Corría el año 2018. Había terminado el campeonato mundial de fútbol en Rusia, en el que la selección de Francia se coronó por segunda vez. En esa competencia hubo una figura sobresaliente; por eso, enseguida fue adquirido por un equipo italiano. La noticia de su contrato asombró al mundo por el costo de la transacción: 100 millones. ¡Cristiano Ronaldo, la estrella portuguesa, valía 100 millones de dólares!
Cuando leí la noticia pensé: ¿Cuánto vale una persona? ¿Te has hecho alguna vez esa pregunta? ¿De qué medio nos valdremos para saberlo? ¿Será que la gente encuentra su valor en los bienes materiales que posee? ¿Son los títulos acumulados lo que determinan ese valor o tal vez la capacidad de ejecutar cierta disciplina deportiva o de otra índole? ¿Valemos solo cuando los que están a nuestro alrededor nos consideran así? ¿Podemos encontrar nuestro valor en nuestra propia estima? O sea que, si nos consideramos valiosos, ¿entonces tenemos valor? ¿Y si fuera al revés, y el día que nos sentimos rebajados, perdiéramos nuestro valor? ¿Cómo saberlo? ¿Dónde encontrar nuestro valor como seres humanos si a veces nos hemos comportado como gente que no merece ser considerada valiosa?
Nuestro verdadero valor
Como ocurre con todas las preguntas existenciales, la Biblia tiene la respuesta. En ella Dios nos habla de nuestro exaltado origen. “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26, 27; ver también Génesis 5:1).
Esto nos confirma que no somos el fruto de la casualidad sino el diseño de una mente inteligente. Formamos parte de un plan mayor. Esto nos da certidumbre de origen y pertenencia, y nos da sentido de vida y propósito. En fin, nos da valor, pues hemos sido creados por un Dios que nos considera de forma muy particular: sus hijos.
¡Qué alivio! ¡Somos muy valiosos y privilegiados! El Ser que nos creó también nos imparte valor por el trato que nos da. “Los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti” (Isaías 54:10).
Aunque la entrada del pecado en el mundo y en nuestra naturaleza dañó nuestra relación con Dios, él no modificó su trato hacia nosotros. Al contrario, hizo más manifiesto su amor cuando entregó a su propio Hijo para que nos rescatara del abismo en el que nos habíamos sumergido a consecuencia del pecado. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (S. Juan 3:16).
Para poder rescatarnos del pantano del mal, Dios realizó un gran sacrificio, muy superior al que haría cualquier padre terrenal por un hijo. “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Siendo Dios el dueño del oro y de la plata de este mundo (Hageo 2:8), cuando tuvo que pagar tu rescate del pecado y de la muerte no pagó con elementos de valor relativo, como oro, plata, o piedras preciosas, sino con su propia vida. “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:3). ¡Qué asombroso amor!
Ante la cruz
Si has de determinar tu valor valiéndote de un hecho objetivo, mira la cruz del Calvario y encuéntralo allí. ¡Ese es tu verdadero valor! ¡Tú eres su especial tesoro! ¡No permitas que las circunstancias, la opinión de la gente ni la tuya misma determinen tu valor! ¡Mírate a través del Calvario! ¡Encuentra tu valor en tu Creador y Redentor Jesucristo!
El autor coordina las actividades de las iglesias adventistas de habla castellana en el sur de los Estados Unidos.