Cuando se le acabó el callejón y se vio frente al muro de la ciudad, Dirk Willems lo escaló y salió a campo abierto. Dos soldados fornidos con armadura pesada y espada en mano fueron tras él. El magistrado los seguía en una yegua blanca. El Duque de Alba estaba limpiando a Holanda de los herejes que no se confesaban ante sacerdotes humanos. Dirk corría y oraba. Si lo capturaban sería quemado vivo.
Atrás quedaron las agujas de la torre de la catedral de Asperen, último vestigio de la ciudad que despertaba al tímido sol de diciembre.
Dirk cruzó por un barbecho dando traspiés entre la nieve, llegó al río y se dispuso a cruzarlo. Al otro lado, en el feudo protestante, se veía la tierra de libertad. El río estaba congelado, y Dirk se aventuró a caminar sobre el cristal de las aguas, procurando no despertar a la muerte embozada bajo la superficie. Cada paso, una oración.
Cuando Dirk daba el salto hacia tierra firme, escuchó los insultos de su más cercano perseguidor. A pesar de su corpulencia y su armadura, un soldado lo había seguido, pero cuando estaba por alcanzarlo, el hielo se rompió, abriendo una grieta que dio origen a muchas otras. Las aguas cobraron su víctima humana. El magistrado rezó un Ave María por su compañero.
Dirk escuchó el crujido y al darse vuelta, alcanzó a ver una mano humana que se aferraba a un trozo de hielo que flotaba.
Dirk miró hacia la libertad, y luego hacia el río. Entonces se olvidó de la seguridad y de la comodidad de su tierra protestante, volvió sobre sus pasos, recogió un palo y lo extendió a su enemigo.
Poco tiempo después hubo un acto de fe en la plaza central de Asperen, Holanda. El hombre que amó a su perseguidor fue quemado vivo.1
Dirk Willems no pudo ir en contra de sus convicciones. Su compasión fue mas fuerte que sus deseos de vivir; salvó a un hombre en necesidad aunque sabía que esto le costaría la vida.
La compasión, la esperanza, y tu destino
Jesús relacionó la compasión con la esperanza, y hasta se atrevió a indicar que la compasión puede definir tu destino eterno. Al hablar de su advenimiento, lo asoció con la compasión. En sus propias palabras, Jesús indicó que aquellos que lo aguardan con esperanza en el día de su segunda venida tendrán algo en común: su compasión por otros. Describió aquel día con sus propias palabras: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (S. Mateo 25:34-36).
Los compasivos
A la hora de su segunda venida, Cristo reconocerá nuestras obras desinteresadas de compasión. Aunque solo su muerte por nosotros, el acto mas grande de compasión en la historia del universo, y nada más nos puede asegurar la salvación, en el día de su advenimiento Jesús hará mención de nuestro amor, bondad, y abnegación por otros. Tal como un padre orgulloso lo hace, él hablará con alegría acerca de nuestra compasión, esa característica que nos hace parecer a el.
En esa misma ocasión él comparará a los creyentes compasivos con ovejas, y a los no compasivos con cabritos. “Cuando las naciones estén reunidas delante de él, habrá tan solo dos clases; y su destino eterno quedará determinado por lo que hayan hecho o dejado de hacer por él en la persona de los pobres y dolientes”.2
En el día final, las ovejas compasivas se sorprenderán de que Jesús las elogie, porque jamás lo vieron en persona, ni le dieron de comer ni lo visitaron en la cárcel. Pero él les responderá: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (vers. 40).
Entre los no creyentes hay mucha gente compasiva.
¡Cuánto se sorprenderán y alegrarán los humildes de entre las naciones y entre los paganos, al oír al Salvador decir estas palabras.
Los no compasivos
Las personas representadas por los cabritos son los que no tuvieron compasión por otros, los que no ayudaron a los demás, los que no vieron la importancia de ser los ojos, el corazón, las manos y los pies de Cristo en sus comunidades. Jesús les dirá: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”
(vers. 41-43).
Ellos harán la misma pregunta de las ovejas, ya que nunca vieron a Jesús en persona, necesitado. Pero posiblemente si lo hubieran visto desamparado, no lo habrían ayudado, a causa del egoísmo que dominó sus vidas.
La compasión expresa nuestra esperanza
Hay personas que viven a tu alrededor que nunca sabrán de tu esperanza en un futuro mejor, ni estarán interesadas en ella, a menos que puedan experimentarla por medio de tus obras de compasión en el presente. La compasión es la esperanza de hoy mientras aguardas el futuro. No tienes que ir muy lejos ni visitar la tierra donde vivió Jesús para sentirte mas cerca de él y de sus milagros. Tú y yo podemos hallar a Jesús cada día en nuestra ciudades, en nuestras comunidades y en nuestros barrios. Dondequiera que haya personas con necesidad, allí está Jesús. “Al hacer como Jesús hizo cuando estaba en la tierra, andaremos en sus pisadas”.3
Nuestras vidas llenas de compasión no solo les darán esperanza a los que están a nuestro alrededor; también nos ayudarán a vivir un pedacito del cielo en esta tierra, mientras aguardamos la bienaventurada esperanza de su segundo advenimiento.
1. Oyer, John S.; Kreider, Robert (1995) “Compassion For The Enemy”; Mennonite Quarterly Review, Goshen College. Consultado el 10 de abril de 2016 en: https://es.wikipedia.org/wiki/Dirk_Willems
2. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 592.
3. Ibíd., p. 595.
El autor dirige un ministerio de compasión. Escribe desde Silver Spring, Maryland.