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Desde hace más de un siglo intentamos llevar aliento y esperanza al corazón humano en cada número de nuestra revista. El mundo de hace cien años es muy distinto al mundo de hoy; sin embargo, la necesidad humana es la misma. Las mismas pasiones y emociones que transitaron por la vida de nuestros bisabuelos son las que hoy nos toca vivir a nosotros: la ansiedad ante los cambios vertiginosos de la modernidad, el miedo, la esperanza.

Tanto nuestros milenarios ancestros como nosotros hemos sido “golpeados por el futuro” (ver p. 6). Tanto ellos como nosotros hemos sido acorralados por el miedo (ver p. 36), y hemos esperado “la solución para los problemas de la humanidad” (ver p. 42). Todos hemos necesitado la fuerza de la esperanza para seguir luchando.

¿Cuál es la fuente de la esperanza?

Dios fue la fuente de la esperanza del patriarca Job. A tal grado lo conocía, que exclamó: “Aunque [Dios] me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Está oración expresa el sentido más profundo de la esperanza.

Vivir esperanzado significa estar listo en todo momento para lo que aún no ha nacido, sin desesperarnos si el nacimiento no ocurre en el lapso de nuestra vida. La esperanza trasciende los límites del tiempo y se ancla en la eternidad, porque la fuente es Dios. Tu esperanza se nutre en las promesas de la Palabra de Dios, quien te creó y te redimió en Jesús.

Por esta clase de esperanza, tú sabes que aun las cosas malas que te ocurran “ayudan a tu bien” (ver Romanos 8:28). La esperanza es mucho más que optimismo, pues no es la convicción de que todo te va a salir bien, sino la certeza de que lo que te ocurre tiene un sentido, independientemente de las circunstancias de la vida. La esperanza es como el sol que te alumbra de frente y deja detrás las sombras. Es el mayor don que Dios te ha dado en esta vida, porque cuando has perdido todo, no tienes por qué perder la esperanza.

El mar de la vida jamás descansará. Sus olas te cubrirán, pero la esperanza en la segunda venida de Cristo te ayudará a navegar contra viento y marea.

El autor es director de El Centinela.

El valor de la esperanza

por Ricardo Bentancur
  
Tomado de El Centinela®
de Julio 2018