El higo es una fruta deliciosa. Originaria de Asia Occidental y Oriente Medio, es rica en nutrientes y muy benéfica para el organismo, al que aporta fibra, minerales y vitaminas. También es curativo. La Biblia registra que una vez fue utilizado para sanar una llaga de un siervo de Dios, el rey Ezequías (ver 2 Reyes 20:7). Exploremos algunos beneficios de esta maravillosa fruta que Dios nos ha concedido para nutrirnos y curarnos.
Alto en fibra
Ya sea seco o fresco, el higo es rico en fibra. La fibra sirve para reducir el riesgo de enfermedades del cora-zón y ayuda en la pérdida de peso al dar la sensación de llenura. También favorece al sistema digestivo al hacer más regulares las evacuaciones. El consumo de higos es muy conve-niente en estos tiempos cuando muchas personas padecen de proble-mas digestivos por falta de adecuada y suficiente fibra. Según el Instituto de Medicina, las mujeres necesitan unos 25 gramos de fibra por día y los varones unos 38 gramos. Se puede usar el higo para endulzar la avena o algún otro cereal. Con uno o dos higos es suficiente.
Antibacteriano
Según el resultado de dos estu-dios realizados por el Centro de Investigación Farmacéutica y Herbaria de la University Kebangsaan, en Malasia, el extracto de higos com-bate bacterias. Esto explica por qué los higos son buenos para combatir la anemia, el cáncer, la diabetes, las úlceras y otros padecimientos.
Buena fuente de minerales
El higo es una gran fuente de magnesio, calcio, hierro y potasio. El calcio fortalece los dientes y los huesos; el hierro es un compo-nente de la sangre; y el magnesio y el potasio fortalecen la contracción muscular.
Hemos visto que además de ser una fruta deliciosa, el higo aporta varios nutrientes. La fibra, la habili-dad de combatir bacterias y su alto contenido de minerales lo hacen una fruta muy valiosa, al grado que fue utilizada para curarle una llaga al rey Ezequías. Si Dios pudo restablecer la salud de uno de sus hijos con una masa de higos, ¿qué no puede lograr con tus heridas si se lo permites? Deja que él se encargue de tu salud, pues no hay médico mejor que Jesús.
El autor es nutricionista y entrenador personal. Escribe desde Seattle, Washington.