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Nuestra sociedad se descompone irremediablemente. Inmersa en las fétidas y turbulentas aguas de la iniquidad, intenta salir a la superficie y pisar suelo firme, pero no puede.

La degradación del mundo

Los evangelios ofrecen descripciones asombrosas de las condiciones de este mundo en el siglo XXI. San Mateo registró las palabras del Salvador en las que comparó a la última gene-ración con la del diluvio universal. “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (S. Mateo 24:37-39). Estos disolutos estarán dis-traídos, pensando en los placeres de la carne y no en las virtudes del Espíritu. Concentrados en las realidades de esta vida pasajera, no manifestarán interés por la vida eterna. Por su parte, San Lucas escribió: “Acordaos de la mujer de Lot” (S. Lucas 17:32), advirtiendo que a la última generación le ocurrirá como a la mujer de Lot, quien se salvó de la destrucción de Sodoma pero pereció cuando miró hacia atrás, suspirando por lo que había dejado en la ciudad condenada. El apóstol Pablo menciona 19 rasgos execrables que describen a la gente de nuestros días (2 Timoteo 3:1-5), y Santiago profetizó la injusticia social de nuestro tiempo (Santiago 5:1-5).

Es difícil que surja una generación peor que esta, en la que proliferan el crimen y la prostitución, las adicciones y los placeres morbosos, y el divorcio destruye los hogares y la sociedad.

Hoy, la guerra convencional y el terrorismo desangran a los pueblos, y la economía internacional se tambalea. Desde la recesión que cimbró el mundo financiero a mediados de 2007, más de nueve millones de personas han perdido sus empleos en los Estados Unidos. En otros lugares, el hambre y las enfermedades diezman a la población. El ébola, una enfermedad infecciosa viral, se ha tornado en una amenaza letal para la humanidad, y el sida ha cobrado más de treinta millones de víctimas en las últimas cuatro décadas. En 2005, más de diez millones de niños murieron de hambre sin que ninguno de ellos alcanzara a cumplir cinco años.

La esperanza

Ante este panorama nos preguntamos: ¿Habrá esperanza para la humanidad? Por supuesto que hay esperanza. Pero esta esperanza no se halla en una gran cuenta bancaria, tampoco en una prestigiosa carrera universitaria ni mucho menos en un automóvil último modelo; la esperanza es una persona cuyo nombre es Jesucristo.

Cristo es la fuente de esperanza. Como orador del ministerio mundial La Voz de la Esperanza, puedo decir que hay esperanza para la humanidad. En los pasados tres años he dirigido veintenas de conferencias de evangelización y he sido testigo de las maravillas de Dios en favor de cientos de personas que, sin esperanza alguna, acudieron a las reuniones en busca de paz, de seguridad y de amor. Matrimonios al borde del fracaso recuperaron el amor y el respeto casi perdidos. Un caso dramático fue el de Rosita, quien acudió a una de nuestras reuniones de evangelización presa de la depresión. Rosy había intentado suicidarse en varias ocasiones, pues pensaba que Dios la había olvidado y que su vida no tenía sentido; pero en la serie de conferencias Todavía hay esperanza, presentada en Hemet, California, descubrió que Dios valora su vida y que Cristo es, en verdad, la fuente inagotable de esperanza. Al concluir las conferencias, ella pudo decir que su corazón rebosaba de paz y seguridad, gracias a la salvación en Cristo.

Si has perdido el gozo de vivir, no te amilanes, que para ti también hay esperanza. Es posible que mientras lees este artículo estés enfrentando una severa crisis. Tal vez tu matrimonio se está deshaciendo; quizá te sientes solo y atormentado al punto que deseas quitarte la vida; puede ser que el médico te haya diagnosticado una enfermedad incurable, o has perdido el trabajo y no puedes mantener a tu familia. No importa cuán fuertes sean los vientos de tus aflicciones, si buscas a Dios, él te socorrerá, pues su Palabra inspirada dice: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmo 34:19). No entres en pánico ante la crisis, Alberto Einstein dijo que la crisis es un valioso recurso para levantar al hombre y a los pueblos. Permite que Dios te levante.

Cristo te dice hoy: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10). Y añade: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Isaías 43:2).

Acude a Cristo hoy para que esa sed implacable que consume tu alma sea satisfecha, porque él es la eterna fuente de esperanza.

El autor es orador del programa La Voz de la Esperanza.

Hay esperanza

por Ángel Rodríguez
  
Tomado de El Centinela®
de Septiembre 2017