El apóstol Pedro escribió a los cristianos: “Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).
La exhortación apostólica exige del cristiano que hable de su esperanza, pero, ¿qué es la esperanza? El término “esperanza” procede de la palabra griega elpis, y tiene que ver con la idea de anticipación.
El joven que espera casarse anticipa el día en que encontrará a la señorita que se convertirá en su esposa. Lo mismo anticipa la señorita que anhela contraer matrimonio. La Iglesia Adventista del Séptimo Día anticipa el día en que el Salvador descenderá de los cielos para llevar a los cristianos al hogar celestial.
El apóstol Pablo escribió: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13). En la vida cristiana es necesario tener fe, porque “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Del amor Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (S. Juan 13:35). Pero, ¿de dónde viene la esperanza? La esperanza se funda en la promesa de Dios.
Cuando Adán y Eva pecaron, Dios les prometió al Redentor. A los hebreos esclavizados en Egipto les prometió al Libertador; y mientras peregrinaban les prometió una tierra de la que fluía leche y miel. A los cristianos nos ha prometido la vida eterna.
Eso es lo que la esperanza significa: la espera de lo prometido. Al referirse al retorno de Cristo por sus fieles, San Pablo lo llamó “la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13).
Los cristianos hemos de ser conocidos como el pueblo de la esperanza, porque el retorno de Jesús es el cumplimiento de nuestra esperanza.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día no es solo una iglesia, es también un movimiento de esperanza, porque tiene una misión de esperanza. Dios la envió a comunicar la esperanza del retorno de Cristo “a toda nación, tribu, lengua, y pueblo” (ver Apocalipsis 14:6-12).
Te invito a abrazar esta esperanza y a compartirla con tus familiares, sobre todo con quienes aún no conocen a Jesús, y también con tus vecinos. Digámosles que pronto veremos a nuestro Salvador en las nubes de los cielos con su ejército de ángeles para llevarnos al hogar celestial, donde no habrá más aflicciones sino vida sin fin.
El autor es dirigente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en los Estados Unidos, Canadá y Bermudas.