Los seres humanos tenemos características comunes con respecto a la salud. Una de ellas es no tener en cuenta la importancia de la prevención en el cuidado de la salud. A veces por ignorancia, y otras por desidia, terminamos consultando al médico cuando se requiere algo más que un simple tratamiento. Prevenir siempre es más fácil y más económico.
El cuidado personal
En algunas culturas se tiene la idea de que la mujer es la que debe correr de aquí para allá, llevando sobre sus hombros una carga que, muchas veces es demasiado pesada. Esto enferma a toda mujer que no se cuida. Si quieres que tu familia sea saludable, debes empezar por cuidar tu salud. No se trata de egoísmo, sino de poner las cosas en su correcta perspectiva. Recuerda que estarás sentando precedentes que seguirán tus hijas y las futuras generaciones.
Hay un dicho que reza: “La buena salud comienza en la cocina”; otro dice: “Cavamos nuestra tumba con el tenedor”. Por lo tanto, si queremos estar saludables, lo primero que hemos de hacer es revisar nuestra dieta y asegurarnos lo siguiente: consumir abundantes frutas, verduras y cereales; beber mucha agua; cuidarnos en el consumo de grasas saturadas y de productos refinados; tener cuidado con el consumo de sal; y eliminar totalmente las bebidas con alcohol.
Otro elemento muy importante es el ejercicio físico. Son suficientes treinta minutos diarios. Si no tienes tiempo para gastar treinta minutos seguidos, divídelos en dos tandas de quince minutos cada una. Estos ejercicios fortalecerán tu musculatura y prevendrán la osteoporosis. Procura adquirir vitamina D mediante la exposición moderada al sol. Verás los resultados casi de inmediato.
Hay otras cosas que debes hacer para tener buena salud: examinar tu piel regularmente, buscando cualquier formación similar a un lunar que haya cambiado de forma, color, o que sea irregular en sus bordes, o que haya sangrado en algún momento y te duela. También realízate el autoexamen de mamas. Debes practicarlo todas las semanas, lo que te hará una experta en detectar cualquier irregularidad. Si encuentras algo que te llame la atención, busca ayuda médica de inmediato.
Vigila tu peso. Recurre a una tabla que relaciona peso, altura y contextura, y procura mantener tu peso lo más próximo posible al valor ideal. Esto no solo contribuirá a que te veas más esbelta y te sientas mejor, sino que estarás disminuyendo tu probabilidad de padecer diabetes.
Si fumas, deja el cigarrillo de inmediato. Fumar es muy peligroso para tu salud a corto y a largo plazo. La bibliografía científica abunda en estudios respecto de los graves perjuicios para la salud que trae el cigarrillo, desde la vejez prematura hasta un cáncer fatal. Si no puedes abandonarlo por ti misma, busca ayuda profesional. Hay lugares donde el tratamiento es gratuito.
Procura mantener una actitud positiva, agradecida con Dios y con las personas que te rodean en toda circunstancia. No siempre podrás cambiar tu situación, pero tu reacción ante ella depende de tu propia elección. Aun las experiencias más desagradables se tornan menos dolorosas con una actitud positiva, optimista, confiada en Dios. La Escritura dice: “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Proverbios 17:22).
La atención profesional
Esto es todo lo que tú puedes hacer por ti misma. Como ves, hay muchas cosas que tú puedes hacer para tener buena salud. Ahora analizaremos aquello que requiere un poco de ayuda.
La revisión anual. Es recomendable y necesario que acudas al médico una vez al año para una revisión completa. Esto incluirá un examen de sangre y de orina. Estos estudios se pueden hacer con mayor frecuencia, de acuerdo a tu estado de salud previo. El médico juzgará si es oportuno agregar otros análisis clínicos como radiografías, electrocardiogramas etc., ante la presencia o la sospecha de alguna patología.
La visita al dentista. Muchas mujeres no consideran importante el estado de sus dientes, pero esto es una puerta gigante para un sinfín de enfermedades, entre ellas algunas de índole cardíaco. Acuda al dentista de forma regular, usualmente cada seis meses.
El Papanicolau. Hay otro examen muy importante. Se conoce como el PAP o el Papanicolaou. Una vez que una mujer ha comenzado a tener relaciones sexuales, el PAP es obligatorio una vez al año. Si no ha tenido nunca relaciones sexuales, debe comenzar a hacerlo a los 18 años. Las señoritas no pierden su virginidad por la realización de este examen.
Este examen es fundamental para la salud ginecológica. Aporta datos respecto a infecciones como las producidas por el virus HPV (de estos, algunas cepas son causantes de cáncer y otras de infertilidad, y son altamente contagiosas), a la vez que permite detectar el cáncer del cuello uterino. Su realización toma unos minutos, aunque requiere preparación previa. La noche anterior al examen no debes tener relaciones sexuales, ni usar tampones ni practicar una ducha vaginal. El médico colocará un espéculo en el canal vaginal y con un cepillito especial tomará muestras de las células del cuello uterino. En una semana se obtienen los resultados, y si son normales durante tres años consecutivos, el examen se podrá hacer una vez cada dos a cuatro años.
La mamografía. La mamografía es otro estudio fundamental para toda mujer. La mayoría de los médicos estamos de acuerdo en que toda mujer que ha cumplido los cuarenta años debe hacerse este examen una vez por año. En caso de que los resultados previos hayan sido normales, y si no hay cambios en el autoexamen y se carece de antecedentes familiares de cáncer de mama, puede hacerse cada dos años. El objetivo de este estudio es detectar tempranamente el cáncer de mama, cuando todavía es tratable.
Cuando asistas a la consulta, tu médico te practicará un examen físico de las mamas y sus prolongaciones axilares. Luego te pedirá desvestirte de la cintura para arriba, y se te dará una bata que se abre por delante a fin de que te cubras. Generalmente es un examen que se hace de pie, en una máquina que usa rayos X a baja dosis. El técnico colocara una de las mamas sobre una superficie plana que contiene la placa de rayos X, y con un dispositivo llamado compresor aplanará la mama lo más que pueda. Esto se repetirá en la otra mama, a la vez que se van tomando las radiografías.
Existen diversos tipos de mamografías, como la digital y la de tres dimensiones. Aún no se ha podido determinar si son más precisas que la mamografía tradicional; por ello, y por su costo, no se hacen como exámenes de elección primarios.
En caso de que sospeches que estás embarazada, deberás decirlo a tu médico. Las mamografías, como todas las radiografías de rutina, no se realizan durante el embarazo ni durante la lactancia a menos que sea imperioso a causa de una anomalía. En este caso, se protege el área abdominal con un delantal de plomo que protege de la radiación al futuro bebé.
La mamografía puede ser complementada con otros exámenes a discreción médica, lo cual no necesariamente indique que tengas cáncer, sino que se practican para ver otro enfoque de una zona que no se visualizó muy bien con el examen original o ante la presencia de mamas muy densas.
En conclusión, hay mucho que puedes y debes hacer para cuidar tu salud. Yo solo te he dado algunas pautas que te ayudarán a recuperar la salud o a perpetuarla si la tienes. Tú eres hija, madre, hermana, novia o esposa. En todos los casos, tu familia te quiere y te necesita sana. Cuidar tu cuerpo y tu mente es tu responsabilidad exclusiva.
La comunión íntima con Dios te insuflará nueva energía espiritual cada mañana, para enfrentar los desafíos que representa ser una mujer. Entrega tu vida y tu salud a Jesús, cuidándote lo más que puedas. Es la forma de honrar a Dios.
La autora es médica, graduada de la Universidad de la República del Uruguay.