Hace veintitrés años mi familia y yo ministrábamos en Nueva York. Un día recibimos una invitación para venir a trabajar a California. Después de orar, decidimos aceptar la invitación. Emprendimos nuestro largo viaje por tierra hacia nuestro nuevo hogar. Solamente habían transcurrido unos minutos de iniciado el viaje cuando nuestros pequeños hijos preguntaron: “¿Ya llegamos?” Les respondí: “No, hijos, faltan cinco días para llegar a California”. Una hora más tarde escuché la misma pregunta: “¿Ya llegamos?” Fueron cinco días respondiendo con paciencia la misma pregunta. Pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer: Era un viernes de tarde cuando arribamos a nuestro destino, y los niños preguntaron por última vez: “¿Ya llegamos?” Ahora mi respuesta fue diferente: “¡Sí, hijos, ya llegamos a nuestro nuevo hogar!”
Del mismo modo, en el camino de la vida el cristiano peregrino anhela saber cuándo vamos a llegar a nuestro hogar celestial. El creyente fiel que quiere mantener encendida la llama de la esperanza pregunta: ¿Cuánto falta para la venida de Jesús? Todo parece indicar que el período de espera se ha prolongado más de lo previsto. Pero hoy, la fe habla a mi corazón para decirme que el cansado peregrino pronto podrá exclamar: ¡Ya llegamos a nuestro eterno hogar celestial!
Falsas esperanzas
Desde el momento de la ascensión de Jesús, los ojos de los fieles de todas las generaciones han estado mirando con esperanza hacia el cielo, anticipando el cumplimiento de su promesa: “Vendré otra vez” (S. Juan 14:3). Pero, ¿sabrá alguien cuándo vendrá Jesús? La respuesta de la Biblia no deja espacio para la especulación. Jesús fue claro en este tema cuando dijo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos…” (S. Mateo 24:36). Las palabras de Jesús son claras como para que alguien se aventure a fijar una fecha para su venida.
Durante los últimos veintiún siglos ha habido incontables intentos para identificar la fecha de la venida de Cristo o del fin del mundo. Por ejemplo, en el primer siglo un hombre llamado Clemente aseguró que Jesús regresaría en su tiempo. Por otra parte, recientemente se afirmó que Jesús regresaría el 21 de mayo del 2011. No necesito decir que la predicción falló; y como en todas las otras ocasiones, esta vez también fue para muchos un amargo chasco.
¿Inminencia o certeza?
Para no caer en la práctica de la fechamanía en relación a la venida de Jesús, es importante saber que las señales no fueron dadas para indicar la inminencia del evento, sino para acentuar la certeza de su venida con el propósito de fortalecer la fe del creyente. La inminencia tiene relación con el tiempo, y la certeza con la seguridad del cumplimiento de su promesa sin importar cuándo suceda.
Indicadores de su venida
Jesús enseñó que las señales más sobresalientes de su venida serían identificadas en por lo menos tres lugares: en las naciones, en la naturaleza y en el corazón humano.
En relación con las naciones, Jesús anticipó grandes conflictos bélicos: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino” (S. Lucas 21:10). Estas señales son innegables para el estudiante de la Biblia. Lo invito a analizar las amenazas de guerra en el mundo de hoy y podrá encontrar en ello un indicador de la venida de Jesús.
En cuanto a las señales en el mundo natural, es impresionante el momento histórico y la secuencia de los acontecimientos que Jesús anticipó: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo…” (S. Mateo 24:29).
El Maestro se estaba refiriendo a la tribulación por la cual pasaría su iglesia fiel durante la Edad Media. En Apocalipsis se define que la extensión de tiempo de esta tribulación sería “mil doscientos sesenta días” (Apocalipsis 12:6); en otra equivalencia se habla de “cuarenta y dos meses” (Apocalipsis 13:5). Si, de acuerdo al criterio bíblico de contar día por año, multiplicamos 42 meses por 30 días de cada mes, tenemos los 1.260 días o años proféticos. Este período se extendió desde el colapso de Roma en el 538 d.C. hasta 1798 d.C. La historia comprueba que durante este tiempo millones de cristianos fueron perseguidos y martirizados por causa de su fe. Pero Jesús dijo que después de concluido el tiempo de esta tribulación, habría señales en el mundo natural.
El cumplimiento fue asombroso: El 1° de noviembre de 1755 ocurrió el terremoto de Lisboa; el 19 de mayo de 1780 el sol se oscureció y la luna no dio su resplandor; y el 13 de noviembre de 1833, las estrellas cayeron del cielo. “Todos estos eventos han quedado sin explicación científica”.1
En una nota aclaratoria recordamos que Cristo anticipó que “por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (S. Mateo 24:22). En cumplimiento de esto, muchos historiadores concuerdan que el fuego de la persecución empezó a apagarse en varios puntos de Europa años antes de lo previsto. Mervyn Maxwell afirma que “las persecuciones católicas virtualmente cesaron en Europa a mediados del siglo XVIII. El último “hereje” martirizado en Francia, un pastor de la Iglesia Reformada, murió en 1762”.2
Por el hecho que estos eventos sucedieron en el tiempo histórico y en el orden anticipado por Jesús, dejan de ser eventos naturales comunes y se convierten en indicadores innegables que Jesús cumplirá la promesa de su venida.
Finalmente, las señales en el corazón humano hablan en voz alta. Jesús predijo un paralelismo en la escala de valores y la moralidad entre la gente del tiempo del fin y la de Sodoma y Gomorra (S. Lucas 17:28-30). El apóstol Pablo anticipó una sociedad con características similares (2 Timoteo 3:1-5). En San Mateo 24:12, Jesús reafirmó lo anterior cuando dijo: “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”. En este versículo se usa para maldad la palabra original “anomía”, que implica falta de conformidad con la ley, iniquidad o impiedad. Esto explica por qué hoy en día se justifican los placeres inmorales en nombre de la libertad y la tolerancia.
La buena noticia es que los indicadores del regreso de Jesús son evidentes. Deseo invitarlo a creer en la promesa de la venida de Cristo para que pueda vivir con esperanza en medio de un mundo de dolor, tragedia, violencia y colapsos financieros. Si su pregunta es, ¿ya llegamos?, la Biblia le responde: Pronto estaremos en nuestro hogar celestial.
El autor es conferenciante internacional y escribe desde San Diego, California.