El segundo advenimiento del Señor Jesucristo es la gran esperanza del cristianismo. Sin embargo, algunos pretenden ignorarlo, se espantan ante semejante idea, sin comprender que el hecho de ignorar ese acontecimiento no puede en manera alguna evitarlo. Ya se crea o se niegue el advenimiento, de todos modos el Señor Jesucristo vendrá. Siendo así, mucho mejor es que conozcamos todo lo referente a este hecho, a fin de afrontarlo con sabiduría y buen juicio.
Claro está que quienes nada quieren oír del segundo advenimiento del Salvador, lo hacen por falta de cono-cimiento de la verdadera naturaleza de ese acontecimiento; o porque a sabiendas pretenden rechazar esa verdad, ya que entienden que al aceptarla, tendrán que cambiar de vida, y no quieren hacerlo.
Algunos más afirman que vendrá de manera secreta y oculta. Dicen que aparecerá en algún lugar a algunas pocas personas, y que, de hecho, ya se ha aparecido de vez en cuando. A eso llaman el retorno de Jesucristo a la tierra.
El Maestro, quien anticipaba los errores que tenderían a introducirse en el cristianismo, previno a los creyentes contra semejante idea. En primer lugar, nos advierte que habría quienes anunciarían que se aparecería aquí o allá, pero que no les hiciéramos caso (ver S. Mateo 24:26). Él dijo que cuando venga, todos lo verán. Dijo de su retorno: “Como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (vers. 27). Esto demuestra que su advenimiento no será algo oculto; al contrario, será visto por todos, porque se trata de un acontecimiento de alcance universal.
También hay quienes dicen que no será un hecho literal, sino que consistirá en un despertar del cristianismo, un gran reavivamiento de la fe que hará más vivida y más real la presencia de Cristo en el corazón de los hombres. Será, entonces, un gran reavivamiento que abarcará a todas las personas. Pero todo eso no son más que especulaciones humanas que están en completo desacuerdo con las enseñanzas del Salvador. Las Escrituras dicen que el Señor vendrá personalmente, que vendrá el mismo Señor que dio su vida por nosotros, y será de tal manera que no habrá persona que no lo vea (ver Apocalipsis 1:7).
Actuemos con sabiduría, y preparémonos para encontrarnos con el Señor Jesús el día que él venga. Todo anuncia que ya se acerca la mañana de paz, cuando han de cesar nuestras preocupaciones. Todo anuncia que se acerca la bella mañana eternal.
Sí, amigo, Jesús vendrá por ti y por mí; vendrá por fin Aquel que es la esperanza de los siglos.
El advenimiento en los tiempos remotos
A lo largo de los siglos, los hombres han creído en el advenimiento del Salvador. Simbolizaban su muerte en el sacrificio de los corderos en el altar. Entonces entendían que así sería derramada por ellos la sangre del “Cordero de Dios” (S. Juan 1:29).
También, desde tiempos más remotos, hubo hombres fieles que anticipaban el advenimiento del Salvador rodeado de millares de ángeles santos, para pagar a cada uno conforme a sus obras. Tal fue la fe del fiel Enoc (ver Judas 14).
El patriarca Job, en medio del más acerbo sufrimiento, enfermo y des-preciado de todos, aun de su propia familia, cuando los cielos parecían de plomo sobre su cabeza, se mantuvo firme gracias a la esperanza del retorno de su Redentor, y expresó así su convicción: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo”; y también su esperanza: “Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25, 26).
Advenimiento literal, visible y glorioso
¿Cómo vendrá el divino Redentor? En el libro de los Hechos se relata su ascensión. Entonces los discípulos, pasmados de asombro, vieron a dos ángeles que se acercaron a ellos y les dijeron: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).
He aquí la respuesta a nuestra pregunta. El Señor Jesucristo vendrá tal como ascendió al cielo. Esta vez no vendrá a nacer en un establo oscuro, sino en plenitud de gloria. él dijo: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (S. Mateo 24:30, 31).
Sí, querido lector, el Señor Jesucristo vendrá, y debemos prepararnos para ese glorioso día. No hagamos como los que son indiferentes, sino todo lo contrario. Ajustemos nuestra vida conforme a la voluntad divina, para que el día de su venida sea un día de felicidad, cuando nos llevará a un lugar donde no habrá más dolores ni sufrimiento (ver Apocalipsis 21:4).
Señales del advenimiento de Cristo
El Señor Jesús volverá. No sabemos el día ni la hora, pero sabemos que ese tiempo está muy próximo. En el capítulo 24 del Evangelio de San Mateo se registra la respuesta que el Maestro dio a sus discípulos cuando le preguntaron qué señales habría del fin del mundo. El Señor respondió que habría guerras y rumores de guerras, pero que eso no sería el fin. Sin embargo, cuando llegaran las guerras totales, cuando se enfrentaran naciones contra naciones y pueblos contra pueblos, debíamos estar preparados para su retorno. También se refirió a la falta de moral en el mundo. Luego se refirió a la declinación de la fe, el amor y la caridad a causa de la creciente maldad.
La esperanza
Sí, querido lector, todos verán al Señor cuando venga. Vendrá el Jesús que realizó milagros en esta tierra, el que devolvió la vista a los ciegos, el que resucitó a Lázaro, el que volvió a la vida al hijo de la viuda de Naín. Vendrá el Mártir del Calvario, el que murió en la cruz para que nosotros tuviéramos vida. Vendrá el Nazareno del amor infinito y del perdón eterno. ¿Por qué temer, entonces? Por el contrario, nuestro verdadero sentimiento y actitud hacia esa verdad debe ser de plena confianza. Debemos esperar el advenimiento del Señor Jesucristo con verdadera alegría en el corazón, sabiendo que cuando él aparezca, terminarán para siempre el dolor y la angustia, el sufrimiento y la miseria. Por fin llegaremos a la posesión de la vida eterna, a la paz que con tanta ansia ambiciona hoy la humanidad. Llegaremos a la salvación eterna.
Y ahora, nos despedimos diciéndote:
Dios te bendiga y te guarde,
haga resplandecer su rostro sobre ti y haya de ti misericordia,
Dios alce hacia ti su rostro y ponga en ti paz (ver Números 6:24-26).
Texto desgravado de una de las alocuciones del pastor Braulio Pérez Marcio, fundador de La Voz de la Esperanza.