El Estado de Arizona aprobó una ley titulada “Acta para la Seguridad Urbana” (Safe Neighborhoods Act–SB1070), que ha causado mucha preocupación en la comunidad latina de ese Estado.* Su intención es colocar presión sobre los indocumentados presentes en Arizona, autorizando a todas las agencias policiales del Estado a investigar a las personas que despiertan la sospecha de ser ilegales en el país. También codifica como crimen estatal la transportación o el refugio de indocumentados.
Esta ley, que entraba en efecto el 29 de julio, ha despertado las protestas de iglesias, funcionarios públicos en Arizona y de otros Estados, y aun del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Aparte de sus efectos directos, podría decirse que crea un clima inhóspito para los inmigrantes, y suma a la ansiedad propia de quienes intentan integrarse a una nueva tierra y cultura. Por el apoyo que la ley de Arizona parece encontrar en la población general del país, algunos creen que se trata de una nueva oleada de sentimientos antiinmigrantes, agudizada quizá por la inestabilidad económica de los últimos años.
El caso es que ni la inmigración ni los problemas de los inmigrantes parecen tener fin. Cada año millones de personas se desplazan de un país a otro por un sinnúmero de razones: el desempleo crónico, un gobierno hostil, reunión con familiares o cónyuges, oportunidades de estudio, problemas de salud, problemas con la justicia, etc. En el fondo, hay una razón que subyace a las demás: el sueño de una vida mejor.
El asunto se torna complejo cuando el sueño del inmigrante es amenazado por las leyes o por la sociedad a la cual desea pertenecer. Para algunos el tema es sencillo: Las leyes del país deben primar sobre todo lo demás. Pero el cuadro humano del inmigrante requiere la contemplación de otros temas, tales como los principios de la compasión, el amor al necesitado, el respeto al prójimo y el derecho a la búsqueda de la felicidad.
El estudio de la Biblia sugiere varias consideraciones aplicables. He aquí algunas:
- Se debe mostrar compasión hacia el extranjero (Éxodo 22:21; Levítico 19:33, 34; Hebreos 13:2).
- Debemos mostrar solidaridad con el que sufre (Hebreos 13:3).
- La cruz de Cristo cimentó la igualdad de todos los seres humanos (Efesios 2:17-19; Gálatas 3:28).
La fe cristiana basada en la Biblia al menos nos da un punto de partida como seres humanos ante los movimientos migratorios. En cierto sentido, la Biblia es un libro de inmigrantes. Caín emigró por causa de su transgresión e inició una segunda línea genealógica de seres humanos (Génesis 4:16). Abram fue llamado por Dios a dejar su “tierra y [su]… parentela” para dar inicio a la nación de Israel (Génesis 12:1-3). David huyó de Israel (1 Samuel 21:10), y José y Moisés vivieron como extranjeros en Egipto (Génesis 39:1; Éxodo 2:1-10). Daniel fue llevado cautivo a Babilonia (Daniel 1:3-7). José y María huyeron a otro país para proteger a Jesús (S. Mateo 2:13, 14). Jesús, el Inmigrante por excelencia, vino del cielo, de parte de su Padre, para darle a toda la humanidad la oportunidad de ser ciudadanos de una tierra mejor (S. Juan 1:1-14).
Dios ama a cada ser humano. Dios ama a los inmigrantes. Quizá nunca podamos resolver a satisfacción el tema de la inmigración. Quizá no podamos librarnos totalmente de la ansiedad y el sufrimiento de sentirnos extranjeros y separados de nuestra tierra y seres queridos. Pero los que creemos en Dios y en su bondad, somos parte de un pueblo que traspasa toda frontera; de una nación espiritual de fe y amor. Tenemos esperanza y tenemos un destino eterno.