El momento más emocionante en la vida de Hadiya Pendleton fue el 21 de enero del 2013 cuando, junto con la banda musical de su escuela, participó de la ceremonia inaugural del presidente Obama. Irónicamente, una semana después y a tan solo tres cuadras de la casa del presidente Obama en Chicago, Hadiya, quien conversaba con sus amigos en un parque, fue asesinada por un tiro en la espalda mientras intentaba escapar de un enfrentamiento entre bandas rivales de maras.
Durante el funeral se leyó una carta escrita a mano por el presidente Obama para llevar una palabra de consuelo a los padres: “Queridos Cleopatra y Nathaniel: Michelle y yo solo queremos que sepan que se nos rompió el corazón cuando oímos acerca de la muerte de Hadiya. Sabemos que no hay palabras que puedan aliviar el dolor, pero estén seguros que estamos orando por ustedes, y seguiremos trabajando tan duro como podamos para poner fin a esta violencia sin sentido. Que Dios los bendiga. Barack Obama”.
Mientras escribo este artículo, salta como primicia en las redes de noticias de Internet la decisión del juez de turno de la ciudad de Steubenville, Ohio. ¡Culpables! Trent Mays, de 17 años de edad, y Ma’lik Richmond, de 16, fueron hallados culpables por la violación de una adolescente de 16 años de edad.
¿Qué sucede en nuestra sociedad? ¿Se podrá poner fin a esta violencia sin sentido que cada día acaba con alguien más?
Kathy Reichs, profesora de antropología de la Universidad de Carolina del Norte, advierte que la violencia social hiere el cuerpo y la mente: del que la ejecuta, del que la sufre, de los que lloran, de toda la humanidad. Nos rebaja a todos.
No cabe la menor duda de que el sueño de todos es vivir en paz. Sin dolor. Pero las estadísticas indican que cerca de dos millones de personas mueren cada año como resultado directo de la violencia social. Solo en los Estados Unidos, desde la masacre en la escuela de Columbine en 1999, ha habido otros 130 casos de tiroteos en centros de estudios. La violencia en este país aumentó el 18 por ciento en 2011. Este es el primer aumento sustancial en los últimos veinte años.
¡Jesús nos advirtió!
A medida que el tiempo avance, “habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará” (S. Mateo 24:12, NVI). Lamentablemente, esta es una señal de los tiempos del fin, de momentos importantes para la historia de la humanidad, cuando el dolor y la agresividad serán noticia todos los días. La violencia es el resultado de personas de carne y hueso cuyo corazón está vacío. La presión de la maldad desenfrenada y el estrés propio de nuestro “estilo de vida moderno”, producen un ambiente tan sobrecargado de problemas y dificultades que la mayoría de la gente hace caso omiso a los llamamientos de Dios.
Parece que eso se amplifica aún más con la publicidad que la maldad alcanza a través de los medios de comunicación masiva. Cuando la doctora Deborah Prothrow Stith, asistente de la escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, comienza sus discursos sobre la creciente violencia en la sociedad, generalmente cuenta la historia de un joven que fue tratado en la sala de emergencias del hospital de Boston. ¡La víctima estaba sorprendida y parecía no entender por qué su herida le causaba tan profundo dolor! La doctora Prothrow Stith reflexiona y se da cuenta de que en realidad este joven herido de bala tiene en su mente la imagen absurda del héroe de película que recibe algunos disparos en su cuerpo, pero que logra escapar heroicamente, saltando de un puente al techo de un camión en movimiento, sin sentir aparentemente ningún dolor.
Durante décadas, la industria de la televisión nos ha adoctrinado con la idea de que la violencia que vemos en las pantallas no nos lastima más allá del despliegue fílmico y del ruido de las explosiones. Dicen que no nos convierten en una sociedad más violenta. ¡Nada más alejado de la realidad!
¿Qué puede hacer usted para no ser un número estadístico de la violencia?
1. No deje que su amor se enfríe.
Sature su vida y su hogar con el amor de Dios. Nada puede hacer para detener la violencia en el mundo pero hay mucho que puede hacer para detener el avance del pecado que le enfría el corazón. Rinda su vida a Dios diariamente y sin reservas. Ezequiel 36:26 nos dice: “Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne”. La violencia es la acción de un corazón sin Dios.
2. Entienda que en este mundo habrá dolor.
Jesús anunció la condición del mundo antes de su regreso. San Juan 16:33 dice: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (NVI). El sufrimiento es parte del precio que todos tendremos que pagar por vivir en un mundo de pecado donde se ha desplazado a Dios del centro y donde la mayoría ha colocado el egoísmo humano y pecaminoso como meta principal. Jesús fue realista acerca de la condición deteriorada en la que nos tocaría vivir. Cuando Jesús habla de su victoria contra el mundo, nos está recordando su éxito en la cruz, porque en la cruz del Calvario se garantizó el fin de la violencia humana.
3. No promueva la violencia de ningún tipo.
Un estudio revela que cerca del 90 por ciento de los niños y adolescentes de entre 8 y 16 años de edad juegan con aparatos electrónicos unas 13 horas a la semana. La mayoría de los juegos son de acciones violentas. El doctor Craig A. Anderson, de la Universidad Estatal de Iowa, ha estudiado los resultados que tienen esos hábitos de juegos en niños y adolescentes. Demostró sus efectos negativos en la conducta de los chicos hasta seis meses después. Jesús nos pide que seamos agentes de paz: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (S. Mateo 5:9, NIV). Haz todo lo posible para que la violencia no entre en tu hogar ni en tu vida. Ni siquiera permita que sus hijos se entrenen con la violencia que se promueve por medio de los aparatos electrónicos. La mejor manera de prevenir la violencia es no permitirla bajo ninguna circunstancia en su propia vida ni en su hogar.
4. Recuerde que solo Jesús es la solución.
Una de las promesas más hermosas de las Escrituras es la que tiene que ver con el fin de todo este mundo de agonía y desolación. Es la promesa de Jesús: “Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (Apocalipsis 21:4, NIV). Nada puede darnos más seguridad que sus palabras llenas de esperanza, de consuelo y de tranquilidad. Esta violencia que nos mata tiene fecha de vencimiento en la promesa de aquel que nunca nos falló. Jesús es la única solución para este planeta saturado de violencia y dolor.
El autor coordina iglesias multilingües en los Estados de Ohio, West Virginia, parte de Virginia y Pennsylvania.