Una de las críticas frecuentes acerca del nivel educativo de Jesucristo es que, por ser hijo de un carpintero y vivir en una insignificante aldea rural llamada Nazaret, no era letrado. Y como no se conoce que haya cursado estudios bajo la tutela de ningún gran rabino judío, algunos consideran que Jesús era esencialmente analfabeto o no muy instruido. Pero, tal impresión acerca de la educación de Jesús presenta un cuadro parcializado de su vida.
Séforis
Aunque es cierto que Nazaret era una aldea rural, también es cierto que a solo seis kilómetros se hallaba la gran ciudad de Séforis. Esta información es importante, porque Séforis era la capital de Galilea, y porque era famosa imprepor su riqueza económica, artística y cultural. Un indicio de ese legado es que entre sus ruinas se encuentra parcialmente preservado un hermoso mosaico grecorromano llamado “la Mona Lisa de Galilea”, así como un anfiteatro con asientos para cuatro mil personas, donde se realizaban concursos de oratoria y de declamación de poemas. ¿Por qué es importante destacar este punto? Sobre todo, porque la existencia de tales funciones denota el valor que esta ciudad le daba al cultivo de la elocuencia, y porque tal valor cultural pudo haber influido en el desarrollo intelectual y educativo de Jesús.
La pregunta que debemos hacernos aquí es: a causa de la proximidad entre Séforis y Nazaret, ¿podría Jesús haber tenido contacto con la cultura urbana de Séforis? También cabe la pregunta acerca del sostén económico de la familia de Jesús ¿Cómo lograba la familia su manutención? ¿Cuáles serían las probabilidades de que José y Jesús buscaran trabajo donde más demanda de obreros hubiera? Las respuestas a estas preguntas, quizá podamos admitir, son obvias. La proximidad de las dos ciudades y la gran actividad mercantil de Séforis haría que los dos hombres de la familia buscaran en la ciudad capital el ideal económico que no podían hallar en Nazaret. Según cálculos arqueológicos, la población de Nazaret era muy pequeóa, con una población de poco más de quinientas personas, mientras que la población de Séforis se aproximaba a veinticuatro mil.
Además, durante el tiempo de la nióez y la adolescencia de Jesús, Séforis estaba en reconstrucción. En el aóo cuarto de la era cristiana Herodes Antipas acometió este proyecto, que duró unos diez aóos. Otro dato que también es importante destacar es que la palabra que algunas versiones traducen como carpintero era una palabra genérica que se usaba para referirse a diversos tipos de trabajos manuales, entre los que se contaban la ebanistería, la escultura y la albaóilería. Siendo este el caso, es razonable pensar que el gran centro urbano de Séforis haya atraído a los residentes de Nazaret necesitados de trabajo.
Lo llamaron Maestro
Pero hay otras evidencias que arrojan luz sobre el desarrollo de Jesús. Gracias a la arqueología, tenemos información sobre la educación en aquel tiempo. Sabemos que las sinagogas judías funcionaban como centros escolares, y en Nazaret había una. Fue en esta sinagoga, durante un sábado, donde a Jesús le fue dado el rollo de Isaías para que tuviera la lectura bíblica (S. Lucas 4:16-21). Si Jesús no hubiera sabido de letras, no tendría sentido que los principales de la sinagoga le hubieran asignado esa tarea.
Otra evidencia de que Jesús poseía una robusta educación se deriva del hecho de que en varias ocasiones fue llamado Rabí, o Maestro. Sería inconsistente llamar “rabí” a alguien carente de erudición. Más importante aun es el hecho de que entre los grupos que llamaban “rabí” a Jesús se hallara la élite educativa de Israel, de la que formaban parte los fariseos y los dirigentes de las sinagogas (S. Mateo 8:19; 12:38; S. Lucas 8:49).
Con relación a la educación de Jesús, merece también mencionarse la frecuencia de las disputas teológicas que sostuvo con la élite erudita de Israel. Un punto que quizá pueda servir de comparación es la probabilidad de la disparidad que existiría si Jesús no hubiera tenido, al menos, el mismo nivel de sofisticación erudita que sus oponentes, pero tal no es el caso. De acuerdo a la opinión pública atestiguada en los evangelios, Jesús superaba a los escribas y dirigentes de las sinagogas en materia de análisis teológico (S. Marcos 1:22; S. Mateo 7:28, 29).
Un aspecto que a menudo no es examinado acerca de la vida de Jesús son sus recursos literarios y retóricos. Todo entendido en letras sabrá que Jesús poseía cualidades literarias que rara vez se ven reunidas en una persona. Un ejemplo vivo de esto es la gran gama de figuras de lenguaje que utilizó, entre ellas, metáforas, símiles, parábolas, hipérboles, proverbios y acertijos. También debemos destacar el aspecto original de las figuras de lenguaje que Jesús empleó, pues una cosa es recitar figuras de lenguaje y otra es crearlas. Y, según lo que se ha podido establecer hoy acerca de los escritos que registran las declaraciones de Jesús, las figuras de lenguaje que empleó son de su autoría.
