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La vieja canción volvió a sonar, llevándome hacia atrás en el tiempo hasta fines de la década de 1960 y comienzos de 1970, cuando el grupo musical Up With People! [¡Viva la gente!] hizo famosa aquella emblemática tonada titulada “What Color is God’s Skin?” [“¿De qué color es la piel de Dios?”]. Su letra es un diálogo entre un padre y su hijo pequeño acerca de las diferencias raciales y el racismo:

“Buenas noches”, dije a mi hijo pequeño,

cuando cansado se acostó.

Entonces me dijo con clara voz:

“Papá, ¿de qué color es la piel de Dios?”

Dije: “Negra, amarilla, roja y blanca es,

todos son iguales a los ojos de Dios”

Con grandes ojos me miró,

y asombrado preguntó:

“¿Por qué luchar a causa del color,

si somos iguales ante el Señor?”

“Hijo, eso es parte del pasado infeliz,

pero eso llegará a su fin.

Debemos aprender para el porvenir,

todos como hijos de Dios vivir”.

Dios nos ha dado otra oportunidad

de crear un mundo de fraternidad.

Las diferentes razas han de trabajar,

unidas con fuerza de mar a mar.

“Pero eso llegará a su fin”, decía aquella canción. Vino entonces a mi mente un incidente del que fui testigo en un aeropuerto internacional de una nación fundada por inmigrantes venidos de distintas partes en busca de paz y libertad, de trabajo y pan. Los primeros que llegaron eran de raza blanca y fueron acogidos por los aborígenes del lugar, los “pieles rojas”, dando lugar con el tiempo, tras la llegada de más inmigrantes en busca de paz y pan, a una fusión racial, étnica, social y cultural sin precedentes en ese continente.

El aeropuerto aquel bullía de gente, hasta que de pronto sucedió lo inesperado. Un hombre de piel oscura reaccionó ante la mirada presuntamente despectiva de otro de piel blanca. Vociferaron frases mutuamente ofensivas mientras se alejaban, poniendo distancia el uno del otro. Fue un espectáculo penoso, sobre todo en vista de que las barreras raciales habían sido borradas, al menos formalmente, medio siglo antes en ese país. Se hizo entonces patente para mí que aquel “pasado infeliz” del que hablaba la canción no llegará a su fin tan pronto ni tan fácilmente como el esperanzado padre de la canción avizoraba.

El origen de las razas

La ciencia no tiene aún una explicación satisfactoria para la diversidad morfológica y cromática de la humanidad, una explicación que dé cuenta de todos los fenómenos que intervienen en ella, como el de la relación entre la distribución geográfica y factores ambientales locales como el clima.

Por su parte, el relato bíblico de los orígenes da cuenta de que Dios creó en el principio un hombre y una mujer (ver Génesis 1:26, 27). Si esto fue así, cualquiera haya sido el color de la piel de esa primera pareja, la lógica indica que la diversidad racial no podría explicarse, al menos bíblicamente, de otra manera que como la intención original de Dios, como la manifestación de una biodiversidad racial deliberadamente incorporada en la primera pareja por el Creador mismo. El pasaje de las Escrituras que se encuentra en Hechos 17:26 sintetiza de manera difícilmente superable esa idea: “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra”.

Unidad en la diversidad

San Pablo, el gran teólogo de la iglesia primitiva, no dejó dudas respecto de la convivencia fraterna, multirracial y multiétnica como fundamento mismo del evangelio de Cristo, Dios mismo manifestado en la carne, cuando escribió: “Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo” (Gálatas 3:28, DHH).1 “Ya no tiene importancia ser griego o judío, el estar circuncidado o no estarlo, el ser extranjero, inculto, esclavo o libre, sino que Cristo es todo La proclamación del evangelio a personas de todas partes del Mediterráneo en el Pentecostés (ver Hechos 2) fue una confirmación temprana de esa unidad en la diversidad (e pluribus unum en latín)2 que Dios pretendía que caracterizara a la iglesia como presencia y representación de la Trinidad, una deidad plural y diversa, pero una, en el mundo.

Tan pronto como la joven iglesia se vio obligada a abandonar su cuna, Jerusalén, tras el martirio de Esteban y la persecución del año 34 d.C., el pueblo de Dios se convirtió en un mosaico polícromo integrado por gente de toda “nación, tribu, lengua y pueblo” (ver Apocalipsis 14:6). En efecto, Dios ama la diversidad y rehúye la monotonía. él inventó el arcoíris.

Solo si logramos por su gracia habilitadora y el ejercicio de la razón ver más allá y debajo de los colores y las formas diversas de la humanidad la imagen y semejanza fundamental impresa por él en todos nosotros, seremos por fin capaces de reconocernos como lo que en verdad somos: hermanos en la gran familia humana y piezas vivientes de un rompecabezas que, si es construido armoniosamente, reflejará una vislumbre de quién y cómo es el Creador mismo.

1. Las citas bíblicas marcadas con DHH han sido tomadas de la Biblia Dios Habla Hoy®, 3a edición © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996. Utilizado con permiso.

2. Lema adoptado por los Estados Unidos en 1776.

El autor es catedrático de la Universidad Adventista del Plata. Escribe desde Buenos Aires, Argentina.

¿De qué color es la piel de Dios?

por Hugo A. Cotro
  
Tomado de El Centinela®
de Julio 2017