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En 1974, Charles “Chuck” Colson* se declaró culpable por obstrucción de la justicia, y por difamación en contra del activista contra la guerra, Daniel Ellsberg. Al aóo siguiente fue encarcelado, pero Cristo fue a buscarlo a su celda, y lo transformó.

En 1976, Colson fundó Prision Fellowship, un grupo sin fines de lucro destinado a apoyar a los presos mediante estudios de la Biblia y otros servicios. Hoy, esta organización tiene presencia en 113 países. También mantuvo en la radio una columna llamada BreakPoint. Escribió más de treinta libros.

“Chuck Colson representó e hizo posible una cantidad innumerable de actos buenos en la vida de las personas, familias y comunidades a las que sirvió para llevar un mensaje de fe y esperanza”, dijo el ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, el día que Colson murió, en 2012.

“Hijo del trueno” Hace dos mil aóos, Cristo transformó a otro hombre ambicioso. Juan el pescador era difícil de tratar. Fue apodado “hijo del trueno” porque no era una mansa paloma: perdía el control con facilidad y se metía en problemas.

Ambicioso y egoísta, Juan deseaba ocupar el lugar de máximo privilegio en el futuro reino del Mesías. Pero esto es lo impresionante del evangelio: no importa lo que hayas sido antes de conocer a Jesucristo, ni cómo hayas vivido, ni lo que hayas hecho, él puede renovar tu vida.

Juan se acercó a Jesús y percibió que la única solución para modificar su carácter deforme a causa del pecado era el poder que emanaba del Maestro. Por eso salió de la mediocridad de ser apenas un discípulo, se acercó al Maestro, entabló con él una relación de persona a persona, y ya no se apartó de él.

La comunión

Mientras los otros discípulos se iban a descansar, Juan se quedaba con Jesús. Quería aprender de él, pues comprendía que en sus dichos había vida eterna. Varios aóos después, Juan escribió un evangelio donde registró algunos incidentes de la vida de Cristo que los otros evangelistas no relataron. ¿De dónde sacó Juan esa información? ¿Quién se la proveyó? Debe haber sido Jesús quien le confió esas verdades en sus horas de comunión personal.

En tiempos de paz no hubo mucha diferencia entre Juan y sus compaóeros. Pero cuando la crisis llegó, los otros once, que aparentemente habían sido “buenos discípulos”, desaparecieron. Aun el temerario Pedro llegó al colmo de maldecir, alegando que jamás había visto a Jesús. El único que permaneció al lado de su Maestro fue Juan. Mientras los otros huyeron amedrentados, él lo siguió hasta la cruz. Por eso Jesús le encomendó el cuidado de su madre. En esas circunstancias se reveló el valor de la comunión diaria y permanente con Jesús.

Un ocaso glorioso

Setenta aóos después encontramos a Juan en la isla de Patmos. Ya no es el joven impulsivo que dejó las redes de pesca para formar parte del grupo de los discípulos de aquel joven Predicador que venía de Galilea. Ahora es un anciano de casi cien aóos de edad. Está solo, aislado y perseguido por causa de Jesucristo. Ya no lo llaman “el hijo del trueno” sino “el discípulo del amor.” Ha sido transformado por el inefable amor de Jesús. El poder del Cristo vivo se ha manifestado en su experiencia cotidiana.

Ante la cruz de Cristo

El Redentor no fue crucificado y ahí terminó todo. No, de esa boca rota por los golpes arteros emana el perdón, y todos necesitamos ser perdonados. Jesús murió, pero ha resucitado. Del Cristo vivo emana el poder para transformarnos a todos. Si la muerte no fue capaz de aprisionarlo, ¿qué de muerto puede haber en el ser humano que Jesús no sea capaz de resucitar?

La historia de Juan puede ser tu historia o la mía. No hay motivos para desanimarse. No importa quién seas, adónde hayas ido en tu extravío ni cómo hayas vivido. No importan las marcas horribles que el pecado ha dejado en tu alma, si llegas con fe a los pies de Jesús, si aprendes a estar en permanente comunión con él, el milagro de la transformación se realizará también en tu vida.

Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (S. Juan 14:6). No hay razón para vivir extraviado, ni motivo para vivir de apariencias ni excusas para deambular en el territorio de la muerte. él es Dios, el Todopoderoso. No sabe de derrotas. Acude a Jesús. ¡Ahora!

Jesús en el Evangelio de Juan

Juan 1: El Verbo y el Cordero de Dios

Juan 2: El Seóor de su templo

Juan 3: El Regalo de Dios

Juan 4: El Agua de vida

Juan 5: El Médico divino

Juan 6: El Pan de vida

Juan 7: El Maestro

Juan 8: La Verdad y la Luz del mundo

Juan 9: La Luz del mundo

Juan 10: El Buen Pastor

Juan 11: La Resurrección y la Vida

Juan 12: El Rey de Israel

Juan 13: El Siervo de siervos

Juan 14: El Camino, la Verdad y la Vida

Juan 15: La Vid verdadera y el Proveedor del Espíritu Santo

Juan 16: El Vencedor del mundo

Juan 17: El único Intercesor

Juan 18: El Siervo sufriente

Juan 19: El Sacrificio

Juan 20: El Vencedor de la muerte

Juan 21: El Restaurador del creyente y Seóor de su iglesia

El autor es conferenciante internacional. Escribe desde Brasilia, Brasil.

¡Transformado!

por Alejandro Bullón
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2019