Hay un deseo incontenible de paz vibrando en el espíritu humano. Es el anhelo de vencer la miseria, el sufrimiento y el temor. Es el ansia impostergable de establecer la armonía y la felicidad.
¿Acaso no es este el mensaje transmitido por el texto bíblico, esculpido en mármol, que puede leerse en un rincón de la Plaza de las Naciones Unidas: “Y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra” (Miqueas 4:3)?
Paz y libertad. . .
Desde su más remota antigüedad, el ser humano ha perseguido estos bienes superiores en forma constante, pese a tantos fracasos. Hoy en día, a pesar de toda su ciencia, de todos sus recursos materiales y de sus mejores intenciones, observa con desesperación e impotencia que la paz y la libertad se le escapan de las manos y se hacen añicos a sus pies.
Una esperanza segura
¿Estará el hombre condenado al fracaso? ¿Será su destino suspirar por la paz, pero vivir en guerra? ¿O hablar de libertad en medio de barrotes y cadenas. . . llámense pobreza, vicios o egoísmo?
De ninguna manera.
Como humanidad, nos hallamos a un paso del triunfo definitivo del bien y de la justicia. La hora más gloriosa de nuestra raza está por comenzar. Jesucristo, el Rey del universo y Hermano mayor de la familia humana, muy pronto regresará a esta tierra para remodelarla; para instaurar un gobierno perfecto y eterno; para entregarles el dominio del planeta a los amantes de la paz, del bien y de la verdad. De ese modo se cristalizarán nuestros viejos sueños e ilusiones.
Esta es la única esperanza. La única solución.
Lo que el hombre no ha podido hacer, Dios lo hará en su favor. Y lo hará pronto, porque así lo ha prometido, y él cumple sus promesas.
Todos los fenómenos actuales, las crisis políticas, sociales, económicas y morales, incluso los mismos cataclismos naturales, no son sino señales de la inminente y gloriosa venida de Cristo. Estos hechos que tanto afligen deberían, por paradójico que parezca, llenarnos de aliento y valor. Son las clarinadas inconfundibles que anuncian la cercanía del Rey, quien aparecerá en los cielos en forma espectacular, visible, audible e impresionante. “Todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7), declaró el vidente de Patmos en forma terminante.
Jesús nos lo advirtió con toda claridad: “Cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. . . Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (S. Mateo 24:33, 30).
Para qué vendrá Cristo
Vendrá para liberar al hombre de las cadenas del pecado, de la enfermedad, del dolor y de la muerte, y para establecer en la tierra la paz y la felicidad perdurables. Apoyados en la Sagrada Escritura, mencionemos en forma resumida y precisa los propósitos del cercano y glorioso regreso de Cristo, que se manifestará en las nubes del cielo.
1. Jesús volverá para recoger a sus seguidores y llevarlos consigo: “Y si me fuere y os preparare lugar —dijo Jesús—, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (S. Juan 14:3). “Y enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus elegidos” (S. Mateo 24:31).
2. Jesús volverá para resucitar a los justos muertos y para transformar gloriosamente a los justos que estén vivos en ese momento:
“No os maravilléis de esto —dijo Jesús—; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (S. Juan 5:28, 29).
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16, 17).
3. Jesús volverá para juzgar al mundo. Recompensará a los justos con la vida eterna y castigará a los impíos con la muerte eterna: “Todo lo que debemos hacer es alabar a Dios y obedecerlo. Un día Dios nos llamará a cuentas por todo lo que hayamos hecho, tanto lo bueno como lo malo, aunque creamos que nadie nos vio hacerlo” (Eclesiastés 12:13, 14; TLA).* “¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho” (Apocalipsis 22:12; NVI).
4. Jesús volverá para restaurar la tierra a su perfección y belleza originales: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. . . Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:1, 4, 5).
5. Jesús volverá para reinar eternamente como Rey de reyes y Señor de señores: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. . . En su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:11, 16).
La preparación imprescindible
El regreso glorioso de Cristo afectará a todo ser humano, querámoslo o no. Según la Escritura, en ese dramático momento solo habrá dos grupos: el de los justos y el de los impíos. No habrá terreno neutral.
¿A qué grupo perteneceremos entonces? Eso depende de la preparación que hagamos ahora. La Santa Biblia enseña que esta vida es el único período de oportunidad que tenemos a fin de alistarnos para ese supremo acontecimiento. Esto le imprime un carácter solemne y decisivo a cada momento de la existencia.
¿Cómo vivir preparándonos para el encuentro con nuestro Salvador?
Teniendo comunión diaria con Jesús, la fuente de toda piedad, pureza y abnegación. Entregándole, arrepentidos, nuestra vida imperfecta y pecadora, y aceptándolo de todo corazón, por la fe, como nuestro Salvador personal.
Ese encuentro con Jesús es posible mediante el estudio humilde y perseverante de las Escrituras, mediante la oración privada y en familia, y sometiendo constantemente nuestra vida a la acción transformadora del Espíritu Santo, el representante de Cristo en la tierra.
Si así procedemos, por gracia divina, con toda seguridad estaremos listos para recibir en paz y con gozo al Rey del universo, porque lo habremos conocido antes como nuestro Amigo y Salvador. Cuando él regrese en gloria, nuestro encuentro con Jesús no tendrá fin. Veremos su rostro y hablaremos con él en largas horas de devoción. ¿Podrán alguna vez agotarse los temas en ese diálogo de amor?
Sin falta, tenemos que gozar de esa experiencia.
Cómo prepararnos para el advenimiento de nuestro Salvador
Jesucristo dijo: “Estad preparados. . . ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá” (S. Mateo 24:44-47).
- La mejor preparación para recibir a Jesús consiste en adoptar, por la gracia de Dios, un estilo de vida orientado a servir a los demás en forma “fiel y prudente”. Hemos de cumplir nuestras responsabilidades como padres y madres abnegados, como diligentes trabajadores, como honrados comerciantes, como buenos vecinos, como leales ciudadanos.
- Para entrar en el cielo y ver a Dios debemos ser santos: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). El proceso que conduce a la santidad “consiste en la alegre ejecución de los deberes diarios en perfecta obediencia a la voluntad de Dios”.*
En armonía con esto, hemos de esforzarnos por cultivar al máximo nuestras aptitudes y habilidades naturales, ya sea para las artes, las ciencias, el trabajo manual o lo que fuere, a fin de prestar la mayor utilidad al prójimo. Así lo enseñó también el Maestro en su parábola de los talentos (S. Mateo 25:14-30), con lo que destacó otro aspecto de la preparación que ha de hacerse para pertenecer al grupo de los salvos.
- Y hemos de vivir esperando a nuestro Salvador: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:11-13).
* Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 294.
* La cita marcada con TLA fue tomada de la Santa Biblia, Traducción en lenguaje actual, Copyright © Sociedades Bíblicas Unidas, 2000. Utilizada con permiso. La marcada con NVI fue tomada de la Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.
El autor fue director de El Centinela durante 27 años.