Hay vislumbres de la existencia de Dios en cada rasgo de la historia humana y de la naturaleza. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”, dice el salmista (Salmo 19:1). El sol, la lluvia a tiempo, las colinas nevadas, los ríos cristalinos declaran el amor del Creador. También hay evidencias del cuidado de Dios en las relaciones de amor filial y fraternal. “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen” (Salmo 103:13).
Sin embargo, el mismo sol que testifica del amante Creador puede destruirnos. La lluvia puede crear torrentes que ahoguen aldeas enteras. La montaña elegante y bella puede eructar fuego que destruya pueblos y aun ciudades. Y las relaciones humanas a menudo envuelven celos, envidia, ira y odio, que conducen al crimen. Existe el mal; y revela un conflicto contra el bien, pero nada explica cómo comenzó ese conflicto, quién está luchando y por qué, o quién finalmente triunfará. Solo la Biblia lo explica.
Hay un universo fuera de nosotros que queremos conquistar. El telescopio espacial Kepler está muy ocupado en la búsqueda de planetas de otros sistemas solares. La NASA acaba de inaugurar un departamento que se dedicará a investigar el fenómeno de los ovnis y la existencia de otras civilizaciones más allá de nuestra galaxia. Buscamos la vida fuera de nosotros; sin embargo, hay un universo interior en cada ser humano que clama por ser conquistado. Y acá viene el valor de la Palabra de Dios. El pecado limita la revelación de Dios en su creación, porque oscurece nuestra capacidad de interpretar el testimonio divino. Pero en su amor, Dios nos dio una revelación especial de sí mismo para ayudarnos en la conquista de nuestra alma.
Esto es precisamente lo que nos da la Biblia: conocimiento de Dios y una conciencia moral de uno mismo que no podemos alcanzar solos, porque está más allá de nuestros límites, como lo están las estrellas que permanecen ignotas a distancias infinitas. Solo la Biblia puede enseñarnos la verdad de nuestra existencia, y con ella la esperanza de un futuro mejor.
Vivimos tiempos difíciles, pero nuestro socorro viene de a Palabra de Dios. Vayamos a ella en busca de esperanza.
El autor es director de El Centinela.