La caída del muro de Berlín, en noviembre de 1989, marcó el final del comunismo en la Unión de Repúblicas Soviéticas Sociales (URSS). En ese momento, parecía que el capitalismo, el libre mercado y la globalización serían la nueva ruta de este planeta. Los antiguos discursos comunistas, basados en la lucha de clases y la supresión de la propiedad privada de los medios de producción parecían superados. Con la promesa de prosperidad del mercado común, la voz del pueblo perdió protagonismo.
Sin embargo, pronto la falta de resultados decepcionó a diversas sociedades, y creció el resentimiento social. ¿Qué discurso político podía surgir tras la caída del comunismo? Uno de sus herederos: el populismo. Este utilizaba la figura del pueblo con la promesa de “hacer el bien bajo los más altos ideales democráticos (‘¡Que el pueblo mande!’)”.1 Lo curioso es que el populismo no se parece a ninguna doctrina codificada; más bien, “lo constituyen una serie de aseveraciones distintivas y tiene lo que podría denominarse una lógica interna”. Se alimenta de explicaciones simplistas de la realidad y puede adoptar formas de derecha o de izquierda.
En La revancha de los poderosos, Moisés Naim destaca tres elementos usados por ciertos políticos y gobiernos para debilitar a sus opositores, conocidos como las tres P: populismo, polarización y posverdad. Independientemente de la ideología, estas tres herramientas se replican en diversos países, ejerciendo gran seducción sobre la gente.
¿Qué sucederá mañana?
El Diccionario de la lengua española define la democracia como un “sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo”. No obstante, el populismo parece una forma degradada de democracia que amenaza con destruirla. En vez de construir una soberanía del pueblo, parece que está preparando las conciencias para aceptar futuras tiranías, así como el regreso al totalitarismo, que podría parecer un discurso aceptable en los labios de los nuevos “mesías”.
Ante los escenarios geopolíticos actuales, la antigua descripción bíblica de un poder hegemónico previo al regreso de Jesús ya no suena improbable:
Después vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. Ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera que incluso hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Engaña a los habitantes de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que le hagan una imagen a la bestia que fue herida de espada y revivió. Se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablara e hiciera matar a todo el que no la adorara. Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, y que ninguno pudiera comprar ni vender, sino el que tuviera la marca o el nombre de la bestia o el número de su nombre (Apocalipsis 13:11-17).
Las tres P: populismo, polarización y posverdad
Populismo:
Tendencia política que busca atraer a las clases populares (Diccionario de la Lengua Española).
Defensores del populismo se presentan como representantes genuinos del pueblo.
Acusan a la élite política de ser responsable de la corrupción y las desgracias sociales.
El pueblo es visto como moralmente puro y víctima de gobiernos corruptos.2
La culpa de todo la tienen los predecesores, a quienes se responsabiliza de todas las desgracias que padece la sociedad.
Los líderes populistas desprecian a expertos, académicos y científicos, acusándolos de colusión con la oposición.
Apuestan al instinto y la corazonada de sus carismáticos y temerarios líderes, a quienes elevan al nivel de nuevos mesías.
Polarización:
La idea del pueblo homogéneo y auténtico (una fantasía peligrosa, de acuerdo con el filósofo Jürgen Habermas) alienta a la polarización.
El populismo crea una división entre “el pueblo bueno” y “los enemigos del pueblo”, a quienes hay que destruir a como dé lugar.
Fomenta una polarización que impide un debate político civilizado, incluso entre familiares y amigos.
Los defensores del populismo lo asumen como una nueva regla de fe, una especie de religión en la que colocan todas sus esperanzas.
El cuestionamiento de líderes y dogmas populistas es visto como una herejía.
Los medios de comunicación son atacados como emisarios de los enemigos del pueblo.
Una vez en el poder, los líderes populistas atacan a la prensa utilizando el poder del Estado.
Ejemplo actual de polarización extrema: Estados Unidos, con sus elevados niveles de división social.
Posverdad:
La posverdad tiene que ver con una “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” (Diccionario de la lengua española).
Líderes populistas enturbian las aguas para complicar que se entienda la diferencia entre la verdad y la falsedad.
Minimización de las mentiras y datos espurios, llevando a la sociedad a aceptar estas distorsiones.
La pérdida de interés por la verdad se convierte en una característica de la sociedad influenciada por el populismo.
1. Jan-Werner Müller, ¿Qué es el populismo? (México: Libros Grano de Sal, 2017), p. 17.