Otra área en la que se ha descuidado el estudio de la vida de Jesús tiene que ver con la probabilidad de que él hablara más de un idioma. De acuerdo con lo que hoy se conoce, en Galilea, donde se hallaba Nazaret, se hablaban múltiples idiomas, ya que ahí habitaban árabes, romanos, griegos y sirofenicios. Además, la lengua internacional del tiempo de Jesús era el griego. ¿Tendría Jesús conocimiento del griego, ya que vivía en Galilea y los galileos eran multilingües? Probablemente sí. Una clave de esto es lo que revelan las excavaciones arqueológicas. Sabemos de inscripciones en griego que había en el templo de Jerusalén y en diversas sinagogas, con instrucciones acerca de quiénes eran autorizados para ingresar en esos recintos.
Un ejemplo más acerca del dominio que Jesús tenía del griego son las veces que empleó la palabra hipócrita, la que se deriva de las actuaciones propias del teatro griego. No es que esta palabra no la pudiera repetir quien hablara arameo, sino la naturalidad con que Jesús la empleaba, pues la palabra aparece con bastante frecuencia en los evangelios (ver S. Mateo 6:2, 5, 16; 7:5; 15:7; 16:3; 22:18; 23:13-15, 23, 25, 27, 29; 24:51; S. Marcos 7:6; S. Lucas 6:42; 11:44; 12:56; 13:15).
Algo indirectamente relacionado con el tema de Jesús y los idiomas es la universalidad del griego. De especial interés es el hecho de que, en el tiempo de Jesús, la Biblia Septuaginta se había convertido en la Biblia más leída por los judíos. Esta versión griega suplía una necesidad imposible de satisfacer por los manuscritos hebreos, ya que una gran mayoría de los judíos que vivían fuera de Israel habían perdido el uso natural del arameo. Quizás el mejor ejemplo de la popularidad que la Septuaginta había alcanzado sea el hecho de que cuando el Nuevo Testamento cita porciones del Antiguo Testamento, recurre a la Septuaginta y no a los manuscritos hebreos. Un fenómeno similar al de la Septuaginta ocurre con nuestro Nuevo Testamento, escrito en griego y no en arameo, como habría de esperarse.
No obstante la evidencia sobre la educación de Jesús provista en este artículo, aún resta por ser descontada la posibilidad de que él haya recurrido a sus poderes divinos para adquirir su desarrollo intelectual. Pero cuando Jesús intervenía milagrosamente, no lo hacía en beneficio propio; por eso, es probable que la educación de Jesús haya sido procesada por medios naturales, pues, cuando Dios realiza milagros, los hace cuando los recursos humanos son insuficientes para lograr ciertos fines deseados. El aprendizaje de idiomas y de figuras literarias no caben dentro de las insuficiencias humanas. Esto puede lograrse por medios humanos convencionales.
Como confirmación de que Jesús obtuvo su educación por medios naturales, quizá sea útil consultar el pasaje de Filipenses 2:7, 8. Según el texto, Jesús “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. El autor de la Epístola a los Hebreos afirma: “Por lo cual, [Jesús] debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (Hebreos 2:17). La relevancia de estos dos pasajes para nuestro estudio consiste en que ellos recalcan que Jesús era semejante a nosotros en todos los aspectos que ataóen a su humanidad.
En conclusión, no parece que Jesús fuera analfabeto ni de cultura limitada, como los críticos dicen. Al contrario, tomando todo lo anterior en consideración, sabemos que Jesús vivió cerca de un gran centro cultural urbano, asistió a las sinagogas y conocía más de un idioma, así como aspectos literarios que sobrepasaban las características del ciudadano promedio de su tiempo.
La educación en tiempos de Jesús
A la edad de 4 o 5 aóos, los nióos entraban al Baitha Sefer, o escuela primaria. Aprendían a leer, escribir, hacer cuentas y a hablar en público. Aprendían de memoria la Torá (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento). Pasaban la maóana en la sinagoga; en la tarde aprendían oficios con su padre o madre.
A la edad de 12 o 13 aóos terminaban la escuela primaria. Los varones sobresalientes pasaban a la Beit Midrash. Continuaban estudiando y memorizando las Escrituras, y para la edad de 15 aóos habían terminado de memorizar todo lo que ahora se conoce como el Antiguo Testamento.
El último nivel era el Bet Talmud. Para ello, el jovencito debía recibir una invitación de parte de un rabí a ser su discípulo. Aprendía de este rabí, o maestro, hasta aproximadamente los 30 aóos de edad. Para entonces era considerado apto para ser un rabí, y enseóar a otros.
La sabiduría de Jesús
Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina. San Mateo 7:28.
¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! San Juan 7:46.
El autor es profesor emérito del Colegio de la Unión del Pacífico. Escribe desde Angwin, California.