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Ante la cruz de Jesús está María, la mujer en cuya entraña se gestó el milagro de los siglos, la encarnación del Dios redentor. Pero no está José, el elegido por Dios para criar a su Hijo encarnado.

¿Acaso este santo varón manifestó indiferencia ante la suerte de su Hijo? ¿Habrá huido para ponerse a salvo de los enemigos de Jesús? No, esas conductas no hallan cabida en hombres de su estatura moral, pues la Escritura lo llama “justo” (S. Mateo 1:19).

Se cree que la ausencia de José en el Gólgota se debe a que había muerto, pues tampoco se le ve en las bodas en Caná, ni cuando María y sus hijos fueron por Jesús donde impartía su enseñanza. Quizá Dios permitió que José descansara antes de la crucifixión, para evitarle un choque con los romanos, pues pudo haber peleado por su Hijo.

Aunque Jesús no tuvo un padre terrenal que lo alentara en la hora del sacrificio, contó con la presencia del Padre celestial, a quien entregó su postrer aliento luego de proclamar su victoria sobre el mal. En las jornadas redentoras el Padre sostuvo al Hijo, lo acompañó hasta la muerte, lo llamó a salir del sepulcro. Ahora el Hijo está a la mano derecha del Padre para siempre, y gobierna el universo.

Tal vez su padre ha estado ausente en sus horas más oscuras, o durante toda su vida, y el corazón le duele. No se desaliente, refúgiese en el amoroso pecho del Padre celestial, para quien usted vale tanto “como la niña de su ojo” (Deuteronomio 32:10; Zacarías 2:8). El Centinela hace votos porque así sea, y lo insta a ocupar junto con su familia el mejor lugar: al pie de la cruz.

El autor es doctor en Teología, y escribe desde Silver Spring, Maryland.

“Padre nuestro”

por Minervino Labrador Jr.
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2023