La Biblia dice que “en el principio. . . creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:1, 27). “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado” (Génesis 2:8).
Establecer de quién proviene nuestra existencia es fundamental, pues nos da un sentido de identidad. En una era en la que muchos ignoran de dónde vienen y adónde van, la Biblia nos asegura que no somos producto de la casualidad. Somos resultado del amor y la acción creadora de Dios (ver Salmo 139:14-16).
Dios no dejó al hombre en el huerto del Edén sin rumbo ni dirección, sino que le indicó el camino por el que debía transitar. Ese camino es un estilo de vida que otorga bienestar eterno a todas las dimensiones del ser: física, espiritual y mental.
La frase “estilo de vida” se ha vuelto muy popular, pero, ¿qué significa? Un estilo de vida no es una moda, un antojo o un capricho. Es una pauta, un plan meditado que apunta a un propósito claramente establecido. Implica compromiso y esfuerzo por alcanzar el objetivo, y a medida que se avanza se cosechan resultados.
Volvamos al principio. En el principio, Dios dio al hombre este mandato: “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer” (Génesis 1:29). Podríamos pensar que estamos solo ante un plan dietético, pero aquí se presenta un estilo de vida.
Cuando el Seóor estableció estos parámetros de salud, lo hizo pensando en todo el ser: para la vida presente y con proyección al futuro. Desde nuestros orígenes el Seóor diagramó nuestro plan alimentario consistente de productos vegetales.
En esta dieta, que incluye frutas, verduras y semillas en un balance adecuado, se encuentran todos los elementos necesarios para la nutrición y la salud. La ciencia ha comprobado la eficacia de este régimen alimentario. Es bien conocido el ejemplo de las personas más longevas del mundo, como los hunzas de la frontera de India y Pakistán, los vilcabambas de Ecuador y los cristianos adventistas de Loma Linda, California, quienes desconocen la mayoría de los padecimientos que aquejan a la sociedad.1 Ellos tienen algunos secretos.
Secretos de la salud y la longevidad
El primer secreto. El primer secreto es, como ya hemos comentado, una alimentación rica en frutas, verduras, legumbres y granos. Los hunzas no usan alimentos refinados, no comen en exceso ni emplean ningún tipo de grasa. Sobre el secreto de su longevidad, los habitantes del valle de Hunza recomiendan mantener una dieta vegetariana.2
“Mente sana en cuerpo sano”, dice el proverbio del latino Juvenal, y esta máxima sigue vigente. Todo lo que haga para alimentar su cerebro, tanto mediante productos alimenticios como a través de la información sensorial, determinará la fortaleza o la debilidad de sus funciones cerebrales y, por ello, de sus aciertos y desaciertos. Esto valida el verso de Amado Nervo: “Yo fui el arquitecto de mi propio destino”.
Nadie más que usted abrirá o cerrará las puertas a la alimentación chatarra que abunda hoy. Anhelo que sea sabio al elegir su regimen alimentario y su estilo de vida, ya que tendrá consecuencias eternas.
El segundo secreto. Este secreto viene también del Edén, y es el trabajo físico. La Biblia dice: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15).
Los hunzas y vilcabambas desconocen el sedentarismo, causante de muchas enfermedades cardíacas. Los hunzas recomiendan trabajar y moverse constantemente. Entre otros beneficios de este modo de vida figuran la alegría y el control de los nervios. Los hunza siempre están de buen humor; no conocen el estrés.3
Piense en el consumo de alimentos orgánicos libres de pesticidas, piense en el beneficio del trabajo físico y en la recompensa del valor nutricional íntegro. Esto, que se pierde tras los múltiples procesos de refinamiento y “mejora” a la que son sometidos por parte de la industria, usted lo disfrutaría. Puede ser un pequeóo pero útil paso para remediar aunque sea en parte la escasez de alimentos a la que se ven sometidas muchas familias.
El tercer secreto. Además de la dieta del Edén y la actividad física, es necesario descansar. Dios descansó y así nos dio ejemplo. “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:1-3).
Me alegra ver que los científicos le siguen dando la razón a nuestro Dios, y siguen comprobando que todo lo que él hizo y estableció en un principio fue y sigue siendo “bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Y el descanso semanal no es la excepción. Desde el Génesis el Creador lo incluyó como ingrediente esencial para tener un estilo de vida que contribuya a la salud. Luego lo confirmó a los hebreos y lo incluyó en los Diez Mandamientos: “Recuerden que el sábado es un día especial, dedicado a mí. Durante los primeros seis días de la semana podrán hacer todo el trabajo que quieran, pero el sábado será un día de descanso, un día dedicado a mí. Ese día nadie deberá hacer ningún tipo de trabajo: ni ustedes, ni sus hijos, ni sus hijas, ni sus esclavos, ni sus esclavas, ni sus animales, y ni siquiera el extranjero que trabaje para ustedes. Yo hice en seis días el cielo, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos. Pero el séptimo día descansé. Por eso bendije ese día y lo declaré un día especial” (éxodo 20:8-11, TLA).4
Los científicos han estudiado varias comunidades para conocer el secreto de la longevidad que las caracteriza, pero hay una sola que se destaca no solo por la dieta, sino también por tener un día de descanso específico para una función específica. Se trata de los adventistas de Loma Linda, California. Si quieres saber más acerca de ellos, te invito a que leas el artículo titulado “From the people who’ve lived the longest”.5
Conclusión
Durante mucho tiempo la humanidad ha buscado la fuente de la eterna juventud. Los exploradores alquimistas y científicos han desperdiciado tiempo y dinero en la búsqueda sin darse cuenta de que la juventud ha estado a nuestra disposición desde el origen de la humanidad. Si quiere gozar de una mayor y mejor cantidad y calidad de vida, siga los principios del Edén y viva en plenitud.
La autora es doctora en Medicina. Escribe desde Caldwell, Idaho.