El mensaje era impactante. El dolor y la angustia que la embargaba se podía sentir en su mensaje electrónico: “¡Estoy segura de que a mi esposo le hicieron una brujería!”
Cada línea transmitía la angustia de quien no sabe qué hacer, excepto llorar y rendirse.
El miedo a la brujería es real. Quizás en este momento, mientras esperas en la peluquería, estás leyendo en un periódico la propaganda de un brujo que promete ganancias, o conquistar a quien siempre has deseado.
La ilusión del poder es un arma del maligno. La brujería es una de esas ilusiones.
El antídoto a la ilusión maligna
En la mañana de un viernes del año 27 de nuestra era, el cielo guardó silencio. Los ángeles dejaron de cantar. Todo el universo miraba con asombro lo que pasaba en la tierra. Con fervor diabólico el hombre humillaba a su Creador. Cristo estaba a punto de ser crucificado, y era objeto de torturas indescriptibles.
Los agentes satánicos se habían unido a la turba que escarnecía al Salvador. El diablo ofendía a Jesús. Se esforzaba por exasperarlo para que su plan de salvación fracasara. Y lo torturó hasta la muerte.
Según una historia de ficción, Satanás hizo en aquel día una fiesta para celebrar la muerte de Jesús. Se reunió con sus esbirros en un antro, para celebrar el mayor logro de su “poder”: matar al Hijo de Dios. Aparentemente había vencido.
A veces así parece. No solo en el Calvario sino también en la vida de muchos.
Con frecuencia recibo mensajes electrónicos de personas que dicen haber perdido la esperanza porque fueron víctimas de un acto de brujería, y no saben qué hacer. Se trata de personas encadenadas a férreas adicciones de las que pareciera no haber escape.
—Es el diablo, pastor, y su poder me domina —me dicen.
Ilusión. Pura ilusión.
Debo explicar esto. El ángel caído tiene poder. Pero pensar que su poder es absoluto es pura ilusión. El maligno quiere hacerte creer que al estar bajo su poder, jamás podrás librarte.
Cuando Cristo murió en la cruz, el enemigo pareció ganar. Es allí donde está la ilusión, porque nada ni nadie puede derrotar a Jesús. Y esta es la gran noticia para los cautivos del maligno: Nada ni nadie puede derrotar al que está en Cristo, porque en la cruz Jesús ganó la mayor victoria sobre el mal.
¿Por qué la cruz significa tanto para el cristiano? ¿Por qué la cruz es vital para el cristianismo? San Pablo nos ayuda a entenderlo. Él escribió: “Y [Cristo] despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15, RV95).*
El apóstol se refiere al triunfo de Cristo sobre todos los principados y potestades satánicos. Habla de una exhibición pública de esos principados y potestades; pero más que eso, habla de algo que solamente él logró hacer. La palabra “despojar” quiere decir literalmente desvestir, quitar la ropa de encima, desarmar, quitar con violencia lo que alguien tiene. Esto es exactamente lo que la cruz hizo.
El maligno acusó a Dios de tiranía, de impiedad, de exigencias desmedidas en su trato con el hombre. Eran calumnias. Dios pudo haberlo destruido, pero eso daría margen a creer que el diablo tenía razón.
El enemigo acusó a Dios de restringir la libertad del hombre, de impedirle tomar sus propias decisiones, de hacer lo que le place. Pero la cruz de Cristo “desvistió” al embustero y lo expuso públicamente. Ante la cruz, Satanás se tornó en un acusador derrotado y sin argumentos. La cruz le arrebató su atuendo de víctima. La cruz lo desarmó intelectualmente y expuso sus sofismas.
El verdadero poder vencedor
En la cruz, el poder de Dios enfrentó al poder del adversario y lo venció. Entonces el pecador tuvo la posibilidad de ser libre. Y el enemigo fue exhibido ante al universo. Lo único que puede hacer ahora es acusar, porque fue reducido a la condición del mentiroso al que se le descubre el cuento con que manipula a las personas. Desde entonces solo ha podido crear cuentos perversos. Esos cuentos son la brujería, las adicciones, los pecados revestidos de placer.
La propaganda de la brujería puede asustar, la adicción puede molestar, el pecado puede esclavizar, pero a todos esos cuentos del maligno se opone la victoria de Cristo en la cruz.
No hay brujería que prevalezca sobre el poder de Dios, no hay adicción que pueda esclavizar al Hijo de Dios. No hay pecado que pueda someter al que se aferra de la cruz de Cristo y clama por su ayuda. El Dios que triunfó en la cruz triunfará hoy en tu vida. Y eso no es ilusión.
* Cita bíblica tomada de la Reina-Valera 1995 versión Reina-Valera 95 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizado con permiso.
El autor es ministro adventista y conferenciante internacional. Escribe desde Alvarado, Texas.