¿Se podría resucitar a una persona después de muerta y revivirla en forma digital? ¿Sería posible una industria de la vida electrónica posterior a la muerte? ¿Existiría la posibilidad de recrear a alguien fallecido y luego estandarizar a esa persona en un holograma e interactuar con dicho ente? Estos son algunos de los interrogantes a los que responde este artículo.
El tema de la vida luego de la vida es de larga data en la historia. Las Escrituras contienen narraciones que tocan este asunto. Este es un concepto que ha trascendido fronteras culturales e idiomas. Se introduce en el drama del duelo por la pérdida de un ser querido y la necesidad del espíritu humano de encontrar alivio ante el silencio asfixiante de la ausencia de la risa, el buen humor y del trato amable que dejó atrás dicha persona. En muchas ocasiones, lo único que podría satisfacer esa ansiedad es reencontrarnos con esa persona y revivir los buenos momentos compartidos.
El culto a los antepasados existe en las religiones orientales. A su vez, ya desde las iniciativas coloniales europeas que se fueron proyectando hacia Asia, áfrica y las Américas, se fueron movilizando personas y culturas de un lugar a otro y se produjeron acercamientos culturales con tradiciones ancestrales europeas y afroamericanas en el terreno del recuerdo, la honra y la memoria a los antepasados. Así, la literatura, la tradición y la convicción popular de la inmortalidad del alma fueron acercando elementos tradicionales con elementos religiosos y se instituyeron celebraciones que hoy están en la cultura, como el Día de los Muertos y celebraciones similares en otras partes del mundo.
Ahora la tecnología, el software, la computación, la religión, la espiritualidad y las concepciones del nuevo pensamiento a los que se sumaron el espiritismo, el culto a los antepasados y las ideas relacionadas con “la comunión de los santos” han desarrollado visiones sincréticas. El fundamento de esta visión de inmortalidad digital implica, en muchos casos, la idea de que la persona continúe viviendo, de alguna forma, luego de su muerte. Pero esta concepción es contraria a las Escrituras. La Biblia es clara en el hecho de que Dios es el único ser inmortal (1 Timoteo 1:17). Es decir, el único que tiene inmortalidad en su persona (1 Timoteo 6:15, 16).
Bien haríamos en preguntarnos: ¿Qué dice la Biblia al respecto? La Biblia describe el ser del hombre a partir del ser de Dios. Esa es la relación: Creador y criatura.
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo (עָפָר, afar) de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre (הָֽאָדָ֗ם, Adam) un ser (לְנֶ֥פֶש, néfesh, ψυχὴν, psujé) viviente [o ‘alma viviente’]” (Génesis 2:7). El análisis de este pasaje es esencial para la comprensión plena del sentido de la naturaleza del hombre en la Biblia.
¿Qué pasa en la muerte?
Según la información de la Biblia, cuando una persona muere, se separan los componentes iniciales que conformaron la vida. Dice la Escritura: “Y el polvo (עָפָ֛ר, afar) vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7). Añade el salmista: “Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra. En ese mismo día perecen sus pensamientos” (Salmo 146:4).
Como vemos, la idea de la inmortalidad no viene de Dios. ¿De quién viene? Procede de quien emitió la primera mentira, quien afirmó que el comer de lo que Dios había prohibido no ocasionaría la muerte. Fue la serpiente que, en oposición a lo dicho por Dios, ofreció el fruto y le dijo a la mujer: “No moriréis” (Génesis 3:4). Y la evidencia de que la serpiente mintió es que morimos.
¿Cuál es la respuesta de la Biblia ante la pérdida de un ser querido?
En el Evangelio de Juan se plantea cómo enfrentaron Jesús y sus discípulos el dolor por la muerte de un querido amigo. Todo inició cuando Jesús les planteó volver a Judea. El grupo le recordó que los judíos habían querido apedrearlo, y él les dijo: “Nuestro amigo Lázaro duerme, mas voy para despertarle” (S. Juan 11:11). Es en ese punto donde el autor, Juan, aclara una confusión que se planteaba, pues algunos pensaron que Lázaro quizás estuviera enfermo, y Jesús les aclaró que utilizó la metáfora del dormir para referirse a su muerte (vers. 12-14). Luego, al llegar al hogar de sus entrañables amigos en Betania, Jesús tuvo un intercambio espiritual y religioso con Marta, hermana de Lázaro y amiga de Jesús.
