes de que se ponga el sol, pues ese hombre es pobre y necesita su paga para vivir. De lo contrario, pedirá ayuda al Señor, y esto será un pecado en tu contra” (Deuteronomio 24:14, 15).
Por otra parte, el empleado no debe estafar a su empleador, y debe cumplir con los bienes y servicios acordados, por un precio justo:
“Ustedes, los siervos, obedezcan a sus amos terrenales con temor y temblor, y con sencillez de corazón, como obedecen a Cristo. No actúen así solo cuando los estén mirando, como los que quieren agradar a la gente, sino como siervos de Cristo que de corazón hacen la voluntad de Dios” (Efesios 6:5, 6).
El trabajo como disfrute
A pesar del egoísmo y la injusticia que abundan en este mundo, todavía es posible disfrutar del trabajo: “Tomar nuestra parte y disfrutar de nuestro trabajo es un don de Dios” (Eclesiastés 5:19).
Para percibir un salario por hacer algo que disfrutamos hacer, conviene tomar en cuenta algunas preguntas al momento de decidirse por un trabajo; por ejemplo:
¿Me apasiona hacer esto?
¿Tengo las habilidades necesarias para hacerlo bien?
¿Puedo honrar a Dios con este trabajo?
¿Este trabajo será de bendición para otros?
¿Este trabajo es rentable?
Si todavía no estás haciendo el trabajo que te apasiona, el que soñaste, el que harías aun si no te pagaran por ello, mantén la actitud adecuada y conserva la esperanza. “Volví la mirada, y vi bajo el sol que no son los más veloces los que ganan la carrera, ni son los más fuertes los que ganan la guerra; también vi que los sabios no tienen qué comer, que quien es inteligente no es necesariamente rico, y que quien tiene conocimientos no siempre es favorecido. Todos ellos tienen su momento y su ocasión” (Eclesiastés 9:11). Prepárate para que cuando llegue tu momento, puedas aprovechar esa oportunidad.