Los hispanos vivimos tiempos difíciles en este país. Además de los desafíos propios que debemos enfrentar como inmigrantes, vientos de intolerancia soplan sobre nuestras cabezas. Pero esta historia bíblica puede ayudarnos a enfrentar los problemas que nos sobrepasan.
Asa, descendiente de Salomón, gobernó Judá durante 41años (del 911 al 870 a.C.). La Escritura dice que “hizo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová su Dios. . . y mandó a Judá que buscase a Jehová el Dios de sus padres, y pusiese por obra la ley y sus mandamientos (2 Crónicas 14:2-4).
Además de esa reforma religiosa, Asa “edificó ciudades fortificadas en Judá, por cuanto había paz en la tierra (vers. 6). Sin embargo, como hasta hoy, aquellos pueblos de Oriente Medio no gozaban de paz duradera, y pronto Asa se vio ante un gran desafío. La amenaza venía de un tal Zera etíope, a quien lo respaldaba un enorme ejército con fuerzas libias, provenientes de Egipto, donde gobernaba una dinastía de ese pueblo (ver 2 Crónicas 16:8).
Primero Asa puso sus tropas en orden, y luego cayó de rodillas, y habló con Dios.
Las fuerzas de Judá eran la mitad de las de Zera (2 Crónicas 14:8, 9). No tenía posibilidades de victoria. Por eso oró: “¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas!” (vers. 11). Es decir, Dios es más poderoso que el más poderoso; y al darle fuerzas al más débil, equilibra la balanza del poder.
Si te enfrentas a alguien más poderoso que tú, ten la seguridad de que Dios es más poderoso que esa persona. Si enfrentas situaciones tan complicadas que no ves la salida, ten la seguridad de que para Dios siempre hay una salida.
Cuanto más humilde seas al evaluar tus fuerzas, más sabiamente pensarás en el poder de Dios. Y cuanto más veas el poder de Dios a tu lado, más confianza tendrás. Para el mundo, la autosuficiencia es la virtud conquistadora. Pero, para Jesús, la desconfianza en uno mismo es la condición de toda victoria.
El autor es director de El Centinela.