La Biblia es bien clara en que no debemos ignorar lo que sucede con los que duermen. Mientras vivimos, debemos ser bien claros en advertir los riesgos venideros, entre ellos el engaño de vida después de la vida. Un programa de computadora no puede crear vida que se autosostenga, se alimente, reproduzca, recree, trabaje, tenga libertad de pensamiento y decisión, desarrolle una población, pueble la tierra y se expanda en ella con un propósito y visión de futuro.
En conclusión
Sin duda la industria digital va en la dirección de crear y comercializar un placebo para aliviar el duelo de quien haya perdido a un ser querido, y esta industria se proyecta a una sempiternalidad digitalizada, sin que esto significa que la persona recreada en una imagen etérea o un clon digital lo conozca, lo razone, lo viva o lo sienta como cuando estuvo viva. Tampoco implica que permita o desapruebe alteraciones que su clon digital “implemente”. Sea como fuere, la vida digital no es, ni será, una vida real. Esta forma de inmortalidad digital es efímera e inconsciente de sí misma. Solo existe desde una realidad exterior a sí. Carece de conciencia y autopercepción. El hecho de que pueda ser moldeable y hecha a imagen y semejanza del consumidor ya indica que no tiene libre albedrío. Es una ficción hecha imagen.
La inmortalidad que ofrece la Biblia está basada en la comprensión de que, en el marco mayor del conflicto de los siglos Dios, luego del engaño que se produjo en el Edén precisamente sobre la inmortalidad (Génesis 3:4), debió iniciar de un plan de rescate. Por eso envió a Jesús a vivir y morir para redimir a la humanidad que lo había abandonado, creyendo una mentira.
“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15:53, 54).
Esta inmortalidad será real y la alcanzarán los que hayan decidido libremente vivir para siempre con el Creador.
Nuevas tecnologías y la inmortalidad
No hace mucho CNET, una página especializada en tecnología digital, hizo referencia a una compañía. Dijo: “Etermine desearía que vivieras para siempre como un fantasma digital”.1 Este servicio, que es donde subyace el negocio de la intercesión digital, tendría el objetivo de mantener viva una versión digitalizada de tu persona para atender las visitas que realizaran a dicha página o sitio en el ciberespacio después de tu muerte.
Es en este contexto, al que se refiere técnicamente el vocablo “avatar”, que describe a “una representación gráfica de la identidad virtual de un usuario en entornos digitales”.2 Hoy la tecnología bien puede ser un instrumento del espiritismo al ofrecernos un producto que es una asociación de tecnología, avatares y espiritismo. ¿Cómo? Veamos.
En el sitio web del Museo Nacional Japonés Americano (JANM) y en Story File, Lawson Ichiro Sakai (1923-2020), un difunto soldado japonés americano, cuenta su historia que fue pregrabada y subida al internet y se encuentra en dos museos donde responde a preguntas que le hagan los visitantes.3 En dicho museo, Lawson Ichiro Sakai responde a preguntas como: ¿Dónde vives? ¿Qué recuerdas del bombardeo a Pearl Harbor? ¿Cómo fue la vida luego de Pearl Harbor? ¿Tus padres sintieron temor luego del ataque a Pearl Harbor? ¿Estuviste en un campo de concentración japonés?
Compañías chinas dicen haber recreado miles de “personas digitales” a partir de 30 segundos de material audiovisual de una persona fallecida. La compañía Super-Brain cobra entre 10,000 y 20,000 yuanes (unos 1,400 a 2,800 dólares) para crear un avatar básico en unos veinte días.4
La tecnología avanza, y no deja de avanzar. De momentos nos sorprende y presenta opciones que nunca imaginamos posibles. Aunque la tecnología no es un problema en sí, es importante evaluarla y decidir cómo nos involucraremos (o no) con los avances.
El autor es doctor en Teología y escribe desde Michigan.