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En el año 2010 yo era pastor en la Iglesia de Mott Haven en el área del Bronx, Nueva York. Un hombre llamado Daniel empezó a asistir a las reuniones con cierta frecuencia; venía y luego se desaparecía. Su aspecto era un poco desagradable, cara de pocos amigos, cabello sin peinar, ropas raídas. Obviamente se encontraba bajo los efectos del alcohol. El olor que expedía demostraba que había pasado mucho tiempo sin bañarse, por lo que muy pocas personas se le acercaban.

Una noche, durante una serie de sermones evangelizadores, Daniel respondió a la invitación del pastor Germán Guambo. Sacó un largo y punzante cuchillo de debajo de su camisa y confesó con lágrimas que había llegado con malas intenciones, pero que Cristo había tocado su corazón con el poder de su Palabra.

Daniel asistió a cada reunión durante la semana siguiente. Llegado el sábado, yo me encontraba en una pequeña sala al lado de la pila bautismal preparándome para realizar un bautismo como lo enseña la Biblia, cuando Daniel entró y me dijo: “Pastor Guerrero, quiero ser bautizado hoy”.

Casi no podía creer lo que escuchaba y le hice dos preguntas: “¿Sabes lo que significa el bautismo cristiano? ¿Por qué quieres ser bautizado?”

Me contestó: “Hace veinte años llegué a este país sin canas y con mucho más fuerza que ahora. Dejé detrás en mi querido México no solo el país que amo, sino mi familia y mi iglesia, donde era un líder admirado, amado y respetado. Pero al llegar aquí la vida me hizo una mala jugada. Me dediqué al trabajo no solo como medio de subsistencia, sino para llenar el vacío de mi corazón. Abandoné a Dios y me hice adicto al alcohol, luego a drogas más fuertes. A causa de mi estilo de vida perdí el trabajo, y después de ser un experto en la construcción, llegué a recoger y vender botellas y latas para poder sobrevivir en las calles de Nueva York, y a veces comía de la comida que encontraba en la basura.

“Pastor, ya me cansé de vivir sin Jesús y sin esperanza. Quiero ser bautizado y llegar a ser un nuevo hijo de Dios. El Señor ha prometido que cuando uno se bautiza, es como si echara en el mar toda la vida pasada”.

Nos conjugamos en un abrazo y con lágrimas de arrepentimiento, y después de confesar al Señor sus pecados, Daniel fue bautizado, sumergido totalmente en las aguas del bautisterio.

La gran comisión de Jesús a sus discípulos incluía el bautismo

Poco después de su resurrección Jesucristo les dio a sus discípulos la gran comisión, que según el Evangelio de San Mateo dice así: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; ensenándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (S. Mateo 28:18-20).

Hacer discípulos y bautizar en todas las naciones era parte de la orden de Jesús. El verdadero bautismo cristiano presupone confesión, arrepentimiento, conversión, instrucción y discipulado. Los que reciben el bautismo que Jesús enseñó deben ser discípulos o seguidores del Maestro de Galilea, haber recibido sus enseñanzas en sus corazones y haber desarrollado una experiencia diaria con Jesús. Eso descarta la posibilidad de bautizar a los niños pequeños. Debe ser practicado por personas conscientes de su compromiso o pacto de entrega y obediencia a Jesús.

Los apóstoles siguieron al pie de la letra las instrucciones de Jesús. Cincuenta días después de haber recibido la gran comisión, bajo la unción del Espíritu Santo, Pedro predicó un convincente sermón. La multitud compungida dijo a los apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” La respuesta fue tan directa como sencilla: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:37, 38).

Dos grandes bendiciones del verdadero bautismo cristiano

En primer lugar, el bautismo propicia el perdón de los pecados o la justificación del pecador, que es una declaración legal de justicia ante el universo. Dios otorga su justicia al creyente en el acto del bautismo.

El segundo lugar, al ser bautizado como lo indica la Biblia, el ser humano recibe el don del Espíritu Santo.

¿Por qué son tan importantes estas dos bendiciones?

Mediante el perdón o la justificación, Dios resuelve el problema del pasado. Todos tenemos un pasado del que no nos sentimos orgullosos. En algunos casos el sentimiento de culpa es como un gusano que corroe la paz interior. Provoca insomnio, depresión, angustia y otros males físicos, emocionales y espirituales. El perdón trae reconciliación con Dios, con los demás y con nosotros mismos. No hay más conflicto, vivimos en paz.

Pero el Señor no quiere solo resolver nuestros conflictos del pasado; también quiere que vivamos una vida victoriosa como un testimonio del poder de la gracia de Dios. Por eso nos da el don del Espíritu Santo; quien logra que ocurra una transformación interior que se refleja en la vida diaria.

El bautismo cristiano simboliza la muerte, sepultura y resurrección de Cristo

La palabra “bautismo” (baptizo en el griego original) aparece 77 veces en el Nuevo Testamento. Significa literalmente “sumergir”, y esto guarda relación con su significado. El apóstol Pablo escribió: “¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:3, 4).

El bautismo no solo representa la muerte del creyente al pecado, que es erradicado por Jesús; sino que el cristiano también es resucitado con Cristo a una nueva vida.

La Biblia usa algunas figuras del lenguaje para explicar la metamorfosis o cambio que se opera en la vida del cristiano al ser bautizado. Al ser bautizado, el “viejo hombre” es crucificado con Cristo. Esa “vieja persona” al servicio del pecado es destruida. Pero no se queda allí; la Biblia dice que la persona resucita con Cristo a una vida nueva, de modo que ya no sirve más al pecado.

La muerte al pecado representa una ruptura completa, definitiva y total con el pecado, que era “amo y señor” de la vida antigua. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

El creyente queda unido a Cristo y su iglesia mediante el bautismo

Pablo insiste en que la unidad de la iglesia solo se logra mediante la unidad con Jesús que comienza cuando somos bautizados. El apóstol enseña que mediante el bautismo el creyente entra en una relación especial con Cristo. El bautismo le da al creyente un sentido de pertenencia e identidad; ahora pertenece al cuerpo del Señor, su iglesia. El apóstol Pablo lo describe así: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13). El bautismo cristiano rompe con la segregación y nos une en un solo cuerpo bajo la administración del Espíritu de Dios.

Conclusión

El pecado nos separa de nuestro Creador, la Fuente de la vida. Dios, mediante Cristo, reconcilió al mundo consigo mismo. Lo amó tanto que dio a su único Hijo para establecer un puente entre el cielo y la tierra, para que el que cree en él no se pierda, sino que alcance vida eterna. El evangelio según San Marcos nos dice: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (S. Marcos 16:16).

El verdadero bautismo cristiano establece un nuevo vínculo de amor y fe entre el creyente y Jesús y es un requisito para la salvación. Cuando somos bautizados, recibimos el perdón de nuestros pecados pasados y una vida nueva en Cristo. Y también recibimos el don del Espíritu Santo de Dios, que nos ayuda a vivir una vida victoriosa, plena, llena de satisfacciones. Acepta hoy la oferta divina de perdón, reconciliación y salvación que Jesucristo te hace y exprésalo aceptando el verdadero bautismo cristiano. Levántate y bautízate en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


El autor es un ministro cristiano y coordinador de congregaciones hispanas en la ciudad de Nueva York.

El verdadero bautismo cristiano

por Michael Guerrero
  
Tomado de El Centinela®
de Agosto 2012