La paciencia es el cuarto fruto del Espíritu que el apóstol Pablo menciona en su lista de nueve en Gálatas 5:22, 23. El Diccionario de la Real Academia la define como: “Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse. Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho”.1
Algunos consideran a la paciencia como una virtud pasiva. Piensan que una persona mansa es aquella que aguanta estoicamente cualquier presión, ofensa o ultraje sin perder el control o perdonando hasta el infinito. Aunque hay algo de eso, lo cierto es que la paciencia es una virtud activa.
La paciencia en la Escritura
La palabra paciencia aparece 49 veces en la versión Reina-Valera de la Biblia. En el Nuevo Testamento, el vocablo griego jupomoné significa “resistencia o aguante alegre (o esperanzado), constancia, paciencia, perseverancia, perseverar”.2
Es interesante que buena parte de las veces en que la palabra paciencia se usa, está asociada a las pruebas. Es decir, enfrentar las situaciones difíciles de la vida con paciencia, perseverancia y entereza.
San Pablo seóala que la paciencia se obtiene estudiando la Biblia: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseóanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4). Se necesita ser paciente en muchas circunstancias. El inmediatismo con que hoy se vive, buscando siempre gratificaciones instantáneas, lleva a tener muchas dificultades a la hora de esperar. Si somos pacientes, no nos desesperaremos ni nos pondremos ansiosos.
La vida en este mundo de sinsabores, frustraciones, desengaóos y traiciones requiere de paciencia, pero quien carece de ella sufre mucho. La Escritura nos recuerda la paciencia de Job, verdadero modelo de perseverancia (ver Santiago 5:11). También la de David, quien fue elegido por Dios y ungido por el profeta Samuel para ser el rey de Israel. En ese tiempo en Israel reinaba Saúl, quien lo persiguió. Aunque David sabía que Dios lo había elegido rey, fue muy paciente para esperar el momento de ceóirse la corona. Mientras tanto, Saúl, por celos y envidia, procuraba su muerte. En muchos de sus salmos David habla de la necesidad de esperar y confiar en Dios, de tener paciencia, de no alterarse. Lo había aprendido en la escuela de la vida. “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él” (Salmo 37:7).
Mientras se encontraba en angustia, David clamó a Dios y esperó pacientemente en él hasta encontrar liberación y ser reivindicado (ver Salmo 40:1-3). Dijo “Pacientemente esperé”, literalmente “esperando esperé”, que es un hebraísmo de énfasis, lo cual supone que el alivio no llegó inmediatamente. él no dudaba de que vendría, por eso continuó orando y esperando. Esto se aplica también a Cristo (puesto que es un salmo mesiánico), quien tanto en Getsemaní como en la cruz continuó orando en su agonía al que podía librarlo de la muerte. Y fue oído (Hebreos 5:7).
Se necesita paciencia para soportar la provocación, la injuria y la agresión. La Biblia seóala que tardar en airarse o ser paciente es seóal de fortaleza (ver Proverbios 16:32). Educar a los hijos y caminar con ellos requiere paciencia. También el matrimonio requiere paciencia a fin de armonizar con el cónyuge. La espera de la respuesta a una oración es otro ejercicio de paciencia. Es difícil, pero necesario, esperar pacientemente el cumplimiento de la promesa del regreso de Cristo y su intervención en este mundo de maldad para terminar con el pecado. El escritor bíblico aconseja: “Os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10:36). Y nos insta a que corramos la carrera de la fe con paciencia (ver Hebreos 12:1).
El apóstol Pedro afirma que “el Seóor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Jesús elogia a dos de las siete iglesias, éfeso y Tiatira, por sus obras, amor, servicio, fe y paciencia (Apocalipsis 2:2, 3, 19), y también seóala la paciencia como un distintivo de los santos que serán triunfadores y heredarán la vida eterna (Apocalipsis 14:12).
El Modelo de paciencia
La Biblia dice en reiteradas ocasiones que Dios se caracteriza por ser paciente. Se reveló ante Moisés como “tardo para la ira” (éxodo 34:6, 7). Porque Dios es paciente y nosotros queremos seguir su modelo, debemos ser pacientes. él no nos pide nada que no sea posible con su ayuda. “Todos sus mandatos son habilitaciones”.3
La impaciencia se manifiesta como intolerancia, falta de control o temperamento explosivo. Jesús fue modelo de paciencia y mansedumbre con sus discípulos mientras fallaban, peleaban, lo traicionaban y lo negaban. Nos invitó a aprender de él, porque es “manso y humilde de corazón” (S. Mateo 11:29).
Cómo obtener la paciencia
La clave para ser pacientes no consiste en esforzarse por serlo, sino en vivir con Aquel que personifica la paciencia: Cristo. Tal como un árbol, que no se esfuerza para dar fruto, el cristiano es paciente no por esfuerzo propio, sino porque tiene a Cristo en su corazón. Y es el Espíritu Santo quien concede este precioso don.
Pidamos a Dios que nos conceda la paciencia, la manifestación del fruto del Espíritu Santo.
Paciencia
Es un precioso don espiritual
que se agiganta en la dificultad,
y el que persigue a Cristo y su verdad
vence por ello a la legión del mal.
Fruto de gracia y vida celestial,
en los umbrales de la eternidad
dará los lauros, la felicidad,
al que porfíe en el día final.
Porque el augurio del vidente fiel
al fin del tiempo se realizará:
Que más allá de penas y quebrantos
de cruel acíbar y maligna hiel,
el justo Juez con gozo premiará
la insistente paciencia de los santos.
Alfredo Campechano
El autor es ministro adventista. Escribe desde Milwaukee, Wisconsin.