El poder de la pantalla es innegable. Leemos en pantalla; nos entretenemos frente al televisor; nos comunicamos mediante el Internet; compramos por Amazon; buscamos información y trabajamos pegados a una computadora. La tecnología que durante un tiempo nos parecía mágica ahora nos abruma, nos envuelve y nos torna dependientes.
Antes éramos espectadores. Ahora somos actores, participantes, ciudadanos de un mundo virtual que es tan influyente como el físico. Antes nos sentábamos ante el televisor como agentes pasivos; ahora decidimos, evaluamos y aparecemos nosotros mismos en la pantalla. La pantalla misma ha evolucionado: de un monitor fijo, la tecnología nos trajo computadoras portátiles, tabletas y la más potente forma de acceso al mundo virtual: el teléfono inteligente.
El impacto de la vida ante pantallas es especialmente riesgoso para los más jóvenes. En base a los peligros de la interacción con el Internet y las redes sociales, se considera que los padres deben posponer el uso de celulares de parte de sus hijos hasta la adolescencia. Los teléfonos celulares requieren mucha responsabilidad y cautela. Es cierto que un celular provee cierta seguridad en términos de permitir la comunicación entre hijos y padres, pero su uso debe ser cuidadosamente controlado para evitar conductas indebidas y riesgosas.
La protección como prioridad
Antes de entregarle un celular, los padres deben asegurarse de que su hijo muestre rasgos apropiados de responsabilidad. Esto significa que es honesto, que cuida bien sus pertenencias, que entenderá cuándo abstenerse de enviar mensajes de texto, y que obedece los límites impuestos por sus padres y maestros.
Los padres también tienen acceso a controles parentales que pueden activarse en las computadoras, los celulares, tabletas y servicios de contenido digital. Es preferible atentar contra la privacidad del niño que lidiar con los dolorosos resultados del mal uso de tecnologías tan poderosas.
Algo que los padres deben hacer con regularidad es hablar con sus hijos sobre los medios sociales, animándolos a compartir sus experiencias sin temor a ser juzgados: preguntarles qué han visto en pantalla, cómo entienden lo que han visto y cómo responderían a situaciones que podrían encontrar cuando están conectados a la red.
Un fundamento sólido
Quizás el aspecto más importante de la responsabilidad de los padres en cuanto a la protección de sus hijos es el fundamento moral y espiritual de la familia. Cualquier intento por menguar o controlar el uso del Internet y los medios sociales de parte de nuestros hijos no es suficiente. Evitar la información nociva es solo una parte de la ecuación. La otra parte consiste en la enseñanza de buenos principios y valores a nuestros niños, tanto por la palabra como por el ejemplo.
Es aquí donde la enseñanza religiosa puede jugar un papel central. La Biblia en particular confiere conocimientos invalorables en la formación del carácter. He aquí algunos beneficios notables provistos por el estudio de la Biblia en el contexto de la educación de los niños en el hogar.
Lo que se enseña en la niñez tiene efectos prolongados durante el resto de la vida. “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).
Los Diez Mandamientos, que se encuentran en Éxodo 20, son la expresión inmemorial de la conducta humana preferida por Dios, e incluyen varios principios sumamente valiosos:
El respeto y la adoración del único Dios creador. La práctica de dedicar el séptimo día de la semana a profundizar nuestra relación con Dios y nuestra familia puede traer grandes bendiciones.
El respeto a los padres.
El respeto por la vida humana.
El respeto a la condición sagrada del matrimonio.
El respeto a la propiedad ajena.
El respeto por la identidad ajena.
El contentamiento y la salud mental.
Nuestros errores tienen solución. Quizá la bendición más benéfica de la fe es el acceso al perdón de Dios. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
“Dios es amor” (1 Juan 4:8). La existencia de un Padre celestial que nos perdona y nos ama provee un fundamento espiritual y psicológico de gran valor para la vida. Este amor es poderoso, persistente y extraordinariamente real. “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39).
Los padres enfrentamos el gran desafío de guiar a nuestros hijos a tomar decisiones sabias en esta era tumultuosa de las redes sociales, pero no estamos solos. Tenemos un Padre celestial que desea comunicarse con nosotros por medio de la oración y el estudio de su Palabra. Más allá de todas nuestras proezas tecnológicas, hay en todos nosotros una profunda necesidad de bienestar espiritual que solo Dios puede satisfacer.
¿Qué tan malas son las pantallas?
Hay muchas investigaciones y estudios realizados sobre el uso del celular, de pantallas en general y de las redes sociales en niños y jóvenes. He aquí algunos de los efectos negativos que repercuten en la salud de ellos. Queda en cada uno decidir hasta qué punto son cuestiones prioritarias.
La luz de las pantallas (referente mayormente a los teléfonos celulares) afecta nuestro ritmo biológico interno, lo que impacta en nuestro sueño.
El uso intenso de celulares puede aumentar la ansiedad y crear adicción. El efecto de las pantallas aumenta la producción de dopamina, una sustancia asociada con el placer.
Los niños que reciben equipos electrónicos como teléfonos o tabletas para que se entretengan no aprenden estrategias saludables para calmar su ansiedad.
La dependencia en el uso de pantallas obstaculiza la práctica de juegos infantiles, que suelen ser más saludables y activos.
La participación en las redes sociales aumenta el índice de autoagresión y la baja autoestima. Las relaciones digitales pueden ser agresivas y crear angustia en los niños.
Los niños que pasan mucho tiempo ante la pantalla pueden experimentar problemas relacionados con una vida sedentaria, como son la obesidad, la falta de aptitud física y retrasos en la capacidad motriz.
El acoso cibernético (cyberbullying) puede tener un impacto terrible en la víctima del acoso. El acosado no solo enfrenta la agresión del acosador, sino que también sufre al saber que muchas otras personas tienen acceso a la información negativa.
El envío de contenido sexual por medio de teléfonos celulares, un fenómeno frecuente entre adolescentes, causa tremendas cargas emocionales cuando las imágenes son compartidas con extraños y utilizadas para chantajear y amenazar a las personas involucradas.
Algunos adultos utilizan el Internet y las redes sociales para ganarse la confianza de niños y jovencitos y crear una conexión emocional que puede llevar al contacto sexual virtual o en persona.
10. El Internet e incluso las redes sociales les dan a los niños acceso a contenido pornográfico que puede causar adicción e impactar negativamente en su sexualidad.*