Leemos en Filipenses 4:4: “Estén siempre llenos de alegría en el Señor” (NTV).* Su Persona es nuestra alegría. Es en su presencia que hallamos “plenitud de gozo” (Salmo 16:11). Jesús dijo: “Les he dicho estas cosas para que se llenen de mi gozo; así es, desbordarán de gozo” (S. Juan 15:11, NTV). La alegría del creyente es un estado de riqueza interior, de sentirse satisfecho con lo que se tiene, porque uno se siente aceptado por Dios, redimido y dirigido por él. Esta es la verdadera felicidad (ver p. 6).
Jesús dijo que la alegría puede surgir de la tristeza y aún del dolor. Lo ejemplificó con la experiencia de la parturienta. Esas palabras fueron dichas en ocasión de anunciar su muerte y alejamiento de la tierra. Los discípulos estaban apesadumbrados por la separación. Durante tres años habían convivido con el Maestro y ahora él se iba. Sufrirían la pérdida y el alejamiento. Entonces Jesús les trasmitió la esperanza maravillosa de que volvería por segunda vez, para no separarse nunca más de ellos y de todos los que creen en él (S. Juan 14:1-3). Esa “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13) ha sido el corazón de la fe de los cristianos a lo largo de los siglos y milenios. Pero mientras tanto, les concedió la promesa de la compañía del Espíritu Santo, que trae alegría (ver Gálatas 5:22). Esta persona de la Divinidad daría a los discípulos de aquellos tiempos y de todos los tiempos la vivencia bendita de la presencia permanente de Cristo en la vida. Esa experiencia sería como un renacimiento, un nuevo alumbramiento de fe y alegría, que disiparía las sombras de la angustia.
Por eso, anclados en esta esperanza, entreguemos hoy nuestro corazón a Jesús. Que esta sea nuestra tarea diaria. Acumulemos alegría en nuestra alma, como reserva para los días tristes. Amemos a la gente. Las personas no nos recordarán por lo que les dijimos, ni aun por lo que hicimos por ellas, sino por cómo las hicimos sentir.
*Las citas marcadas con NTV fueron tomadas de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.
El autor es el editor de El Centinela.