Las condiciones actuales presentan desafíos únicos para la población femenina hispana en Norteamérica.
La presencia de la mujer hispana en Norteamérica se remonta al arribo de Ponce de León a la Florida en 1513. Él no encontró la fuente de la juventud pero sí una tierra que prometía oportunidades y desafíos. Esto abrió la puerta que facilitó el arribo interminable de mujeres hispanas desde el Caribe hasta la Patagonia, quienes vinieron en busca de libertad, prosperidad y felicidad. Actualmente la población femenina hispana de Norteamérica ha aumentado grandemente y en nuestro siglo XXI enfrenta desafíos únicos. He aquí algunos de ellos:
Adaptación
Uno de los grandes retos que enfrentan las hispanas en este país es el vacío que causa la ausencia de sus familiares y la distancia que las separa de su tierra natal. Muchas sufren, en mayor o menor grado, una crisis de identidad. Experimentan soledad al enfrentar los retos de una cultura diferente en términos de costumbres y especialmente el idioma. Esto puede causar ansiedad, miedo y hasta depresión. Para conquistar el desafío de la “adaptación”, deben comenzar convenciéndose a sí mismas de que miles de otras mujeres antes que ellas triunfaron enfrentándolo con mentalidad positiva.
Lo primero que necesitan hacer es aprender inglés. Esto destruye muchas barreras, ayuda a saber lo que hablan los niños (quienes aprenden el idioma rápidamente), y expande sus fronteras relacionales, porque nuevas amistades amplían su círculo social. Ellas nunca deben olvidar que, aunque lejos de sus familiares, no están “solas”. Dios siempre las acompaña. Levanten su vista al cielo con esperanza (Salmo 121:1). Esto es esencial para la salud mental. No importa cuán profundo sea su desánimo, una estrecha relación con Dios les dará aliento y esperanza. Jesús prometió: “No temas ni desmayes…” y “Yo estoy contigo todos los días” (Josué 1:9; S. Mateo 28:20).
La salud
La salud es un aspecto de vital importancia, pues constituye el fundamento que sostiene los demás. Las estadísticas médicas revelan cifras alarmantes. Por ejemplo, la Asociación Americana del Corazón afirma que la causa principal de muerte de la mujer hispana son las enfermedades cardiovasculares.1 Éstas a su vez se derivan de la presión arterial alta, el colesterol elevado, el estrés, la falta de ejercicio, la obesidad y la diabetes. Estas dos últimas tienen una incidencia elevada en la población hispana. Es cierto que muchas mujeres carecen de seguro médico, lo cual les impide hacerse los chequeos anuales necesarios, pero no es menos cierto que por simple “pudor y temor” muchas se privan de visitar al médico. Esto trae como consecuencia que enfermedades como el cáncer se “descubran” demasiado tarde.2
Muchas de las enfermedades antes mencionadas y otras como la osteoporosis (fragilidad ósea) pudieran ser prevenidas y curadas si se atendieran a tiempo. Existen clínicas y organizaciones que ofrecen servicios médicos gratuitos o a bajo costo para la población hispana. Investigue en su localidad. Además muchos estudios revelan que cambios sencillos en la alimentación pueden reducir y hasta eliminar muchas enfermedades. Infórmese al respecto.3
Dios nos dice: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud” (3 Juan 2). La Biblia contiene muchas orientaciones acerca de cómo obtener la buena salud.
La educación
Una educación limitada constituye otro desafío para las hispanas que viven en Norteamérica. En Estados Unidos, comparado con el 89 por ciento de los no hispanos, solo el 57 por ciento de los hispanos termina la escuela secundaria.4 La superación educativa es un imperativo en el ambiente de alta tecnología del siglo XXI. Un diploma puede cambiar el panorama de la mujer y su familia. La superación no solo aumentará su estima propia, sino que también se constituirá en un ejemplo para los jóvenes de su familia, los que descubrirán las ventajas económicas y sociales de una educación superior. Los años van a pasar, ya sea que usted estudie o no. Propóngase elevar su nivel de educación en los próximos años.
Recuerde la promesa divina: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente” (Santiago 1:5).
El trabajo
Muchas mujeres hispanas han alcanzado cargos importantes. Ejemplo de ellas son Sonia Sotomayor, jueza de la Corte Suprema; la congresista Ileana Rosh-Lehtinen, y la periodista María Elena Salinas. La clave para mantener un buen trabajo es la eficiencia y la dedicación. Conozco a alguien quien comenzó con un trabajo sencillo pero trabajó con tanto ahínco que hoy ocupa un cargo administrativo.
Quizás digas: “Otras lo lograron pero yo no puedo”. Si crees en ti misma y confías en Dios, paso a paso llegarás a donde quieras. Organizaciones como LULAC,5 el Consejo Nacional de la Raza,6 y otras, pueden ayudarte a aprender inglés, buscar trabajo, etc.7
Dios te anima a que “todo lo que te venga a la mano para hacer, lo hagas según tus fuerzas” (Eclesiastés 9:10).
Las finanzas
Los hispanos son la minoría más joven de Estados Unidos y en algunos Estados superan el treinta por ciento de la población. El poder adquisitivo de los latinos se ha triplicado desde el 2002. Sin embargo, muchas mujeres hispanas, voluntariamente o por presión, dejan las finanzas solamente en manos de los hombres. No aprenden a pagar la hipoteca y otras cuentas mensuales, lo que las pone en desventaja.
Recuerdo el caso de una señora a quien poco después de la muerte de su esposo le suspendieron el servicio eléctrico por no pagar a tiempo. Lo peor fue que no entendía las cuentas que le llegaban, ni sabía escribir cheques. Su esposo era el que se ocupaba de todo. Saber cómo manejar las finanzas es imprescindible. También es fundamental hacer un presupuesto para evitar deudas; saber cómo usar las tarjetas de crédito y ahorrar dinero. Dios nos da sabiduría para ordenar nuestras finanzas, pues “toda buena dádiva y todo don perfecto” provienen de Dios (Santiago 1:17).
El hogar
La familia es la principal prioridad de la mujer hispana; por lo tanto el hogar presenta un desafío no solo para las madres, también para las hermanas, tías, etc. Ayudar a los niños y jóvenes a crecer en las áreas antes mencionadas (educación, trabajo, economía) es un reto difícil. A esto debe añadirse que los jóvenes de segunda y tercera generación en Norteamérica no siempre tienen la misma perspectiva de sus padres y abuelos. Es nuestra responsabilidad entenderlos y cerciorarnos de que aprendan “lo mejor” de las dos culturas.
Algo que nunca debemos pasar por alto es la necesidad de asegurarnos que las mujeres hispanas no sean víctimas de la violencia doméstica. En los Estados Unidos hay muchas organizaciones que ayudan a las mujeres que se encuentran en estas difíciles circunstancias.8
Dios dice que debe dársele “honor a la mujer como vaso más frágil” (1 Pedro 3:7).
Recordemos que: “Si Dios no es el que edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Salmo 127:1), es por eso que los esfuerzos humanos de nada valen si no ponemos primero a Dios.
En conclusión, la espiritualidad es imprescindible para poder enfrentar exitosamente los desafíos del siglo XXI. Si le damos a Dios el primer lugar de nuestras vidas, él promete que todo lo demás nos será añadido (S. Mateo 6:33).