El libro de Job nos narra la catarata de pérdidas que padeció súbitamente un acaudalado patriarca de Oriente Medio. Perdió sus bienes y su salud, y sus hijos murieron víctimas de un tornado. Luego, su mujer lo abandonó emocionalmente y le deseó la muerte. El relato bíblico desvela que todas las desdichas que sufrió el patriarca fueron causadas por el enemigo de Dios. Sin embargo, aunque Job perdió prácticamente todo, retuvo su confianza en Dios, y al mismo tiempo conservó el impulso de vida dado por el Creador para adaptarse a la nueva situación y sobrevivir. A esta fuerza interior la psicología la llama “resiliencia”.
¿Quién es el verdadero culpable?
Tomando en cuenta el lenguaje y el escenario patriarcal del libro de Job, muchos estudiosos concluyen que esta obra literaria es uno de los libros más antiguos de la Biblia, con la excepción de los primeros once capítulos del Génesis. Si este es el caso, una de las primeras lecciones que las Sagradas Escrituras nos presentan es que Dios no es el culpable de los desastres, traumas, pandemias y pérdidas que sufrimos.
Basados en la enseñanza errónea de que los seres humanos solo sufrimos como resultado de nuestros pecados, los amigos de Job irrumpieron en largas conversaciones que buscaban inculpar al que sufría en vez de consolarlo (Job 8:1-13). Pero, aunque Job no entendía la razón final de sus padecimientos, así como ocurre frecuentemente hoy en día con nosotros, él confiaba plenamente en Dios y se resistía a rendirse ante la adversidad. A los múltiples informes trágicos Job responde: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). En la cultura de los tiempos de Job se le atribuía a Dios lo que él permitía. Ahora sabemos que Dios es el Dador de “todo don perfecto y toda buena dádiva” (Santiago 1:17), y que el enemigo de Dios “viene solo para hurtar y matar y destruir” (S. Juan 10:10). Satanás es la causa primera de todo mal.
El Redentor
A pesar de sus sufrimientos, y con un gran apego a la vida y la esperanza puesta en Dios, el patriarca respondió a sus amigos: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré; no obstante, defenderé delante de él mis caminos” (Job 13:15). Y también escuchamos de sus labios una de las expresiones más sublimes de la fe: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25).
¿Quién es el Redentor a quien Job se refería? La ausencia de una solución humana a la situación de Job demandaba al Redentor por excelencia de la Biblia, Dios mismo. En varios lugares la Biblia habla de que Dios es el Redentor de sus hijos, de su pueblo (éxodo 15:13; Isaías 43:1).
En la cultura tribal del antiguo Oriente Medio, las familias tenían un defensor legal que era conocido como el “redentor”. El término hebreo usado en Job 19:25 y traducido como “redentor” es go’el, que se traduce además como “pariente cercano”, o “vengador de sangre”. De esta forma, un “redentor” humano cumplía cuatro responsabilidades básicas: (1) Cuando alguien moría sin dejar descendencia, era responsabilidad del “redentor” casarse con la viuda y así preservar el nombre del difunto al suscitar descendencia (Deuteronomio 25:5-10; Rut 2:20).
(2) Si alguien perdía sus bienes al tener problemas financieros, el redentor debía adquirir los bienes y entregarlos a su antiguo dueño (Levítico 25:25). (3) Si la quiebra financiera incluía la pérdida de la libertad, pues la persona podía venderse a fin de pagar sus deudas, de igual manera, el redentor era el único que podía pagar por la libertad del afectado (Levítico 25:47-51). (4) Finalmente, si algún miembro de la tribu o familia era asesinado, solo el redentor debía aplicar la pena capital contra el homicida (Números 35:12, 19).
Para Job, ningún ser humano podía fungir como su go’el, pues aun sus amigos, en un sentido básico, le dieron la espalda. Solo Dios podía ejercer todas las funciones de un redentor. La resiliencia y la confianza de Job estaban enraizadas en un Dios fiel, quien podía cumplir todas las responsabilidades de un redentor.
Al final del relato del libro de Job, Dios restauró completamente al patriarca como una evidencia de su fe y de lo que finalmente ocurrirá con todos los hijos de Dios (Job 42:10-17). Tal como luego se afirma en el Nuevo Testamento, gracias a su vida, muerte y resurrección, Jesús levantará una descendencia eterna (1 Corintios 15:22; Apocalipsis 5:9; 7:9; 19:9). Solo la vida y el sacrificio de Jesús hizo posible la redención del planeta (Apocalipsis 11:15; S. Mateo 5:5). Al poner nuestra confianza en Dios, podemos recuperar nuestra libertad (S. Mateo 18:11). él nos restaura, y finalmente él hará justicia contra el enemigo de Dios, destruyendo el pecado y a su originador para siempre (Apocalipsis 6:10; Hebreos 10:30).
Ciertamente, la solución a todas nuestras crisis actuales está fuera del alcance de cualquier ser humano que pretenda o intente ser un redentor. En medio de nuestras adversidades presentes, vale la pena recordar ¡que nuestro Redentor vive! El pecado, el dolor y la muerte muy pronto serán destruidos. Solo en Dios hay vida durante y después de la pandemia.
El autor, doctor en Teología, es escritor, conferenciante y profesor adjunto de Antiguo Testamento en la Universidad Andrews y en el Seminario Teológico Adventista Interamericano. Escribe desde Forest Grove, Oregón.